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La difícil misión de descansar en las noches tórridas en Extremadura: “Dormimos por agotamiento físico y emocional, estamos reventados”

El aire acondicionado se ha vuelto imprescindible en pueblos donde con las mínimas más altas, de casi 28 grados durante la ola de calor

Un hombre tumbado en la cama combate el calor con un ventilador.

La ola de calor que azota desde el pasado domingo a gran parte de España no se hace sentir solo en las máximas. Las noches tórridas (aquellas con mínimas superiores a 25 grados) se ceban también con algunas zonas, en especial, en los valles del sur de Gredos, en Cáceres. En Valverde del Fresno, donde la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) registró las mínimas más calientes en la noche del lunes al martes ―casi 28 grados―, las personas se refugian al fresco de los aires acondicionados. “El calor es agobiante”, dice Rubén González (45 años), gerente de la Casa rural A Cashiña da Lagarteira, en el norte del pueblo. Según él, la única opción es dormir a ratos, encendiendo y apagando la máquina de aire acondicionado: “La enciendes, la dejas una hora, la apagas y te pones a sudar y la enciendes y así se va pasando la noche”.

En la otra punta de Valverde del Fresno, sobre la ribera que lo bordea, se levanta el hotel rural A Velha Fábrica. Carlos Carrasco (39 años), propietario del alojamiento, compara el calor de estos días con tan solo otras dos ocasiones. Por las tardes, asegura, “está insufrible”. Y por la noche, se lamenta, “no ha llegado el fresco” que esperaban. Esto se refleja en más afluencia en la piscina y más aires acondicionados encendidos por la noche, explica Carrasco. “Aquí en Valverde, en verano, siempre se levanta un poquito de aire y refresca bastante cuando se empieza a ir el sol, pero ahora lo que tenemos es un bochorno de miedo y el poco aire que va corriendo es caliente”, lamenta el propietario.

En la casa rural que dirige González el aire acondicionado también es lo que les ha salvado la noche. El hospedaje cuenta con cuatro aparatos, pero no suele ser necesario ponerlos todos. La noche del lunes al martes, sin embargo, han tenido que hacerlo. Los huéspedes que llegan no están preparados para el calor porque no lo imaginan, señala el gerente. “Siempre es un tema de conversación cuando los recibimos”, concluye.

Las altas temperaturas afectan, especialmente, la conciliación del sueño. El cuerpo humano, además de oscuridad, necesita un descenso en la temperatura corporal, una situación que con el calor se dificulta. La temperatura ideal para dormir es entre 18 y 22 grados, pero en diversos puntos de España los termómetros han marcado bastantes grados por encima. Durante la ola de calor, quedarse dormido no es el único reto, también lo es mantener un sueño profundo. A partir de los 25 grados, dormir siete horas es más desafiante; y cuando se exceden los 30 grados, las personas pierden entre 11 y 18 minutos por noche, según un estudio del 2022.

En Ribera del Fresno, en Badajoz, a unos 250 kilómetros al sur de Valverde, pasar la noche también se ha vuelto una pesadilla. “Dormimos por agotamiento físico y emocional, estamos reventados”, dice Antonio Flores (54 años), geógrafo que vive allí hace casi dos décadas. Flores habla desde la segunda planta de su casa, donde duerme. A las seis de la tarde, cuando se hace esta entrevista, se registran 31,9 grados. “Hay otra habitación que da al sol, donde duermen mis dos hijas, donde hace 33 grados”, explica. “En esa zona [de la casa] no tenemos aire acondicionado, entonces las noches son realmente terribles”. Según él, tener un sueño continuo es imposible. En su casa duermen con las ventanas abiertas y ventiladores, pero recién a las 5.00 de la madrugada comienza a refrescar. “Te levantas a las siete o nueve, y ya empieza el sol otra vez a repuntar”, cuenta. A esa hora, en la calle el lunes ya hacían 26 grados, dice.

Dormir mal tiene consecuencias. A corto plazo puede causar irritación, cansancio físico y mental, una menor capacidad de atención, además de un empeoramiento de la memoria a corto plazo. Si la ausencia de sueño se prolonga, los efectos van desde la aparición de enfermedades cardiovasculares y alteraciones metabólicas hasta la reducción en la esperanza de vida.

“Es agotador, cansa mucho”

Luisa, quien ha preferido no compartir su nombre real, vive en Valverde del Fresno hace 55 años. En la última década, asegura, se ha notado mucho el cambio. “Las noches de agosto refrescaba, a partir del 15 la gente iba a las verbenas con chaquetas”, recuerda. Ahora solo puede descansar si enciende el aire acondicionado. Esta suerte no es igual para todos sus vecinos: los que no tienen, e incluso los que sí. Como su padre, por ejemplo, que tiene más de 80 años y sufre de problemas respiratorios y que no puede usarlo por eso.

Luisa añade que el calor complica la jornada laboral, ya sea para quienes trabajan en una cocina, en el campo o en la construcción. “Es agotador, cansa mucho”, se queja. “Descansa quien afortunadamente tenga aire, pero quien no...”.

Tanto en Valverde como en Ribera del Fresno, las viejas construcciones hacen de refugio climático. Según varios de los entrevistados para este reportaje, las plantas bajas de las casas antiguas ―construidas durante el siglo XVIII y XIX― están separadas del exterior por paredes de un metro o más de ancho y tienen una menor exposición al sol, lo que las aísla del calor. Por ello, en la casa de Flores, a la misma hora, hay una diferencia de más de cinco grados entre las dos plantas, según las mediciones que ha hecho con termómetros.

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