Los incendios forestales de 2025 en España han generado tanto CO₂ como cinco veces la aviación nacional o el doble de la industria del refino
Las llamas han provocado la mayor cantidad de emisiones desde que el programa europeo Copernicus empezó a tomar mediciones en 2003

Los gigantescos incendios forestales de 2025 en España no solo han supuesto un desastre para el medio natural, también han disparado las emisiones de CO₂ enviadas a la atmósfera; las mismas que causan el cambio climático que aumenta el riesgo de que vuelvan estos fuegos extremos. Según los datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS) de Copernicus, en 2025 las llamas han generado en el país cerca de 19 millones de toneladas de CO₂, las más altas por esta causa desde al menos 2003 cuando empiezan sus mediciones. Para comprender la magnitud de este otro daño colateral de los fuegos, esto es tanto como el 7% del total de emisiones emitidas por España en 2024, según el inventario nacional de gases de efecto invernadero. O también equivale a cinco veces las emitidas ese año por la aviación nacional, al doble de las de la industria del refino (que se ocupa de la transformación del petróleo) o a algo menos que las de todos los edificios del país (la suma del sector residencial, comercial e institucional).
“Con los trágicos fuegos de agosto, las emisiones de CO₂ en España han sido las más altas generadas por incendios de los países europeos y han contribuido en gran medida a que también este 2025 sea un año récord para todo Europa”, comenta Laurence Rouil, directora del Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus, que puntualiza que, aun así, las emisiones del continente europeo son en realidad una pequeña parte de las generadas por fuegos en el conjunto del mundo, en especial si compara con las de África y Norteamérica.
Al abordar el problema de las emisiones que causan el cambio climático, se suele incidir en que la primera causa son los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas), destacando también el impacto en el clima de la alimentación y, en concreto, de la ganadería. Sin embargo, a menudo no se presta suficiente atención a los incendios forestales y agrícolas.
Esta fuente de emisiones resulta muy variable. En el caso de España, este pico de CO₂ ocurre tras unos devastadores fuegos que este año han quemado entre 351.347 hectáreas (según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica) y 393.048 (según EFFIS). Como explica Jofre Carnicer, científico del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), “por lo general los incendios forestales no suelen ser un componente muy relevante en el cómputo de las emisiones en el país, la media de las emisiones provocadas por fuegos en el periodo 2003-2024 es de cerca de cinco millones de toneladas, pero este año han multiplicado por cuatro esta cantidad, alcanzado una magnitud similar a la de algunos sectores económicos importantes, como por ejemplo, la generación de electricidad”.
Si se mira el conjunto del planeta, según las estimaciones de Copernicus, las emisiones mundiales causados por el fuego en 2024 fueron equivalentes al 60% de las generadas por China —el país que más emite—, o al 20% del sector de la energía —el más significativo para el cambio climático—. Como detalla Rouil, este 2025 el total de emisiones de los fuegos será más reducido, con registros especialmente bajos en Latinoamérica y Asia. Sin embargo, el mayor foco vuelve a estar en África, donde las quemas agrícolas no tienen una incidencia tan grande en los sistemas naturales, pero sí en forma de gases de efecto invernadero.
Si se mira el conjunto del planeta, según las estimaciones de Copernicus, las emisiones mundiales causados por el fuego en 2024 fueron equivalentes al 60% de las generadas por China o al 20% del sector de la energía
“En 2025, África vuelve a ser el mayor contribuidor y también hay gran parte de emisiones por el fuego que vienen de Norteamérica”, comenta la directora del Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus. “A principios de año, destacaron los incendios de California, pero estos resultan casi marginales en comparación con los de Canadá, que comenzaron en primavera y duraron prácticamente todo el verano, con emisiones extremadamente importantes”.
Como se comprobó también este verano en España, las altas temperaturas y la sequedad son dos factores fundamentales para la propagación de las llamas. No obstante, los datos obtenidos con satélites por Copernicus desde hace más de 20 años no muestran una tendencia clara de peores incendios o más emisiones por el calentamiento del planeta. “Es chocante, pero no podemos decir que se esté produciendo un aumento, hay una variabilidad muy grande de año a año”, admite Rouil.
En este punto, resultan interesantes las investigaciones de Carnicer . “Aunque las series estadísticas todavía son cortas en Europa para determinar tendencias en la cantidad de superficie quemada, sí que ha habido un cambio en la dinámica del riesgo de incendios”, defiende el investigador del CREAF, que también es autor del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC). Según explica, esto ocurre a escala planetaria, pero donde primero se detectó fue en zonas especialmente afectadas por el fuego, como el suroeste de EE UU o Australia. Del mismo modo, un estudio suyo de 2022, publicado en Scientific Reports, encontró también señales del cambio en Europa, detectando un aumento del riesgo en el norte, sur y centro del continente.
Como detalla el investigador, este trabajo vincula por primera vez el incremento del riesgo de incendio por las condiciones meteorológicas con un aumento muy significativo de las emisiones de CO2 asociadas al fuego. “Hace unas décadas no se veía esa relación, pero se ha producido un cambio, ahora sí se observa que hay unos años muy extremos en condiciones de olas de calor y de riesgo de incendio que se traducen empíricamente en picos de emisiones de CO₂”.
Estos números tan altos de emisiones vinculados a los incendios forestales hacen reflexionar sobre el peligro de la estrategia de plantar árboles para retirar carbono de la atmósfera, pues sirve de poco si luego los árboles se queman. “Eso siempre se ha destacado en la literatura científica, la mitigación por cobertura forestal o de ecosistemas es poco resiliente”, señala Carnicer, que incide en por eso justamente resulta clave priorizar el recorte de emisiones, en lugar de esperar que sean luego absorbidas por los árboles.
Por su parte, la directora del Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus no considera que se deba poner en duda el uso de las masas forestales para luchar contra el cambio climático, sino que defiende aumentar los trabajos forestales para mejorar la prevención contra los incendios. Además, Rouil llama la atención sobre los otros gases contaminantes desprendidos por los fuegos que no calientan el planeta, pues no todo es CO₂. “Con las emisiones de los incendios también hay que pensar en los impactos en términos de contaminación atmosférica, pues se generan partículas finas que pueden dañar la salud”, advierte. Cada vez son más los avisos que piden tener en cuenta los tóxicos presentes en el humo de los fuegos, no solo en las zonas cercanas.
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