Nativel Preciado: “No quiero perder el tiempo con libros que no me atrapan desde el principio”
‘El pan de mis hijos’ es la nueva novela de la periodista y escritora

Una veterana periodista y escritora, como la propia autora, es la protagonista de El pan de mis hijos (Espasa), la nueva novela de Nativel Preciado (Madrid 1948). En el centro de la trama está la herencia de una tía lejana que incluye un ático y un perro.
¿Cuándo supo que se dedicaría a la escritura? Cuando leía de niña Las aventuras de Guillermo, de Richmal Crompton, La isla del tesoro, de Stevenson o El Capitán Trueno, de Víctor Mora. Quería vivir esas historias para luego contarlas. Después fui cambiando de opinión y quise ser trapecista, cineasta, veterinaria o médico, hasta que me incliné por la escritura, porque era lo que practicaba habitualmente.
¿Qué libro ha leído más veces? Las suficientes como para aprenderlo de memoria: Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Neruda; Rimas y Leyendas, de Bécquer; y Canciones, de Lorca. Y por devoción a mi profesor de literatura, varias veces La Ilíada, más que La Odisea. Me hice adicta a la mitología griega.
¿Y cuál ha regalado con más frecuencia? Depende del momento que esté viviendo el destinatario, pero regalo mucho Una mentira piadosa, de Angelica Garnett, la más desmitificadora de los intelectuales de Bloomsbury; Paradero desconocido, de Kressmann Taylor, una estremecedora denuncia contra el nazismo; El primer hombre, de Albert Camus; y las novelas protagonizadas por Bandini, de John Fante.
¿Qué libro no ha podido terminar? Muchos. Tengo demasiadas lecturas pendientes y no quiero perder el tiempo con libros que no me atrapan desde el principio o que intuyo que no me aportan nada.
¿Cuál ha sido el último libro que le ha gustado? La lentitud de los bueyes, de Julio Llamazares, ilustrado por Leticia Ruifernández. Es una joya.
¿Qué aporta su faceta de periodista a sus novelas?El periodismo es el mejor oficio para contar historias. No hay gran diferencia entre la realidad y la ficción, aunque cada género tenga una técnica distinta. Los centenares de entrevistas que he escrito en mi larga vida periodística me han sido de enorme utilidad para escribir los diálogos de mis novelas.
¿Qué autor/a está injustamente olvidado? Rosa Chacel, Lillian Hellman o Silvia Plath se merecen más presencia de la que tienen.
¿Qué libros tiene en la mesita de noche? El poder de las palabras, de Mariano Sigman; Conversaciones con Billy Wilder; El elogio de la sombra, de Tanizaki; y El verano de Cervantes, de Muñoz Molina, recién publicado que me han mandado antes de que llegara a las librerías.
¿Qué película ha visto más veces? No sé cuántas veces, pero nunca me canso de ver El mundo en sus manos, Casablanca, El apartamento, El padrino, Macht Point, Los puentes de Madison y, en general, películas de John Huston o de Clint Eastwood.
Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? Estoy en un momento de mi vida en el que me encuentro especialmente bien, lo cual a mi edad es casi un milagro, así que me siento obligada a dar Gracias a la vida, siempre en la voz de su autora, Violeta Parra.
¿En qué museo se quedaría a vivir? En el museo Sorolla, conozco todos sus rincones y es uno de los mejores lugares para vivir en absoluta calma, rodeada de belleza, en el centro de Madrid.
¿Qué suceso histórico admira más? La Marcha de la Sal, una de las grandes proezas de Gandhi. A base de ejercer una protesta infatigable, tenaz, sistemática y pacifica, Gandhi logró su objetivo. Tomemos nota.
¿Qué encargo no aceptaría jamás? Cualquiera que me obligará a matar animales o a echar gente de su trabajo. El último que me ofrecieron implicaba afrontar un ERE encubierto. Por eso lo rechacé, a pesar de que me lo presentaron como un broche de oro para cerrar mi carrera periodística.
¿Qué está socialmente sobrevalorado? Las redes sociales que manejan los impostores. Están propagando mentiras tóxicas que causan un daño irreparable, sobre todo, entre los más jóvenes.
De no dedicarse a la escritura le habría gustado ser… Cuando era adolescente, sin duda, Pinito del Oro. Me pasaba la vida haciendo acrobacias y me caí varias veces; tengo brechas por todas partes. Si viviera otra vez me gustaría ser etóloga, como Jane Goodall; siempre me he entendido bien con los animales y, además, soñaba con vivir un tiempo en África.
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