El pasado siempre vuelve

Pablo Genovés (Madrid, 1959) tiene dos obsesiones constantes en su trayectoria. De un lado, la “apropiación”, como él dice, “de imágenes persistentes del pasado que vuelven a la vida para reinterpretarse”. Del otro, la utilización de una encrucijada de lenguajes para promover la reflexión sobre las mentiras cotidianas. Su obra combina con acierto técnicas avanzadas de fotografía digital y elementos pictóricos gracias a las imágenes antiguas, material base de todas sus creaciones. Desde el jueves, la sede de Loewe en Madrid acoge 10 de sus composiciones bajo el nombre Cronotados.

Se trata de imágenes de gran formato que muestran interiores de estética barroca asolados por los elementos naturales. Genovés explica que ha seleccionado piezas de sus dos últimas series, Precipitados y Cronología del Tiempo, de cuya fusión surge el título: “La primera alude al agua que invade los espacios sacros mientras que en la segunda me centro en los escombros del después. Sólo la irrupción súbita de la naturaleza puede liberar la imagen de su propia mentira y contradecir su eterna vigencia”, sentencia.

Genovés trabaja sobre estampas datadas entre 1910 y 1930: “Las busco en antiguos mercados, las rescato del olvido y las vuelvo a interpretar”. Sobre un viejo teatro en sepia, el artista superpone fotografías digitales de mares y olas tomadas en la actualidad. “El objetivo es que el espectador crea que la imagen podría ser real, aunque sepa que es un fotomontaje”.

Su trayectoria, a caballo entre Madrid y Berlín, ha estado marcada por la evolución tecnológica. Fue uno de los primeros de su generación en usar el ordenador como herramienta artística, desde “trucos de escanear con el Mac de un mega hasta el Photoshop”. Hoy su prioridad es mover a la reflexión sobre cómo las raíces de nuestra vieja cultura se enfrentan a los problemas actuales: “Es un momento en que digitalizamos los libros y llenamos de turistas nuestros tesoros culturales”, concluye, “y no debemos olvidar de donde venimos”.