Desconfiados
En Chile, los públicos de derecha tienden a preferir medios tradicionales de alcance nacional, mientras que aquellos que se identifican con la izquierda buscan medios ‘online’ independientes y críticos

Esta semana se publicaron los resultados de la segunda versión anual del estudio Consumo de Noticias y Evaluación del Periodismo en Chile, una iniciativa liderada por académicos de la Universidad Católica de Valparaíso en conjunto con investigadores de Feedback. Entre los principales hallazgos destaca que, en plena era del desencanto informativo, Chile parece ir en dirección contraria a la tendencia global, que muestra un claro descenso en el interés y el consumo habitual de noticias. En cambio, en nuestro país, un número creciente de personas declara consumir noticias como parte de un espacio ritual inserto en las rutinas cotidianas, donde las noticias fluyen sin cesar desde aplicaciones y redes sociales. Sin embargo, esta disponibilidad genera también una atmósfera de saturación y escepticismo, profundizando la brecha entre la ciudadanía y los medios de comunicación. Una relación ya debilitada por la fragmentación ideológica, la desconfianza y la fatiga informativa.
Aunque durante mucho tiempo fue solo un supuesto de sentido común, ahora contamos con evidencia empírica: la segmentación ideológica de las audiencias es un rasgo central del paisaje mediático actual. En Chile, por ejemplo, el estudio reveló que los públicos de derecha tienden a preferir medios tradicionales de alcance nacional, mientras que aquellos que se identifican con la izquierda buscan medios online independientes y críticos. Así, no solo consumen contenidos distintos, sino que además asignan etiquetas ideológicas a cada medio, de manera que la mayoría de los diarios tradicionales de alcance nacional son percibidos mayoritariamente como de derecha, en tanto que los medios digitales alternativos y las radios comunitarias son percibidos más de izquierda o de centro. De este modo, cada sector social encuentra un espejo mediático que reafirma sus convicciones, pero también levanta muros frente a las visiones contrarias. El resultado: la brecha interpretativa se ensancha, con audiencias que desconfían y evitan las fuentes que asocian con el bando contrario, amplificando la percepción de sesgo en los medios. La consecuencia más evidente es que el público queda atrapado en burbujas informativas donde el otro está, casi siempre, equivocado.
Al mismo tiempo, la confianza en el periodismo atraviesa un declive global. Según el estudio, casi la mitad de los chilenos califica la labor de los medios como pobre, y más de la mitad percibe un sesgo sistemático en la cobertura. En la misma línea, a nivel internacional, varios estudios confirman que menos de la mitad de las audiencias confía en las noticias, situación que se agrava en países con altos niveles de polarización que tienden a registrar caídas significativas de la confianza. Paradójicamente, a pesar de esta desconfianza generalizada hacia los medios, muchas personas dicen confiar más en periodistas reconocidos o de renombre que en las propias instituciones donde trabajan.
La sobreabundancia de noticias y su tono a menudo pesimista han derivado en lo que algunos expertos denominan fatiga informativa, impulsando conductas evitativas. En efecto, observamos que una mayoría significativa del público opta por desconectarse, total o parcialmente, de cierto tipo de noticias, particularmente aquellas que se asocian a la crónica roja, como una forma de proteger su salud mental y emocional. No es un fenómeno exclusivo de Chile: a nivel global, más de un tercio de las personas admite esquivar las noticias de manera habitual. Las causas van desde la saturación hasta la frustración con la agenda mediática, haciendo que muchos potenciales consumidores se sientan agotados frente a noticias que solo parecen aumentar la ansiedad o el morbo en la vida cotidiana. Sin embargo, este apagón informativo tiene consecuencias indeseadas: si bien ofrece un alivio psicológico, también reduce el espacio compartido de la realidad pública, complicando la construcción de consensos sobre los problemas sociales más urgentes.
En el corazón de este cambio de actitud está la revolución tecnológica, que ha transformado la forma en que consumimos información. La irrupción de las redes sociales y las plataformas de video ha removido los cimientos de los medios tradicionales. Para una proporción creciente de jóvenes, enterarse de lo que ocurre en el mundo es sinónimo de revisar TikTok o Instagram, antes que abrir un diario o sintonizar un noticiero. De hecho, otros estudios destacan que en varios países, los menores de 25 años ya prefieren las redes como puerta de entrada a la información, lo que marca una brecha generacional profunda. Aunque este avance tecnológico permite una experiencia informativa hiper personalizada, también tiende a encapsular a los individuos en círculos que refuerzan sus sesgos preexistentes. En el peor de los casos, las redes se convierten en terreno fértil para la desinformación y la propaganda emocional.
A estas dinámicas se suma la irrupción de la inteligencia artificial en la generación de contenidos. Mientras las redacciones exploran cómo automatizar tareas y ampliar su cobertura, el público observa este fenómeno con un comprensible recelo. Tres de cada cuatro chilenos creen que el uso de la IA en los medios provocará un aumento en la producción y difusión de noticias falsas, un temor justificado en estos tiempos de desinformación automatizada. Solo una minoría confía en que estas tecnologías puedan reemplazar el trabajo humano o producir noticias de calidad por sí solas.
En suma, el panorama global de los medios de comunicación está marcado por tensiones comunes: audiencias polarizadas que solo escuchan su propio eco, ciudadanos que dudan incluso de lo que leen y muchos otros que optan por el silencio informativo ante el ruido ensordecedor del ciclo noticioso. El desafío es enorme: los medios deben recuperar su legitimidad como servicio público esencial, y la ciudadanía necesita identificar lo que es periodismo confiable, plural y crítico de lo que son posiciones de trinchera. Reconectar a la sociedad con la información veraz será la medida de nuestra madurez democrática.
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