Un descubrimiento en la cueva cántabra de El Castillo estrecha aún más las diferencias de los neandertales con nuestra especie
Seis cuchillos de sílex de Francia de hasta 70.000 años de antigüedad demuestran por primera vez contactos entre grupos de estos homínidos separados por más de 400 kilómetros

El hallazgo de seis pequeños cuchillos de sílex hallados en la cueva cántabra de El Castillo, en Puente Viesgo, una de las más importantes del mundo para el estudio del Paleolítico Medio y Superior, concluye que la población de neandertales que vivieron en la gruta entre hace 45.000 y 70.000 años tuvieron contactos con otros grupos humanos situados tan lejos como a 420 kilómetros, en la región francesa de Las Landas, lo que supone la mayor distancia comprobada hasta hoy en intercambios de este grupo de homínidos en Europa y Asia.
El descubrimiento, según todos los científicos que han participado en el estudio y otros expertos, es un hito más en la tendencia actual de considerar a los neandertales —que vivieron en Europa y Asia hace entre 40.000 y 300.000 años— mucho más próximos a nuestra especie, los sapiens, en sus comportamientos y habilidades tecnológicas y sociales de lo que se daba por hecho hace apenas una década.
El estudio, dirigido el año pasado por José Manuel Maíllo y Juan Marín, profesores de Prehistoria de la UNED, y publicado en Journal of human evolution, una de las más prestigiosas revistas internacionales de Antropología, ha revelado no solo la existencia en El Castillo de la media docena de piezas originarias de Tercis (Francia), sino de otras decenas que viajaron desde yacimientos de sílex en el centro de Asturias y Treviño, en la cuenca del Ebro, lo que resulta en una amplia zona de movilidad de los neandertales de unos 600 kilómetros de este a oeste y unos 150 en dirección sur.
Según Maíllo, “la conclusión de estos trabajos es otra aportación más en la dirección de que los neandertales poseían un territorio social bastante más amplio de lo que se pensaba hasta hace poco, cuando se les presumía un rango de acción de unos 50 kilómetros; posteriormente se demostraron intercambios entre grupos separados hasta 200 kilómetros en zonas de Italia y Armenia, pero la confirmación de la presencia del sílex de altísima calidad de Tercis en El Castillo dobla las magnitudes que conocíamos”.
Álvaro Arrizabalaga, catedrático de Prehistoria en la Universidad del País Vasco, resalta que “es un descubrimiento muy importante dentro de esta tendencia que aproxima el comportamiento, no solo tecnológico sino también social, de los neandertales a nuestra especie, en un yacimiento clave en la Península como es la cueva de El Castillo”.
“El marco general es muy diferente al de hace diez años, cuando el paradigma diferenciaba mucho las dos especies en comportamientos y en el plano físico; se maximizaban las distancias entre ambas. Desde 2016, cuando se secuencia el genoma humano en su totalidad, se descubre que compartimos ADN con los neandertales, que somos híbridos en ese sentido”, continúa Arrizabalaga.
La identificación de la procedencia de las herramientas de sílex del yacimiento de Tercis ha sido posible gracias al estudio geológico de los globigerinoides, los microfósiles marinos, dirigido por Diego Herrero, investigador de la Universidad de Vigo.
Las 262 piezas halladas en la cueva proceden de una excavación dirigida por los arqueólogos Victoria Cabrera y Federico Bernaldo de Quirós entre 1980 y 2003, aunque, según Maíllo, “la mayoría no se han podido identificar por alteraciones propias de la materia prima, ya que el sílex pierda el sílice a causa del contacto con el agua cargada con carbonato cálcico tan abundante en las cuevas”.
Para la datación temporal de las herramientas se han utilizado los métodos del Carbono 14 y de Resonancia de Espín Electrónico (ESR), que analizó los isótopos de la dentina —el tejido intermedio de un diente— de restos de animales que se encontraron en los mismos niveles arqueológicos que las piezas, dos de los cuales se estiman en una antigüedad alrededor de 70.000 años y el resto, en unos 47.000.
Según Roberto Ontañón, director de Cuevas de Cantabria y del Museo de Prehistoria y Arqueología de esta región, “cuanto más conocemos a los neandertales, más se parecen más nosotros. Se suponía hasta ahora que contaban con unas áreas de obtención de recursos en territorios pequeños y en grupos aislados, lo que se ha planteado como una de las causas de su extinción, pero la aparición de nuevos hallazgos nos obliga a replantearnos y nos advierten sobre la complejidad de sus comportamientos y habilidades sociales”.
Así, según este investigador, los intercambios paso a paso, de vecinos con vecinos hasta llegar a contactar con grupos poblacionales de Francia, es algo demostrado en la época magdaleniense, las gentes que vivían en Altamira hace 15.000 años, con sus intercambios de largo alcance. “Los recientes descubrimientos en la movilidad de los neandertales y, sobre todo, el obtenido en El Castillo equiparan estas pautas con las de nosotros mismos”, concluye Ontañón.
Álvaro Arrizabalaga resalta también que entre las materias primas de las piezas halladas se cuenten varias procedentes de la cuenca del Ebro. “Hasta el 2000 se interpretaba que la región cantábrica más occidental era como un fondo de saco, que las poblaciones prehistóricas se relacionaban solo hacia el norte hacia Francia —en las cuevas del País Vasco, en cambio, sí se ha hallado sílex de Treviño— y estos descubrimientos revelan un desfondamiento de la teoría, porque las montañas hacia el sur no son excesivamente altas y por lógica no eran infranqueables”.
Según este profesor de la Universidad del País Vasco, “este intercambio o movilidad explica mucho mejor el poblamiento en la Península Ibérica y lo confirman los yacimientos que están apareciendo en la propia cuenca del Ebro y hasta en la meseta: en la región de Madrid hace han descubierto el año pasado tres yacimientos del Auriñaciense (hace unos 40.000 años), ¡uno, incluso, en un solar al lado de la estación de Delicias, en pleno centro!”.
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