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El suelo, el gran desconocido salvavidas del clima

Un informe concluye que si se mejora su calidad podría absorber hasta el 27% del carbono necesario para mantener el calentamiento por debajo de los dos grados

Suelo
Ángeles Lucas

El suelo que pisamos tiene mucho más valor de lo que a menudo se piensa y puede almacenar entre dos y tres veces más carbono que la atmósfera, como se ha incidido en una reciente reunión internacional en Panamá de la Convención de la ONU de Lucha contra la Desertificación. Los miles de millones de microorganismos de los que se compone en suelo, sus hongos, materiales y un sinfín de características imperceptibles al ojo humano capturan CO₂, filtran y retienen el agua, proveen de alimentos, generan biomasa, proporcionan biodiversidad vegetal y animal y regulan el clima. Pero sus propiedades han sido destrozadas durante siglos con pesticidas, contaminantes, residuos o el mal manejo de las tierras. La ONU calcula que hasta un 40% del suelo está ya degradado y puede llegar al 90% en 2050. Este deterioro agrava además los impactos de sequías, inundaciones, danas con lluvias torrenciales, incendios o tormentas de arena.

Un reciente informe titulado Asegura el suelo, salva la vida, de organizaciones como Aroura, Save soil (Salvar el suelo) y la Comisión Mundial de Derecho Ambiental de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), exige su cuidado urgente: recoge cálculos recientes que cifran en 2.822 gigatoneladas la cantidad de carbono almacenado en el primer metro de suelo, un 45% más que las estimaciones previas. Además, concluye que, si se mejoraran sus condiciones, podría absorber hasta el 27 % del carbono necesario para mantener el calentamiento global por debajo de los dos grados. “Lo más importante es que el suelo esté sano, que tenga mucha vida. Así pueden producir también alimentos de calidad y mantener los ciclos y caudales del agua, entre muchas funciones más”, comparte Lu Yu, investigadora de políticas del movimiento social Save soil.

Este informe otorga al suelo como recurso estratégico un valor económico que supera los 11 billones de dólares anuales. “Además un suelo sano ofrece seguridad y estabilidad a los países y facilita una sociedad de paz y armonía”, declara Yu a principios de diciembre en Ciudad de Panamá, donde ha sido invitada a participar como sociedad civil en el comité anual de revisión de la Convención de la ONU de Lucha contra la Desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés).

Para esta 23ª edición, a la que ha sido invitada EL PAÍS, el organismo ha priorizado el trabajo sobre la pérdida mundial de tierras fértiles y las sequías extremas. El cambio climático aumenta la frecuencia, intensidad, extensión y duración de las sequías, según la ONU, que estima que para 2050 podrían afectar a más de tres cuartas partes de la población mundial. “Lo que necesitamos son más leyes para proteger el suelo y eso es lo que pedimos aquí”, reivindica Save soil en el encuentro panameño, que cuenta con la representación de 196 países y la UE. En esta cita se preparan los textos que se debatirán en la próxima Conferencia de las Partes sobre agua y tierras (COP17), convocada en agosto en Mongolia y para la que se esperan medidas de consenso contra la sequía, que también puede ser mitigada con un suelo sano por su capacidad para generar humedad, contener las raíces o encauzar los ríos.

“El suelo se está viendo cada vez más como algo importante. Necesitamos protegerlo, respetarlo y aprender de la población que lo cuida”, declara Yasmine Fouad, nueva secretaria ejecutiva de UNCCD, desde un flanco del impresionante Canal de Panamá, por donde pasa el 6% del comercio marítimo mundial y que en 2023 tuvo que reducir su actividad por la histórica sequía que sufrió el país. “La esclusa funciona con agua dulce y había que abastecer también a la población”, argumenta entre finísima llovizna y un intenso sol Roberto Beitia, guía del canal, frente a una infraestructura datada en 1913 y todavía útil.

