'Mad Men' regresa más festiva y cínica
Canal + 1 estrena mañana la quinta temporada de la multipremiada serie estadounidense Los protagonistas se enfrentan a una época de cambios


Dos años de espera se han hecho demasiado largos. Más cuando entre temporada y temporada, su creador, Matthiew Wiener, no dejaba más de unos meses entre el final de una y el comienzo de otra. Aunque a los locos de Mad men siempre les cabía el consuelo de volver a repasar.
Mañana llega a Canal + 1 (22.00) la quinta entrega de una serie que dejó a su protagonista enamorado, a Estados Unidos en el límite de la segregación racial y al espectador huérfano de su humo, su licor, sus fajas, sus corbatas de nudo fino, su tempo lento y sus bajadas a los infiernos.
En medio, y entre bambalinas, se han tenido que asentar los acuerdos que han permitido su continuidad: 20 millones de dólares para Weiner por montar otras dos temporadas para AMC y la felicidad de su protagonista, Jon Hamm convertido en productor de la misma. Es el precio estipulado por continuar con una serie que ha hecho historia, ha marcado tendencia exclusiva en la televisión y ha cosechado cuatro Globos de Oro y 13 Emmys.
La cuarta entrega acabó en una cuota de creatividad mayúscula. El público en Estados Unidos respondió a su regreso aumentando la audiencia en un 21% —3,5 millones— frente al primer capítulo de la temporada anterior. No era para menos: Don Draper —el icono esculpido magistralmente por Hamm— había conquistado la felicidad después de haberse escaldado en las calderas de Pedro Botero y darse cuenta de ello una noche que, borracho, se acostó con una morena pero se levantó con una rubia.
La agencia de publicidad Sterling, Cooper, Draper & Pryce remontaba de sus varapalos en plenos años sesenta, sus mujeres modélicas se debatían entre la lucha por la igualdad y los permisos maternales mientras la vida fluía alrededor con un swing de sensualidad a la que le costaba abrirse paso entre los excesos machistas y los ataques constantes e inconscientes a la salud pública.
Mad men, esa obra de arte, ese artefacto coreográfico urdido con guiones a los que no se les puede reprochar ni la manera de hablar de la época, vuelve ahora a Canal + con su estilo depurado, su ritmo propio, el mundo inventado por esos publicistas que son como niños y el infierno real camuflado entre sonrisas y electrodomésticos.
Cualquier guionista del mundo, cualquier novelista, hubiese dado su mano derecha por crear a Don Drapper, su protagonista. Cualquier actor hubiese vendido su alma a Satanás por sentarse como él, por fumar como él, por mirar alrededor como lo hace él.
Todos menos Dick Whitman, su verdadero yo, que se detesta tanto a sí mismo como para sentir la necesidad de reinventarse y convertir su cuerpo serrano en el envoltorio que otorgue autenticidad a otra persona, sin pasado, sin familia, sin memoria. Y es que Draper acabó un día con el muchacho criado en una granja que pudo suplantar su personalidad con el nombre de un compañero muerto en Corea para convertirse en un gran publicista. Precisamente por ello lo logra. Porque él, sin ser él, no es más que un anuncio perfecto de sí mismo. Un anuncio al que todos idolatran pero que no pasa de eso: una reinvención, una campaña en movimiento que fomenta la ambigüedad y el misterio a toda costa.
La quinta ha contado con el favor de la crítica. Los dos primeros capítulos apuntan hacia una deriva más festiva con frases punzantes y personajes quizás más cínicos. Megan, la nueva esposa de Drapper, será clave. Deberá salvaguardar su serena belleza morena entre el latido de un submundo sobresaltado por perpetuos conflictos interiores. Promete.
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