Una quimera de cajas sociales y rentables
Conocí, hace poco más de un año y con ocasión de unas reuniones a las que luego haré referencia a Mario Fernández, presidente de KutxaBank. Constaté, no diré que por esperada menos impactante, la concurrencia de dos capacidades interdependientes. Mario Fernández posee una capacidad de comunicación fuera de lo normal y, probablemente por eso, una capacidad de liderazgo que hace que llegar a acuerdos no resulte muy difícil.
Como decía, el año pasado mantuve con otras personas una serie de reuniones que condujeron a que Bildu no se opusiera a la fusión de las cajas y a la integración de la Kutxa Gipuzkoa en KutxaBank.
He de decir que la postura con que Bildu acudió a aquellas reuniones fue abierta, dialogante y con las posiciones bien asentadas en el terreno de lo real. Queríamos una banca pública que estuviera íntimamente vinculada al bienestar social de, en nuestro caso, Gipuzkoa. No nos encerramos en la discusión sobre si “galgos o podencos”, es decir, si el instrumento, el ente crediticio público había de revestir una forma jurídica u otra, caja o banco. Tampoco la caja de ahorros es un modelo que nos es propio al cien por cien. En las reuniones previas asumimos que lo que verdaderamente nos interesaba era el carácter público y sus fines de esta naturaleza y no la obtención de un beneficio cuanto mayor mejor.
Poco queda del acuerdo en KutxaBank sobre su carácter público y social
Las reuniones con Mario Fernández fueron sencillas, cordiales y, realmente, nada difíciles. Cedimos, o mejor dicho, asumimos la imposición de la realidad a propósito de la inviabilidad de mantener el modelo de caja, hecho que Mario nos dejó claro y nos vendió muy bien argumentado desde un punto de vista lógico, (la verdad es que subsiste algún modelo muy pegado a su ámbito territorial y muy vinculado a su fin social, por ejemplo, en Onteniente).
Frente a esto Mario, asumió o pareció asumir la inclusión en el contrato de integración y después en los estatutos de KutxaBank, unas líneas rojas que sujetaban la entrada de capital privado a la voluntad de las sociedades vizcaína, gipuzcoana y alavesa.
Así se plasmó negro sobre blanco y así se llevó a la práctica. Como representantes de Bildu actuamos con toda la buena fe del mundo, hicimos un ejercicio de responsabilidad que fue fenomenalmente recibido por la sociedad. En cuanto a la buena fe de la otra parte, como todas, se presume siempre, y en estos términos hicimos el acuerdo.
Trascurrido el tiempo el pacto PNV-PP para retrasar la configuración de las asambleas con arreglo a los resultados de mayo de 2011 permitió a KutxaBank modificar los estatutos y hacer sencilla la entrada de capital privado, dejando en agua de borrajas las voluntades que hicieron aquel acuerdo. El retraso desleal es uno de los ejemplos típicos que la doctrina alemana describió como contrarios a la buena fe.
No voy a hacer yo un juicio de intenciones ni a indagar sobre la causa y motivos interiores y propias de Mario Fernández e Iturbe cuando realizamos aquel compromiso de voluntades pero lo cierto es que de aquel acuerdo sobre mantener como bien primordial el carácter público y social del banco, sólo queda lo siguiente: Cuando entre capital privado, la participación de la representación social en los órganos del banco se verá reducida en su proporción correspondiente. La representación privada junto con la representación de la derecha, PNV y PP, que comparten criterios, pondrá en un brete la actuación social, pública y vinculada a los territorios, que entonces entendimos como principio básico del nuevo banco.
Pensar que KutxaBank será entidad pionera en acabar con las prácticas de ejecuciones hipotecarias que conducen a dramas sociales como los desahucios y que en nada benefician al balance y cuenta de resultados es una quimera.
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