“La sequía provocó también que se retrasara alrededor de un mes el periodo de siembra en la cuenca del canal y detectamos que el aumento de las temperaturas pudo traer algunos patógenos a la cosecha de café”, detalla Raúl Martínez, gerente de la dirección de sostenibilidad ambiental del Canal. El ejemplo evidencia la vulnerabilidad de la seguridad alimentaria frente al clima y las tierras, cuya degradación inducida por las personas ocurre en un 60% en el mundo en suelos agrícolas (cultivos y pastizales), por eso la agricultura regenerativa y la agroforestería se perfilan como las mejores soluciones. Panamá, que pertenece a la UNCCD desde 1996, se ha comprometido a alcanzar la neutralidad en la degradación de las tierras para 2030.

Pasos internacionales

Y se están dando más pasos, ahora no solo pisando el suelo como si nada, sino inclinando la cabeza con respeto hacia él. La UICN ha adoptado este año en el Congreso Mundial de la Naturaleza la Resolución 007 para desarrollar un instrumento jurídico global para la seguridad del suelo, y también se ha aprobado una ley modelo sobre la gestión sostenible del suelo por parte del Parlamento Panafricano. La Unión Europea, por su parte, ha aprobado en los últimos meses la directiva de Vigilancia del Suelo y un marco voluntario de certificación de carbono mediante el cual los agricultores podrán ser compensados por absorber más CO₂.

Estas medidas y el incipiente cambio de paradigma respecto al suelo genera también movimientos económicos y mecanismos de inversión. En el comité panameño, la UNCCD ha presentado el estudio Argumentos económicos a favor de la inversión en la restauración de pastizales, que concluye que se obtienen beneficios de hasta 35 dólares por cada dólar invertido. Otro apunte: la COP16, que se celebró en 2024 en Riad, contó con la mayor presencia del sector privado hasta el momento en esta cumbre. Por un lado, este sector es quien más contribuye a la degradación de las tierras, y a su vez se ve amenazado por la pérdida de producción asociada a la peor calidad del suelo, por lo que pide regulaciones para adaptarlas en toda la industria a la vez.

En el discurso de inauguración del comité panameño, Osama Faqeeha, viceministro de Medio Ambiente de Arabia Saudí y representante de la presidencia de la cumbre de Riad, dijo que la COP16 contó con unos 100.000 participantes, más que nunca. “Es un punto de inflexión en la toma de conciencia mundial sobre los impactos de la degradación de tierras y la sequía”. Fouad, que este diciembre ha ganado una medalla de reconocimiento por su contribución a la sostenibilidad de la fundación Nobel Sustainability Trust, creada por la familia sueca, destacó en su exposición: “La resiliencia de nuestras comunidades, economías y ecosistemas depende de la salud de las tierras”.

Porque el suelo no solo hacer germinar el alimento de personas y animales o fibras textiles, también es la base de minerales, de sedimentos en los que indagar la historia y es custodio del patrimonio sepultado de la humanidad. Julio C. Pachón-Maldonado, doctor en Ciencias del Suelo y coautor del informe de la UICN sugiere tratarlo como un macroorganismo viviente más que como un recurso y recuerda que de él también se obtienen la mayoría de los antibióticos. “Sería recomendable protegerlo de la erosión y fomentar la cobertura vegetal para que genere más vida”, propone el investigador, que resalta la importancia de buscar soluciones locales a cada desafío y de conectar a las personas con el bien del que depende su vida, que se acerquen y lo conozcan. Quizás ya no se pise así sin más y recobre sentido la expresión besar el suelo.

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Sobre la firma

Ángeles Lucas
Es editora de Sociedad. Antes en Portada, Internacional, Planeta Futuro y Andalucía. Ha escrito reportajes sobre medio ambiente y derechos humanos desde más de 10 países y colaboró tres años con BBC Mundo. Realizó la exposición fotográfica ‘La tierra es un solo país’. Másteres de EL PAÍS, y de Antropología de la Universidad de Sevilla.
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