La lección (magistral) de los barbudos
Megafaun o la relectura del rock americano con raíces

Cualquiera que escuchase anoche a Megafaun con los ojos cerrados en la Moby Dick no precisaría ser demasiado sagaz para imaginarse a unos tipos hirsutos y con camisas a cuadros. Habría acertado parcialmente: en su actual configuración, integran el cuarteto dos barbudos y otros tantos caballeros con gafas de pasta. Las crónicas acostumbran a referenciarlos como la banda original de Justin Vernon, el maravilloso cantautor luego emancipado bajo el alias de Bon Iver. Felicitémonos, en realidad, de que una buena banda se disgregara en dos proyectos excelentes.
El polifacético Phil Cook abre la sesión soplando la armónica y distorsionando una guitarra polvorienta, como aquellos paisajes arenosos de Ry Cooder en Paris, Texas. El blues desemboca enseguida en unas lisérgicas armonías a tres voces, tal que en una versión psicodélica de Fleet Foxes. A Megafaun los suelen ubicar en el difuso casillero del country alternativo, pero su recital constituyó, más bien, una panorámica del rock yanqui con raíces.
Get right sonó tan radiante como esas canciones que se le ocurren a Jeff Tweedy cuando se levanta sin migraña. Una pieza instrumental con banjo era campito puro y los viajes guitarreros con aditamentos químicos remiten a Phish. Todo resultaba satisfactorio hasta que el batería, Joe Westerlund, asumió la voz cantante. Entonces la placidez derivó en éxtasis, como si asistiésemos a la resurrección de The Band y debiéramos comunicarle al mundo la buena nueva con un tuit fulgurante. El entusiasmo se prolongó gracias a la balada You are the light, con unas segundas voces tan llorosas como las de Acadian driftwood. Y para el final quedaron Carolina days -exaltación de la patria chica que apetecería escuchar a todo volumen en el radiocasete del coche- y el colofón glorioso de Real slow’ Los barbudos y los gafotas de la costa este se despidieron entre muestras de fervor, acaso sin darle mayor importancia a su acelerada lección magistral.
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