El aula reinventada del fotógrafo Hicham Benohoud como metáfora de la sociedad marroquí
Durante nueve años, el fotógrafo convirtió su espacio de enseñanza en un laboratorio creativo donde los alumnos se transforman en protagonistas de escenas que exploran la individualidad, la libertad y las tensiones sociales, convirtiendo lo cotidiano en un acto de poesía visual


En la portada de The Classroom, la figura de un joven estudiante se diluye entre el blanco de unos fragmentos de papel que, a su vez, esconden el rostro de uno de sus compañeros; una reveladora metáfora visual que introduce la cuestión de la individualidad y conduce al lector a las puertas de una inesperada aula que se aparta de lo habitual para convertirse en un espacio donde la imaginación cobra un gran protagonismo.










La publicación, reconocida con el prestigioso Premio al Mejor Fotolibro del Año de Paris Photo-Aperture, reúne una selección de 76 imágenes en blanco y negro, de entre las cientos de fotografías realizadas por Hicham Benohoud (Marrakech, 1968) entre 1994 y 2002, cuando ejercía como profesor de artes plásticas en un centro de enseñanza secundaria en su ciudad natal.
Fue el aburrimiento lo que llevó al artista a montar un pequeño estudio en un rincón del aula, para escapar de la tediosa rutina de repetir cuatro veces al día, seis días a la semana, la misma lección. “La cámara no era un objeto ajeno a la materia. A menudo la colocaba sobre mi escritorio como parte de la decoración de la clase, como si fuera un busto de yeso”, explica el autor.

En un principio, el fotógrafo comenzó tomando una serie de retratos a sus pupilos para estudiar la técnica del claroscuro aplicada al óleo. Estos primeros ejercicios fueron dando paso a puestas en escena cada vez más complejas, en las que incorporaba diferentes objetos: marcos de papel, aros, estructuras hechas con cintas adhesivas, cartones, cuerdas, cilindros de papel... que delimitaban o encerraban al sujeto. Eran situaciones extrañas, a veces inquietantes, en las cuales los modelos, lejos de parecer confinados, parecen reivindicar su libertad creativa e individual. Sin añadir nada que no perteneciera al aula, Benohoud componía escenas que, sin dejar de ser juegos visuales, insinuaban una tensión difícil de nombrar, dando paso a un espacio donde convergen la acción, la resistencia y la introspección. Y mientras, el resto de los alumnos seguía dibujando con naturalidad, ajenos a ese pequeño teatro silencioso que se desarrollaba a su lado.
Para Benohoud, The Classroom es una metáfora de la sociedad marroquí: “En los años noventa, en mi país, la libertad de expresión era muy limitada”, recuerda el fotógrafo. “La religión y las tradiciones gobernaban nuestra vida cotidiana y nuestra intimidad. No teníamos derecho a hacernos preguntas: el Corán aportaba todas las respuestas que un musulmán o un ciudadano marroquí podían plantearse. Existían muchas líneas rojas. La noción del individuo no existía, el yo no existía. Lo que contaba era la familia, la tribu, la Ummah".
Así, sus fotografías fueron “una reacción —dulce, o violenta según para quien las mire—, ante esa coerción religiosa y social que he sentido desde mi infancia. Un arma de defensa artística”. De ahí que el autor tradujera ese encierro en objetos simbólicos (un cordel, una cinta adhesiva). “En apariencia, las cosas han ido evolucionado desde finales de los noventa”, añade. “La modernidad ha contribuido a ese cambio de fachada. Asistimos a un Marruecos de varias velocidades donde las mentalidades permanecen inalteradas. Vivimos en una zona de confort religioso y social que no queremos, o no podemos, cuestionar. Aun así la gente parece feliz, a pesar de las dificultades de la vida cotidiana”.

Durante todos aquellos años, el maestro contó con la colaboración de la mayoría de los alumnos, a quienes ofrecía unos minutos de escape de las rígidas limitaciones curriculares del curso. “Para los retratos aceptaban a posar dócilmente, a veces con mucha emoción, pero cuando empecé a hacer puestas en escena complicadas resultó mucho más difícil para mi que para ellos”, recuerda Benohoud. “ Yo me encargaba de poner en marcha el proceso escenográfico, y solo cuando este estaba listo pedía a algunos alumnos que se integrasen a la escena, sin perturbar al resto. Esta podía prolongarse entre unos segundos y unos minutos. Estaban felices de dejar su mesa para vivir un pequeño momento poético”.
“Debo admitir que cuando empecé este proyecto no sabía que la fotografía era un medio en sí mismo”, destaca el autor. “No quería producir las imágenes, sino construir escenas con una historia que había imaginado con antelación, a la que doy forma allí mismo. Las fotografías me parecían extrañas en sí mismas, lo que me incitó a desarrollarlas. A diferencia de la pintura, yo no tenía referencias del medio fotográfico. No teníamos museos, ni galerías. Las únicas exposiciones que podía ver eran en el Centro Cultural Francés de Marrakech”. Fue a partir de mostrarle las imágenes de sus intervenciones al fotógrafo francés Bernard Faucon cuando comenzó a poner más cuidado en la composición y en los aspectos técnicos de las imágenes. En la actualidad las fotografías forman parte de la colección de la Tate Modern y del Reina Sofía.
El enfoque de Benohoud en la fotografía llevó a los editores de The Classroom a incorporar un extracto de Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, de Michel Foucault, reconociendo la relevancia de su reflexión sobre cómo los cuerpos son organizados y controlados en el espacio, incluso dentro del rígido orden del aula. Así, las puestas en escena del fotógrafo, donde se mezclan el humor, el absurdo y un sutil sentimiento de extrañeza y alienación no solo exploran la creatividad y la individualidad de los alumnos, sino que también sugieren una lectura más profunda sobre la disciplina, el control y la manera en que el entorno escolar condiciona la conducta y las relaciones humanas.
'The Classroom‘. Hicham Benohoud. Loose Joints Publishing. 144 páginas. 47 euros.
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