‘Esencia’: Juan Echanove destripa la conspiranoia
El actor se luce en una ambigua obra de Ignacio García May


Imagine que le invitan a una cena con desconocidos y le toca sentarse al lado de un terraplanista. Y que la conversación deriva en una discusión sobre el tema. En un arranque de optimismo, usted intenta rebatir sus afirmaciones, pero el tipo tiene argumentos para todo: las imágenes satelitales del planeta son composiciones digitales, la Antártida es un muro de hielo, los poderosos no dan permiso para cruzarla porque se descubriría el engaño…. Así hasta darse de cabezazos de desesperación contra la pared: la fe no se puede refutar. Mucho menos cuando utiliza razonamientos que parecen lógicos.
Esto es lo que pasa en Esencia, la obra de Ignacio García May que ha inaugurado la temporada del Teatro Español de Madrid, publicada en un volumen que reúne siete piezas bajo el ilustrativo título de Teatro de la conspiración (Antígona, 2017). Es una batalla dialéctica entre dos personajes, uno de ellos conspiranoico, que gana por goleada este último porque es más listo y el otro parece un pusilánime. Así lo quiere el autor, que utiliza con astucia los fundamentos del pensamiento lógico para sembrar un torrente de dudas en el espectador y mandarlo a reflexionar a casa. Ciertamente, el público sale de la función confundido pero también maravillado, a lo que contribuye la excelente interpretación de Juan Echanove, en uno de sus mejores trabajos sobre las tablas de los últimos años, bien secundado por Joaquín Climent. No en vano, la obra se promociona como “una de sus obras más enigmáticas”. En ese sentido, el texto es un artefacto inteligentísimo.
Dos viejos amigos que hace años que no se ven se reencuentran tras muchos años sin verse. Juan Echanove es Pierre, un profesor universitario de Literatura, mientras que Joaquín Climent interpreta a Cecil, autor de best sellers. Se cruzan casualmente (o no) en un restaurante donde Cecil ha acudido para entrevistar a un misterioso escritor de culto, Balthazar Cromm, al nadie ha visto nunca en persona. Mientras esperan, a la manera de Esperando a Godot, Pierre y Cecil charlan sobre el único libro de Cromm, Náufrago, que imagina “un Gobierno mundial que ordena escribir literalmente la realidad a un grupo de autores como si fuera un guion o una obra de teatro para que todos los acontecimientos estén controlados de antemano”, según el resumen que hace Cecil. O sea, completamente conspiranoico. Es admirable cómo García May, a través de esa conversación sobre el libro, conduce a los personajes —y a los propios espectadores— a precipitarse ellos mismos por el pozo de la conspiranoia, poniendo en cuestión los conceptos de realidad y ficción, desacreditando la verdad científica e histórica, jugando con el poder manipulador del lenguaje y con la propia naturaleza de la representación teatral.
La puesta en escena, dirigida por Eduardo Vasco, potencia la naturaleza enigmática de la obra con una atmósfera de suspense que crece a lo largo de la función, apoyada en una escenografía que también va cambiando sutilmente. El texto es denso, pero Vasco no ha caído en la tentación de aligerar su digestión con subrayados que podrían acabar chirriando.
No obstante, volviendo a la calculada ambigüedad del texto, cabe preguntarse en qué dirección se pretende que reflexione el público cuando llegue a casa. En cierto sentido, Cromm es una especie de alter ego del autor, como una especie de demiurgo burlón cargado de trucos. Como el que revela Cecil en uno de sus parlamentos: basta “meter una sugerencia de que uno no está diciendo todo lo que sabe sobre el asunto, e inmediatamente los lectores empezarán a sacar sus propias conclusiones, multiplicando hasta el infinito las teorías”.
‘Esencia’. Texto: Ignacio García May. Dirección: Eduardo Vasco. Reparto: Juan Echanove y Joaquín Climent. Teatro Español, Madrid. Hasta el 9 de noviembre.
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