Charles Rice, Nobel de Medicina: “Es un crimen que exista un fármaco que podría curar a todo el mundo y no se pueda acceder a él”
El virólogo, galardonado por el descubrimiento del virus de la hepatitis C, ha contribuido a salvar la vida de millones de personas

Este hombre sonriente que pide un vaso de agua en el bar de un hotel ha contribuido a salvar la vida de millones de personas, según el comité sueco que le entregó el Premio Nobel de Medicina. Es el virólogo estadounidense Charles Rice, galardonado hace un lustro por participar en el descubrimiento del virus de la hepatitis C, un patógeno que destruye el hígado en silencio y puede degenerar en un cáncer letal. El virus todavía infecta a 50 millones de personas y mata cada año a 240.000, pese a que los avances de Rice y otros colegas permitieron que el químico Michael J. Sofia descubriera en 2007 una cura bautizada con su apellido: sofosbuvir. Cuando se vio que aquel nuevo fármaco era milagroso, la farmacéutica estadounidense Gilead compró la empresa de Sofia, Pharmasset, por 11.000 millones de dólares.
Rice, nacido en Sacramento hace 72 años, estudió “un curso de poesía en español y realismo mágico” cuando era poco más que un adolescente. “No sabía qué iba a hacer con mi vida”, recuerda. Encadenó trabajos ocasionales para ganar un poco de dinero: inspector de tomates en una fábrica de kétchup, vigilante de una cinta transportadora en una conservera de melocotones, chico de la limpieza en un club en el que limpiaba los cochambrosos váteres tras las fiestas. “Se me da bastante bien, soy relativamente rápido y dejo un brillo duradero”, bromea. Al terminar la carrera de Zoología, se compró con unos amigos una furgoneta Volkswagen de segunda mano y juntos emprendieron un largo viaje para recorrer América “hacia el sur sin ningún destino en mente”. Meses después, llegó hasta Argentina.
Ya convertido en un virólogo en la Universidad Washington en San Luis, Rice se enfrentó a un desafío. Los científicos Harvey Alter y Michael Houghton habían descubierto un virus desconocido en personas que tenían hepatitis tras recibir una transfusión de sangre donada. En 1997, Rice y otros colegas demostraron que ese virus era la causa de la enfermedad. “El hallazgo fue un paso importante para desarrollar pruebas de detección en sangre y nuevos medicamentos que han salvado millones de vidas”, resume el comunicado del Nobel. Rice, de paso por Valencia para formar parte del jurado de los Premios Rei Jaume I, se pone serio cuando habla sobre el precio de los fármacos que son capaces de curar.
Pregunta. Cuando usted ganó el Nobel, la médica Graciela Diap, de la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas, celebró que gracias al trabajo premiado existían medicamentos para curar la hepatitis C, pero añadió: “En América Latina, de los cuatro millones de personas que viven con hepatitis C, solo el 1% recibe el tratamiento. […] ¿Cómo explicar este descomunal fracaso?”.
Respuesta. Todavía estamos en esa fase, pero depende bastante del país. Al principio, parte del problema fue el precio que cobraban. Cuando apareció el sofosbuvir, hace unos 10 años, costaba 84.000 dólares por persona, que es muchísimo dinero, pero la empresa argumentaba que el desarrollo había sido muy costoso. Gilead, básicamente, compró este compuesto a una compañía biotecnológica llamada Pharmasset. Pagaron 11.000 millones de dólares y después tuvieron que hacer un ensayo en fase 3 [un experimento con cientos de personas para demostrar que el fármaco era seguro y eficaz]. Así que gastaron mucho dinero. La pregunta es: ¿Cómo fijan el precio del medicamento para recuperar sus gastos y obtener beneficios? No sé cómo lo hacen, pero el precio que pusieron me dejó consternado. ¿84.000 dólares, teniendo en cuenta el coste real de fabricación del fármaco?
