El 40,8% de jóvenes sin emancipar aportan más del 25% de ingresos al hogar
Neus Munté adelanta cifras de la encuesta de juventud que desmontan mitos

Los jóvenes catalanes no son tan ni-ni. Si viven con sus padres no es por conveniencia, sino por necesidad. A las dificultades para encontrar una vivienda a precio asequible se añaden los obstáculos para acceder al mercado laboral —sufren una tasa del paro del 29,9% según la última encuesta de población activa (EPA)— que retrasa su emancipación.
Solo el 51,9% entre 20 y 34 años han conseguido abandonar el hogar paterno y respecto a los que aún no se han emancipado, el 40,8% aportan más del 25% de los ingresos totales de esa unidad familiar. En concreto el 30,6% contribuyen entre el 25% y el 50% en las cuentas familiares y el 10,2% lo hacen con más del 50% del total.
Las cifras corresponden a la encuesta de la juventud de Cataluña 2012 que se presentará en los próximos meses, pero fueron adelantadas ayer en sede parlamentaria por la consejera de Bienestar Social y Familia, Neus Munté, quien aprovechó para desmontar “percepciones sociales nada correctas sobre nuestra juventud”.
La consejera aseguró que la crisis afecta a todos los sectores de la población y que la “solidaridad intergeneracional se da en ambas direcciones”. Es decir, que los padres ayudan a sus hijos en lo que pueden, pero la colaboración también se da al revés, de vástagos a progenitores. Los datos demuestran, según Munté, que es “radicalmente falso” que los jóvenes se queden en casa por comodidad. “Nuestros jóvenes también son solidarios y se implican con sus familias. Esto demuestra la fuerte cohesión de nuestra sociedad”, añadió la consejera.
La empresa donde trabajaban los padres de Oriol cerró. Él, de 62 años, se prejubiló. Ella, a sus 57 años, se convirtió en una parada más de las 900.000 personas que desearían trabajar en Cataluña, según la EPA. El joven, de 22 años, trabaja de entrenador de baloncesto en un par de colegios y cobra 400 euros al mes. “La época de ‘mamá, dame dinero’, se acabó”, explica. “Ahora me pago todos los gastos, soy económicamente independiente, y también aporto parte de mi salario a casa”. Oriol recuerda que hubo meses, “cuando la empresa estaba mal pero no cerraba”, que sus ingresos eran los únicos que entraban en su casa. “Por suerte ya pasó, pero si es necesario les doy el sueldo entero, faltaría más”.
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