The Ting Tings, 'Sounds from nowheresville'

Parecía que los Ting Tings habían pasado a engrosar la lista de grupos arrollados por su propio éxito, inscritos al club de “Demasiado, demasiado pronto,” aunque por motivos muy diferentes a los de sus fundadores, los New York Dolls. Tres años de espera, un single fallido (Hands) y varios retrasos más tarde, llega ese segundo álbum que, si por lo general es un trago difícil para cualquier artista que haya obtenido un cierto reconocimiento con su debú, a Katie White y Jules de Martino parecía estar sentándoles como veneno. Finalmente su determinación ha podido más que las circunstancias, y han salido al paso con un disco que les coloca en el siguiente escalón lógico de su propia evolución.

No era justo que un grupo así muriera joven, alguien que hace una canción como That’s not my name no merece tal destino. En Sounds from nowheresville encontramos al dúo británico sin ganas de repetir ese hito pero con una serie de canciones que les reafirman como ese extraño híbrido que no proviene de ninguna escena concreta. Y siguen siendo pop a rabiar, pero su cóctel de electrónica, hip hop y rock les coloca lejos de la ñoñería. Así que, y ahí va la herejía, si existen unos White Stripes pop, esos son ellos cuando hacen Give it back, porque, al fin y al cabo, ¿no está la guitarra de Katie dejándose llevar por Jimmy Page en Hit me down Sonny? Para luego emular a Moroder en One by one, jugar al electrofolk en Day to day, recuperar a los Beastie Boys de los 80 en Guggenheim y terminar con una balada melancólica, marcado por un violín gimiente que ya la quisiera Lana del Rey. No, no hay ninguna secuela de That’s not my name, pero no importa, no necesitaban repetir una tema así tanto como hacer un álbum como este.

Valoración: 0 ABERRANTE, el mundo sería mejor sin él; 1 PRESCINDIBLE, nadie se acordará de él; 2 PASABLE, para incondicionales; 3 ACONSEJABLE, en su estilo merece la pena; 4 INDISPENSABLE, un éxito asegurado; 5 OBRA MAESTRA, uno entre un millón.