Arte en pista: la nueva escultura española que se expone en un aeropuerto suizo
De June Crespo y Teresa Solar a Laia Estruch y Julia Spínola, una generación de escultoras en pleno ascenso toma tierra en los Alpes


La escultura es eso con lo que nos tropezamos cuando damos unos pasos atrás para ver mejor una pintura: hay que reconocer que la maldad famosa, supuestamente dicha por el pintor Barnett Newman en los sesenta, es divertida. Pero también atrabiliaria. Y como cualquier frivolidad, delata una ansiedad: la de un reinado de hombres pintores, muy hombres y muy pintores, que por esos años llegaba a su fin. Justo entonces el trabajo de Eva Hesse, de Carol Rama o de Louise Bourgeois, más o menos secreto por aquellos años, estaba ampliando los límites de la escultura y emborronando la divisoria con la pintura; y faltaban pocos años para que Rosalind Krauss expandiese el campo de la disciplina hasta hacerlo felizmente inabarcable. Las preguntas de aquella generación, por otra parte, siguen siendo en 2025 las mismas: ¿Qué es la escultura? ¿Dónde empieza y dónde acaba? ¿Con qué se hace? ¿Para qué?
En España, un puñado excepcional de escultoras rondando los 40 lleva años dando forma a un corpus común de obras y discursos de una variedad y una calidad de grupo como no se veía por aquí desde los ochenta. También moldean carreras globales de un alcance y un poderío inéditos, a las que ahora se añade este jalón y pica en Flandes de su primera colectiva como grupo en esta Heavy Hitters en Tarmak22, el centro de arte fundado por otra española, Antonia Crespí, en las instalaciones del aeropuerto de Gstaad: puerta de acceso al codiciado valle alpino que podría considerarse la Suiza de Suiza, y tarjeta de presentación en una plaza y un mercado particularmente exclusivos.
El retrato de grupo se completa en este caso con el diálogo con la obra de una artista de la generación anterior, Ángela de la Cruz. Resulta convincente como narrativa, porque las líneas de su trabajo plástico y su ambiciosa proyección internacional sentaron las bases para el recorrido de esta nueva generación. Su obra supuso en su momento una respuesta femenina, irónica y desafiante a la frasecita maligna de Newman: sus lienzos desgarrados, apisonados o sacudidos en todas direcciones parecían responderle que a partir de los dosmiles la pintura es el estropicio que armamos al tropezar con sus bártulos cuando damos unos pasos atrás para ver mejor una escultura.

Conocemos bien a estas alturas por dónde han ido los tiros de la práctica escultórica de las seleccionadas, pero esta expo suiza es una ocasión inédita de confrontar in situ su trabajo con obras de envergadura de todas ellas. Texturas, pulsaciones, pesos y ritmos específicos se complementan y dan réplicas inesperadas. La verticalidad áspera y las alusiones irónicas a kouros y korés estatuarios de La columna danzante (2022), de June Crespo, se retroalimenta de la gravidez mórbida y pesante de las esferas y ovoides cartilaginosos de Eva Fàbregas y sus series de Exudados; la tensión de las lonas coloridas de las Cometas de Laia Estruch (creadas expresamente para esta expo y que ella misma activará en agosto con una de sus performances) contrasta con la flaccidez plastificada y punk de los objetos escultóricos de la serie Zuhur de Julia Spínola.
A la entrada, dos de las imponentes Tuneladoras de Teresa Solar se recortan sobre la pista de aterrizaje del pequeño aeropuerto. Sus formas entre orgánicas y aerodinámicas traen aquí a la mente las hélices de bimotores que hace cien años deslumbraron a Duchamp en la exposición aeronáutica de París y le hicieron desafiar a Brancusi: ¿podría un escultor producir jamás algo tan perfecto? El resto es historia de la escultura moderna, y esta exposición una muestra de hasta dónde ha llegado el trabajo de las escultoras que tomaron el guante y el relevo. Ya lo dice Chus Martínez en el texto de sala y breve manifiesto que acompaña esta muestra generacional: “En efecto, las mujeres artistas comprendieron que los materiales no son entidades pasivas que esperan a que alguien decida hacer uso de ellos. Los materiales —como las mujeres— son activos y muestran formas de inteligencia e interacción con su entorno que merecen ser exploradas. Así es como una nueva generación de artistas —todas mujeres—empezó a pensar en la escultura no como valor, sino como cerebro: como método para enfrentarse al mundo con los ojos llenos de reconocimiento y respeto”.
‘Heavy Hitters’. Tarmak22. Gstaad (Suiza). Hasta el 13 de septiembre.
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