¿Desde cuándo existimos los seres humanos?
El bipedalismo, el crecimiento del cerebro, la dieta omnívora y la fabricación de herramientas jugaron un papel determinante en la evolución

Para aproximarnos a esta respuesta, es necesario examinar la combinación de rasgos que permitió definir al género Homo. El primero de ellos es el bipedalismo. Los primeros representantes de nuestra línea evolutiva caminaron erguidos, un cambio que obligó a una profunda transformación anatómica del pie y de la pelvis. Esta adaptación no solo modificó la forma en que nuestros antepasados se desplazaban, sino que también liberó las extremidades superiores, abriendo la puerta a nuevas posibilidades evolutivas.
Otro elemento clave en la configuración de lo humano es el crecimiento del cerebro. La evolución impulsó un notable aumento de la capacidad encefálica, un avance que trajo consigo el desarrollo de habilidades cognitivas cada vez más complejas como la planificación, la resolución de problemas y, con el tiempo, la aparición del lenguaje, uno de los rasgos más distintivos de nuestra especie.
La dieta omnívora también jugó un papel determinante en la evolución de los primeros humanos. La introducción de la carne —y, con ella, un mayor aporte de grasas y proteínas— impulsó un desarrollo cerebral más acelerado. Este cambio alimentario no solo favoreció el crecimiento del cerebro, sino que permitió a nuestros antepasados adaptarse a una mayor diversidad de entornos.
La fabricación de herramientas supuso otro hito decisivo. La irrupción de la tecnología transformó de manera profunda el rumbo evolutivo de nuestra especie. Los primeros humanos eran capaces de producir utensilios de forma relativamente sistemática y utilizarlos en su vida cotidiana. Con este avance, dejaron de limitarse a adaptarse al entorno y comenzaron a modificarlo activamente, lo que mejoró sus posibilidades de supervivencia. A partir de ese momento, la relación entre biología y tecnología se volvió claramente bidireccional: nuestras capacidades biológicas impulsaron el progreso tecnológico, mientras que la tecnología, a su vez, moldeó aspectos esenciales de nuestra propia evolución.
En última instancia, todos estos rasgos confluyen en una idea central: el género Homo desarrolló un comportamiento social significativamente más complejo que el de sus antecesores. La cooperación, la transmisión de conocimientos y la organización grupal empezaron a configurarse como elementos clave en la vida de estos primeros humanos.
El primer homínido reconocido formalmente como humano fue Homo habilis, cuyo nombre —hombre hábil— fue acuñado por el paleoantropólogo británico Louis Leakey en la década de 1970. Leakey llegó a esta conclusión tras el hallazgo, en la Garganta de Olduvai (Tanzania), de restos fósiles asociados a una industria lítica extremadamente primitiva, conocida como Olduvayense, con una antigüedad estimada entre 2,4 y 1,4 millones de años. A partir de estas evidencias, definió a Homo habilis como el primer fabricante de herramientas y, en consecuencia, como la especie fundacional del género Homo.
En la actualidad, sabemos que el bipedalismo y el uso de herramientas no surgieron de manera simultánea, como durante décadas se asumió. El hallazgo de Lucy (Australopithecus afarensis) lo dejó en evidencia. Esta pequeña hembra, cuyos restos fueron descubiertos en la región de Afar, en Etiopía, vivió hace unos 3,2 millones de años y constituye la primera prueba inequívoca de un homínido plenamente bípedo, pero no fabricante de herramientas.
Las investigaciones más recientes sitúan la aparición del bipedalismo en torno a los cuatro millones de años, a partir de los fósiles de Ardipithecus anamensis y Ardipithecus ramidus, encontrados en Kenia y Etiopía en la década de 1990. Sin embargo, existen indicios aún más antiguos: el fémur de Orrorin tugenensis (5,8–6 millones de años), hallado en Kenia, y las extremidades inferiores de Sahelanthropus tchadensis (6–7 millones de años), descubiertas en Chad (África), sugieren que estos primeros homínidos ya podrían haber caminado erguidos. La brecha temporal cada vez mayor entre las herramientas líticas más antiguas y el origen del bipedalismo refuerza la idea de que ambos procesos evolucionaron de manera independiente.
A este escenario se suma un dato revelador: Homo habilis no estuvo solo. Otras especies, como Homo rudolfensis, descubierto en Kenia y datado en 2,4 millones de años, podrían disputarle el título de primer representante del género Homo. Esto abre la posibilidad de que las industrias líticas más antiguas no pertenezcan exclusivamente a Homo habilis. De hecho, las zonas de Gona y Ledi-Geraru, en el triángulo de Afar, han proporcionado herramientas con una antigüedad de entre 2,6 y 2,5 millones de años.
Los descubrimientos continúan ampliando —y complicando— el panorama. Aunque rodeados de controversia, en el yacimiento de Dikika se han reportado marcas de corte sobre huesos de 3,4 millones de años, y en Lomekwi (Kenia) se han documentado herramientas que alcanzan los 3,3 millones de años. Un conjunto de hallazgos que obliga a replantear, una vez más, los orígenes de la tecnología humana.
Todos estos descubrimientos amplían los límites de lo que creíamos saber sobre quién fabricó las primeras herramientas y cuándo surgieron. Lo más plausible es que esas industrias iniciales fueran elaboradas tanto por homínidos tempranos como por especies de Australopithecus. Sin embargo, es con la aparición del género Homo —hace alrededor de 2,4 millones de años— cuando podemos hablar propiamente de “humanos”. A partir de ese momento, la biología y la cultura comienzan a influirse mutuamente de forma decisiva, y es esa alianza entre cuerpo y tecnología la que marca el inicio de nuestra historia como seres humanos.
Paula García Medrano es investigadora senior en Arqueología Cognitiva en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) de Burgos, y experta en el estudio de la tecnología lítica prehistórica.
Coordinación y redacción: Victoria Toro.
Pregunta enviada vía email por José Jiménez.
Las científicas responden es un consultorio científico semanal, patrocinado por el programa L’Oréal-Unesco ‘For Women in Science’ y por Bristol Myers Squibb, que contesta a las dudas de los lectores sobre ciencia y tecnología. Son científicas y tecnólogas, socias de AMIT (Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas), las que responden a esas dudas. Envía tus preguntas a nosotrasrespondemos@gmail.com o por X #nosotrasrespondemos.
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