Bruselas recuerda que el uso responsable del agua no es una tarea solo para el sur de Europa
La Comisión Europea presenta su Estrategia de Resiliencia Hídrica para mejorar la eficiencia y gestión colectiva del agua, con propuestas no vinculantes para reducir las fugas y mejorar la calidad de un recurso clave


Sequías en el norte de Europa e inundaciones devastadoras como la dana de Valencia en el sur. El cambio climático que afecta a Europa al doble de velocidad que al resto del planeta y los eventos extremos que provoca está forzando a todos a cambiar de paradigma respecto a un recurso que cada vez más países, no solo los tradicionales del sur, tienen claro que es finito: el agua. Consciente del reto, la Comisión Europea ha presentado este miércoles una Estrategia de Resiliencia Hídrica con la que busca “restaurar y proteger el ciclo del agua, garantizar agua limpia y asequible para todos y crear una economía del agua sostenible, resistente, inteligente y competitiva en Europa”.
El agua no es un recurso infinito y “tenemos que actuar ya” para garantizar que las generaciones futuras puedan disfrutar de un suministro de agua “limpio, asequible y sostenible” para todos, un requisito también clave para la competitividad de la industria, subrayó la comisaria europea de Medio Ambiente, Jessica Roswall, en una entrevista con varios medios en Bruselas de cara a la presentación de la nueva estrategia.
Esta no incluye legislación nueva —“hay mucha legislación sobre agua, lo que tenemos que hacer es centrarnos en su implementación”, responde Roswall a las críticas por la falta de ambición normativa del nuevo plan— sino una especie de hoja de ruta para ayudar a los Estados, los agricultores, industria y hasta los propios ciudadanos a mejorar la gestión de este recurso. Porque se trata de una acción colectiva, subraya Bruselas, que requiere esfuerzos de toda la sociedad.
“No es solo una política. Es un cambio de mentalidad”, ha subrayado la vicepresidenta ejecutiva de la Comisión, Teresa Ribera, al presentar junto a Roswall la nueva estrategia. De lo que se trata, ha explicado la española, es de “hacer de la seguridad del agua la base de todo lo que hacemos: desde las personas, la agricultura y la alimentación hasta la energía, la tecnología y la industria”. Porque todo está interrelacionado —los ecosistemas, las familias, los cultivos, las centrales eléctricas, los centros de datos, los fabricantes de automóviles o la industria del hidrógeno— y “todos dependen de la fiabilidad del agua”, ha recordado. “Si queremos una Europa sostenible, competitiva y segura, necesitamos que la resiliencia hídrica ocupe un lugar central en nuestra agenda”, ha insistido.
Otro argumento económico —la estrategia de Bruselas ante la creciente hostilidad medioambiental de las cada vez más fuertes fuerzas ultras que se expanden por Europa— es cifra pura: las inundaciones causaron, entre 1980 y 2023, pérdidas por valor de 325.000 millones de euros, recuerda Bruselas. A ello se une una creciente desertificación (el 74% de España corre ese riesgo, según un informe de la Comisión de febrero en el que también alertaba de que solo el 39,5% del agua en superficie está en buen estado ecológico) y una escasez de agua generalizada —el 30% del territorio europeo se enfrenta cada año a la escasez— que afecta tanto a los consumidores como a la industria o al campo, más allá de los devastadores efectos medioambientales.
La Estrategia fija tres grandes ejes: por un lado, restaurar el ciclo hidrológico. También busca transformar la economía del agua —en una Bruselas obsesionada con la competitividad, la Comisión recuerda que la UE es líder mundial en tecnología del agua y que el sector genera unos 111.700 millones de euros y ocupa a 1,6 millones de personas, de nuevo, argumentos económicos— y, finalmente, garantizar el acceso equitativo a este bien común.
El principio que rige toda la estrategia es el de la “eficiencia del agua primero”, es decir, “tomar todas las medidas necesarias para explotar el potencial de la eficiencia del agua y, así, reducir la demanda antes de explotar recursos acuíferos adicionales”.
Entre otros, propone el objetivo —no vinculante— de mejorar la eficiencia hídrica en la UE, para que pase del actual 1% de media a al menos el 10% hasta 2030, si bien reconoce que países como España tienen tasas por encima de la meta recomendada. También subraya la importancia de “reducir las fugas en las tuberías” —los niveles nacionales varían entre el 8% y el 57%— y “modernizar las infraestructuras hídricas” mediante financiación tanto pública como privada. De igual manera, alienta el uso de “soluciones digitales” para mejorar la eficiencia de estos sistemas y reducir las pérdidas.
Bruselas enfatiza también la necesidad de reutilizar aguas residuales: solo se reutiliza el 2,4% de las aguas tratadas en la UE, con grandes diferencias entre los Estados miembros, que oscilan entre cero y el 80%, enfatiza la Comisión.
“Usamos mucha agua, pero no la reutilizamos”, subrayó al respecto Roswall, si bien reconoció que hay países que destacan en este aspecto: “Chipre lo hace muy bien, España también, otros tienen margen de mejora”, señaló.
En aras de la eficiencia, el Ejecutivo comunitario también insta a fomentar la limpieza de las aguas, incluidas las PFAs o “químicos eternos”, aunque pese a los crecientes llamamientos de la sociedad para proponer restricciones a este contaminante, no hace una propuesta al respecto, como han criticado varias ONG medioambientales.
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