18 meses
El 'Full de ruta' no ha funcionado: el camino a la independencia que anunciaba no se ha producido. A pesar de ello, algunos aún parecen tener fe
Según el Full de ruta unitari del procés sobiranista català, el proceso de transición nacional iniciado el 27 de septiembre de 2015 debía culminar en un periodo máximo de 18 meses. Es decir, el pasado lunes 27 de marzo. Con arreglo al Full de ruta, somos independientes.
Pero nada de eso ha sucedido. A cambio, otros fenómenos extraños han ocurrido en estos 18 meses. Por ejemplo, en una lectura singular de los resultados del 27-S, algunos independentistas consideraron que habían ganado dado que había que reinterpretar los votos de Catalunya Sí que Es Pot a la luz del carácter plebiscitario que Artur Mas dio a las elecciones. Esta reinterpretación no hacía sino confirmar que el famoso derecho a decidir era en realidad una forma amable de presentar la obligación de decidir.
En estos 18 meses también se ha extremado una asimetría entre los independentistas: son escépticos acerca de los progresos que puedan hacer las élites políticas madrileñas en materia territorial pero creyentes hasta la médula acerca del compromiso ineludible de las élites políticas independentistas. Hay evidencia de que esta asimetría en las creencias está injustificada. Tal vez una explicación de esa asimetría descansa en la optimista idea general de que es una verdad sacrosanta que los nuestros, a diferencia de los otros, no nos engañan nunca.
En estos 18 meses han ocurrido cosas muy interesantes para los filósofos del derecho. En el Full de ruta y en otros documentos del procés se anunciaron las leyes de desconexión de España y la denominada ley de transitoriedad jurídica. La idea, según entiendo, es revestir de legitimidad jurídica el proceso de secesión, en el sentido de que todo lo que se está haciendo es legal. Ya dijo Francesc Homs que descartaba crear nada que no fuera legal. Y si lo descarta Homs...
El problema es que no hay manera de revestir de legalidad el proceso catalán de secesión. Y esto no tiene nada que ver con la cerrazón de los políticos o tribunales españoles. Se trata de un problema lógico. So pena de perder algún lector tras esta lúgubre afirmación, intentaré explicar el intrincado problema de la manera más clara posible.
Las leyes de desconexión de España no tienen validez legal porque por definición no pueden tenerla: son actos constitutivos de la creación de un nuevo Estado, es decir, son actos constitutivos de la creación de un nuevo orden jurídico, y es esto último lo único que puede dar validez legal a una ley. Las leyes de desconexión de España son, pues, las fuentes últimas de legalidad del nuevo orden jurídico catalán, pero es precisamente esa misma naturaleza de fuente última de legalidad la que impide, por razones lógicas, que ellas mismas sean legales.
La única manera de hacer legal la secesión catalana sin caer en esta imposibilidad lógica sería que la Constitución española permitiera la secesión. Pero no hay ninguna interpretación de la Constitución que dé pie a ello.
Alguien podría decir que dado que las fuentes de legalidad de un Estado son algo que nace junto al Estado, la secesión no es ilegal, sino más bien algo así como alegal (ni legal ni ilegal). De este modo y en relación con el orden jurídico español, las leyes de desconexión serían ilegales; pero en relación con el nuevo orden jurídico catalán, las leyes de desconexión serían alegales (ni legales ni ilegales). Esta idea, aún siendo interesante y digna de ser explorada, no cambia, en cualquier caso, el punto relevante: cuando los independentistas dicen que el Full de ruta garantiza que todo será legal, están afirmando algo simplemente falso.
En resumen, el Full de ruta no ha funcionado: el camino a la independencia que anunciaba no se ha producido. A pesar de ello, algunos aún parecen tener algo parecido a la fe en el Full de ruta.
Esto último me recuerda una anécdota que cuentan de Niels Bohr. En una ocasión el gran físico danés invitó a unos amigos a su casa y estos se sorprendieron de que Bohr hubiera colgado una herradura en la puerta, así que le preguntaron si realmente creía que las herraduras traían suerte a quien las exhibía. Bohr respondió: “No, pero me dijeron que funcionan aunque no creas en ellas”. Me temo que a estas alturas algunos independentistas cuelgan en la puerta de su casa el Full de ruta con la misma desesperanza con la que Bohr colgaba la herradura.
Pau Luque pertenece al Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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