El bochorno de Donostia 2016
El espíritu ciudadano que generó la designación asiste perplejo al cisma interno
Donostia 2016 ilusionó a la ciudadanía. Fue una designación motivante que acalló con el vigor del proyecto aquellas arteras maniobras polítícas insufladas por las capitales derrotadas. Suponía una apuesta cultural con una indisimulada proyección hacia la convivencia, incluso en un escenario entonces todavía enmarañado por la violencia. Era un reto para ahondar en la imagen internacional de una capital, de un país y que se hará realidad, felizmente, en un tiempo de paz.
Pero no han pasado siquiera dos años de aquella designación cuando un sonrojante bochorno acosa la credibilidad de Donostia 2016, azuzada por una crisis interna incapaz de superar las injerencias políticas, las discrepancias y la erosión de la fe en un proyecto compartido. En puertas de enseñar los primeros deberes a Europa, la capital guipuzcoana se apresta, sin embargo, a tapar sus vergüenzas, envuelta en un carrusel de anomalías atropelladas que causan estupor.
Bastaría de hecho la mera proyección pública de un vídeo sobre las últimas 12 horas en torno a la idoneidad de la (pen) última directora general de Donostia 2016, Itziar Nogeras, para exigir una urgente interpelación y, por supuesto, una explicación debidamente justificada. Los vecinos de San Sebastián no se merecen semejante patetismo ante el escaparate internacional en el que se encuentran.
Debe decirse que la enésima vacante en la dirección de este proyecto responde a la lamentable consecuencia de un enfrentamiento personal desde dos posiciones políticas alejadas: Bildu y PNV. La responsabilidad de estos dos partidos con vocación de poder debería situarse a la altura que exige la envergadura de este compromiso. Jamás debería olvidarse que Donostia 2016 no tendría sentido si se olvida de la calle, si alienta el desafecto social. Pasa el tiempo y se suceden los (mismos) errores. Que haya de una vez una gestión profesional.
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