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El planeta es nuestra granja: por cada animal salvaje hay 10 para consumo o domésticos

Dos estudios muestran como la vida domesticada supera a la silvestre con las personas moviéndose más que el conjunto de animales

Miguel Ángel Criado

Por cada animal salvaje hay 10 para consumo o domésticos. Los humanos vuelan ya más que las aves. En los mares, queda el 30% de las ballenas que había en 1850. El peso total de las vacas que hay se ha multiplicado por cuatro desde entonces. Todos los mamíferos salvajes que quedan suponen la misma masa que tenían los elefantes que había en el siglo XIX. Y solo los perros, gatos y roedores urbanos pesan más que el resto de animales terrestres silvestres. Podrían ser respuestas del Trivial, pero estos datos son el resultado de dos estudios científicos recién publicados. Uno, en Nature Communications, compara la biomasa doméstica versus el salvaje. El otro, en Nature Ecology & Evolution, mide cuánto se mueven los humanos frente al resto de seres vivos. Ambos trabajos muestran cómo la esfera del ser humano no ha dejado de crecer a costa de una Naturaleza en retirada. Es uno de los rasgos definitorios del Antropoceno.

El primer estudio compara la evolución de la biomasa total humana y la de las especies domesticadas con la de la vida salvaje desde 1850. El año no es arbitrario, es cuando la Revolución Industrial se universaliza. La operación matemática es relativamente sencilla. Para calcular cuánto suponen los humanos solo hay que multiplicar la población por la masa corporal media. A mediados del siglo XIX había unos 1.200 millones de personas en el planeta. Hoy somos más de 8.000 millones. El peso medio de un humano actual es de 54 kilogramos, pero los autores estiman que la masa corporal en el pasado era hasta un tercio menor (por el aumento de la obesidad, pero también por la mayor esperanza de vida, lo que engorda la porción de adultos en la población). Teniendo todo en cuenta, la biomasa humana se ha multiplicado por ocho, pasando de 20 millones de toneladas a 420 millones.

Los humanos no habrían llegado a ningún lado sin sus especies domésticas. Por eso, el trabajo suma a la biomasa humana, la de 14 especies domesticadas, como vacas, caballos o cabras. También añaden sus animales de compañía deseados, perros y gatos, e indeseados, ratones y ratas. En el primer grupo, en el que el ganado vacuno supone dos tercios del total, solo la biomasa de los caballos se ha reducido: tras un pico al que llegaron en la década de 1920, la llegada del tren y, sobre todo, de los coches, arrinconó a los equinos. En total, la masa del ganado, de los cerdos, gallinas, pavos, patos… se ha multiplicado por cuatro. Igual de explosivo es el crecimiento de la biomasa de los animales de compañía, incluidos los roedores, que han pasado de pesar unos cinco millones de toneladas en 1850 a veinte en la actualidad.

Los cálculos de la masa de la vida salvaje son algo más complicados. No hay estadísticas de muchas especies que se remonten a 1850. Pero el caso de las ballenas ayuda a que los científicos hagan sus cálculos. La industria ballenera, tradicional hasta la llegada de innovaciones como el motor de vapor o el arpón explosivo, se convirtió en industrial a mediados del XIX, con registros muy detallados. Casi se exterminó a las cuatro especies de ballenas más grandes: azul, rorcual común, jorobada y cachalotes. Sumados todos los mamíferos marinos, su peso era de unos 135 millones de toneladas a mediados del siglo XIX. En la actualidad apenas llegan a 40 millones.

Calcular la evolución de la biomasa de las 6.400 especies de mamíferos terrestres que se estima que hay es mucho más complicado. No existen registros de lo que cazaban los humanos o de las poblaciones de cada especie que había en el pasado, por lo que los autores solo dan estimaciones con un cierto margen de error. Los datos más fiables de los que se dispone se limitan a los grandes depredadores, ungulados y elefantes. Con ellos, hicieron proyecciones hacia atrás. Calculan que había tantos elefantes en 1850, que equivalían a toda la biomasa de los mamíferos no marinos que quedan. En total, habrían adelgazado pasando de 50 millones de toneladas a unos 20 millones. En suma, a mediados del siglo XIX la biomasa animal (humanos incluidos) era de 400 millones de toneladas, mitad salvaje, mitad doméstica. Hoy, casi se ha triplicado, pero solo ha crecido por el lado humano, con los mamíferos reducidos al 5% del total actual.

“El nuevo estudio revela el alcance del dominio de la humanidad sobre la vida silvestre y lo difícil que es reparar el daño que causamos a la naturaleza”, afirma Ron Milo, investigador del Instituto Weizmann de Ciencias (Israel) y coordinador de ambos trabajos. Para Milo, el hallazgo más sorprendente es el colapso de los mamíferos marinos. “Estas poblaciones se vieron gravemente perjudicadas por la caza industrial, principalmente a mediados del siglo XX. Aunque la caza comercial de grandes ballenas se prohibió hace unos 40 años, sus poblaciones solo se han recuperado muy parcialmente”, comenta en una nota.

Seres en movimiento

El segundo trabajo analiza un factor que no se había estudiado hasta ahora a escala global, el movimiento de la biomasa doméstica versus la salvaje. La métrica tiene la siguiente fórmula: la masa total de los miembros de una especie multiplicada por la distancia que recorren al año. Para muchas de ellas la migración es vital, como los ñúes o las aves migratorias, pero todos los animales se mueven para alimentarse, para buscar pareja, para escapar o perseguir. Algunos, como los principales depredadores felinos o los grandes herbívoros, son los ingenieros que dan forma a sus respectivos ecosistemas.

El movimiento humano global hoy en día es 40 veces mayor que el de todos los mamíferos terrestres salvajes, aves y artrópodos combinados. El alcance real de esa cifra se entiende mejor al descomponerlo por medio de transporte. Así, los humanos ya vuelan más en sus aviones que todas las aves que hay en los cielos. La investigación muestra que el 65% del movimiento de la biomasa humana se realiza en coche o moto y solo un 20% a pie o en bicicleta. Aun así, el movimiento humano al caminar es seis veces mayor que el de todos los mamíferos terrestres, aves y artrópodos silvestres combinados. De media, cada persona recorre unos 30 kilómetros al día por diversos medios, un poco más que las aves silvestres. En comparación, los mamíferos terrestres silvestres solo recorren unos 4 kilómetros al día.

“Estos estudios, impulsados por la curiosidad, también tienen consecuencias significativas”, recuerda Milo en un correo. “Ante todo, nos permiten comparar directamente la actividad de los animales con la de los humanos y comprender mejor las verdaderas relaciones de poder entre los humanos, una especie, y el resto del mundo animal”, añade. También tienen su relevancia ecológica. Como dice el investigador, “el movimiento animal es vital para numerosos procesos ecológicos, la salud de los ecosistemas y la supervivencia animal”. Son muchos los ejemplos: la búsqueda de alimento, el transporte de nutrientes, la polinización, la configuración física del entorno mediante la compactación del suelo… y, termina Milo, “afecta a la evolución mediante la mezcla de genes entre poblaciones”.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Criado
Es cofundador de Materia y escribe de tecnología, inteligencia artificial, cambio climático, antropología… desde 2014. Antes pasó por Público, Cuarto Poder y El Mundo. Es licenciado en CC. Políticas y Sociología.
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