P. Que era de unos 80 dólares.
R. Sí, el coste de fabricación era de 100 o 200 dólares. Esta cantidad no tiene en cuenta los 11.000 millones y el posterior desarrollo clínico, pero uno esperaría un precio más cercano al coste de fabricación. Es un crimen que exista un fármaco que podría curar a todo el mundo y no se pueda acceder a él, por su precio, entre otras razones. El precio se ha negociado a la baja en algunos países. En Egipto, por ejemplo, tenían un problema horrible con la hepatitis C, con el 10% de la población infectada por el virus. Lograron un acuerdo con la compañía para fabricar el fármaco en Egipto y venderlo a un precio que el sistema público de salud sí podía pagar. Ha sido uno de los programas más exitosos. Y creo que en España es parecido, han conseguido curar al 90% de la población infectada. Ya se está proporcionando este medicamento a precios muy bajos en otros países de África, pero es un proceso desesperadamente lento. Vivimos en un mundo en el que ganar dinero es la fuerza que motiva a las personas para hacer cosas, en gran medida. Y eso es un problema, porque no se desarrollan medicamentos para algunas enfermedades porque no se puede ganar suficiente dinero con ellos.
P. En el desarrollo del sofosbuvir se invirtieron 61 millones de dólares de dinero público, según un estudio de la Universidad de Harvard. ¿Los contribuyentes están pagando dos veces por el mismo fármaco?
R. Esa cantidad difícilmente sería suficiente. Lo que pagaron los contribuyentes fueron investigaciones como la nuestra, que permitieron hacer el trabajo preclínico y determinar que este compuesto tenía esas propiedades, pero eso solo es una pequeña parte, aunque extremadamente importante, de lo que realmente costó desarrollar este medicamento. Gilead pagó 11.000 millones de dólares para comprárselo a Pharmasset.
P. Pero esa cantidad puede ser especulación.
R. Es especulación. Y, por supuesto, ganaron dinero, pero no se puede decir que hemos pagado 61 millones de dólares por el fármaco y que con eso vale.
No se desarrollan medicamentos para algunas enfermedades porque no se puede ganar suficiente dinero con ellos
P. La humanidad solo ha conseguido erradicar una enfermedad humana del planeta, la viruela. ¿La hepatitis C podría ser la segunda?
R. Eso esperaba yo. En España se está haciendo un gran trabajo, pero en Estados Unidos no nos está yendo tan bien: la incidencia de la hepatitis C está aumentando, no disminuyendo. La epidemia de opioides está incrementando las infecciones. Es decepcionante. Tenemos fármacos que podrían erradicar el virus, pero las cosas no son tan sencillas. Francis Collins, que fue director de los Institutos Nacionales de la Salud durante muchos años, apoyó los esfuerzos para erradicar la hepatitis C en Estados Unidos en 2030. La Administración Biden destinó unos 10.000 millones de dólares para lograrlo. Con el nuevo Gobierno [de Donald Trump], todo esto ha desaparecido.
P. La ciencia está siendo atacada.
R. Sí, la ciencia está siendo atacada. Estamos cerca de erradicar algunas enfermedades, pero están reapareciendo y volviéndose a propagar por el movimiento anticiencia y antivacunas.
Estamos cerca de erradicar algunas enfermedades, pero están reapareciendo por el movimiento anticiencia y antivacunas
P. ¿Es un antivacunas el secretario de Salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy?
R. Sí, es increíble. Ahora dicen que la vacuna de ARN contra la covid, que fue un descubrimiento histórico, es horrorosa. Tenemos personas en posiciones de poder en Estados Unidos que no son quienes deberían estar tomando estas decisiones.
P. Es una locura.
R. Es una locura, realmente una locura, no sé cómo va a terminar todo esto. Cada día desmantelan algo. La investigación médica y la ciencia florecieron en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Se han necesitado más de 70 años para llegar al punto en el que estamos, y ahora están destrozando todo en unos meses.
P. Donald Trump pretende recortar un 40% el presupuesto de los Institutos Nacionales de la Salud.
R. Es una época bastante sombría para la investigación médica. Hay una frase que me encanta de Mary Lasker, que fue una gran defensora del concepto de los Institutos Nacionales de la Salud hace muchas décadas: “Si crees que la investigación es cara, prueba con la enfermedad”. Prevenir una enfermedad es mucho más barato que dejar que ocurra y luego intentar reaccionar. Nuestra capacidad para responder a la próxima pandemia es mucho peor que la respuesta que dimos a la covid, que ya estuvo lejos de ser lo buena que podría haber sido. Es desconcertante. Tras la experiencia de la covid, pensé que por fin tendríamos una nueva edad de oro para la investigación de las enfermedades infecciosas, pero ese espíritu duró un par de años y luego, básicamente, todos esos programas que se implementaron se cancelaron.
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