‘Universalismo radical’: Ni Dios puede saltarse la ley (moral)
El filósofo israelí-alemán Omri Boehm, crítico con el conflicto en Palestina, cuestiona la asunción acrítica del concepto de identidad de grupo y defiende la universalidad de la idea de humanidad


No es casualidad que el autor de este libro viera vetada su intervención en los actos conmemorativos del 80º aniversario de la liberación del campo de concentración de Buchenwald, como consecuencia de las presiones de la Embajada de Israel en Berlín. El motivo del veto era la presunta relativización del Holocausto que habría hecho Omri Boehm tanto en sus textos como en sus intervenciones públicas.
Pero cualquier lector que se acerque al discurso que el filósofo israelo-alemán tenía previsto pronunciar (vid. El País del pasado 12 de abril) podrá comprobar lo injustificado del motivo aducido. Nada más alejado del estilo filosófico de Boehm que la relativización de lo que fue de trascendental gravedad (el intento de exterminio de todo un pueblo) ni el trazo grueso de la demagogia (en la que sí incurrieron quienes le vetaron) para abordar lo que requiere matices. En Universalismo radical. Más allá de la identidad, dicho estilo se hace particularmente patente, con las categorías filosóficas clásicas puestas al servicio de una correcta y afinada inteligibilidad de lo histórico-social.
Proceder de esta manera le permite a Boehm percibir aspectos de lo real que se les escapan sistemáticamente a todos los que opinan de prestado, o por cuenta ajena. Estos últimos incumplen la exhortación kantiana a pensar por sí mismos (a utilizar el propio intelecto sin la guía del otro, si se prefiere la formulación clásica), lo que irremediablemente les condena a no entender el mundo. Es el precio que pagan por priorizar la autoridad de los demás, el confortable conformismo a los dictados de la mayoría que hoy adopta la específica forma —socialmente aceptada, cuando no abiertamente inducida desde el poder— de la asunción de la identidad del grupo al que se cree pertenecer (y a la que se alude en el subtítulo).
Boehm apuesta por traducir la idea de humanidad, ya presente en los textos bíblicos, al pensamiento secular sin volver a caer en la fe religiosa o en una reducción científica
Frente a esta empobrecedora tentación, Boehm alza la bandera del universalismo. No de un universalismo cualquiera —para él existe un falso universalismo, representado por un liberalismo consensualista-constructivista— sino del que bebe de la tradición kantiana que, a su vez, realiza una específica operación sobre la idea de humanidad ya presente en los textos bíblicos. La operación consiste en traducir dicha idea al pensamiento secular sin volver a caer en la fe religiosa o en una reducción científica. Es precisamente en este punto donde, sostiene Boehm, se tiene que ubicar la radical aportación de Kant, a saber, la de plantear por vez primera “la idea de humanidad como un concepto moral”.
Se trata, en efecto, de un giro copernicano en materia de pensamiento, consistente en apelar a la universalidad de la ley moral como la instancia última que ni el propio Dios podría desobedecer (“¿Acaso el juez de toda la tierra no debe hacer lo que es justo?”, se lee en Génesis, 18, 25). Sin que sea contraargumento la obviedad de la existencia de leyes injustas: una ley injusta no es tal ley, como ya afirmara San Agustín y repitiera, gustoso, Martin Luther King. La fuerza vinculante de las leyes deriva de la idea de dignidad que atribuimos a los seres humanos. De ahí que la celebración nihilista del poder y del interés propio (pinza en la que tienden a coincidir la peor izquierda y la peor derecha) constituya el verdadero enemigo de la justicia en nuestros días. Y la historia ha acreditado no conocer mejor antídoto contra la injusticia que moralizar la vida pública a través de la reivindicación de lo digno de ser universalizado.

Universalismo radical
Traducción de Irene Jové Blaya
Taurus, 2025
192 páginas. 18,91 euros
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