Discontinuo

Podría haber sido excelente, pero se quedó en correcto. Sin más. Es difícil saber exactamente porque, pero aquello que Howe Gelb ofrece en sus discos, y particularmente en el último, The Coincidentalist, no se enseñoreó del escenario del teatro Principal, donde el Blues & Ritmes dispuso su actuación frente a una parroquia de fino paladar y muchas horas de música en sus oídos. Se notaba ya en la cola, fila de personas avezadas en esto de vivir. Era pues un espacio y lugar perfecto para dejarse acunar por el artista de Tucson, pero éste, mediase la razón que mediase, actuó pilotado por un automatismo y el concierto sólo se elevó para aquellos que pusieron todas sus alas en la tarea.

Howe Gelb tiene una cosa en contra, dar por sentado que su imponente figura, rematada por un rostro de mestizo imberbe de Río Grande y tocada por un sombrero manipulado con coquetería, basta junto con su voz, grave y profunda, para desarmar. En Badalona daba en ocasionas la sensación de que con sólo hablar quedo, deslizando las palabras con pereza, con pausa de hombre herido que evocó al personaje de Matthew McConaughey en True detective, pensaba tener suficiente. Su media sonrisa de satisfacción lo decía al rematar cualquiera de sus comentarios, por otra parte no particularmente agudos. Metido en faena de interpretación, Gelb no halló continuidad en un concierto en el que los espectadores hubieron de dar muchas puntadas para coserlo.

De hecho, dividido en tres áreas en relación con el instrumento que tocaba -guitarra acústica, eléctrica y piano-, la actuación tuvo notables altibajos marcados por la dificultad que tuvo Howe Gelb para crear un ambiente sostenido que facilitase la implicación de la asistencia. Acompañado por un dúo -bajista y un segundo instrumentista que tocaba guitarra o batería- ese ambiente seco y duro, áspero y polvoriento que en su música evoca la narrativa de Cormac McCarthy, no despertó las mismas sensaciones que en las grabaciones. Variando registros (rock, jazz, folk, country..) Howe Gelb dejó claro que no sólo su voz y estampa bastan. Cuando hay pocos elementos en juego, ninguno puede fallar.