Hannah Collins y el fuego como acto de imaginación
La artista británica expone en la galería Prats Nogueras Blanchard una propuesta que entrelaza disciplinas artísticas y geografías para abordar, desde lo material y lo simbólico, la manera en que habitamos y percibimos el entorno


Flaming Forest (2021) es una sugestiva imagen de gran formato que se erige como la pieza central de Soy Fuego: la exposición que presenta Hannah Collins (Londres, 1959) en la galería Prats Nogueras Blanchard, en Madrid. Recrea la vivencia de la artista durante un viaje a la Amazonía colombiana en época de lluvias, cuando un chamán enciende la resina del árbol del copal humedecido, para prender una llama que servirá de guía en la oscuridad. Se trata de una experiencia poética; un gesto fotográfico que no busca capturar un paisaje real, sino evocar su presencia a través de una construcción.











“Es como una performance”, destaca la artista británica. “Por un lado, es una acción imposible, ya que no se puede recrear la selva amazónica en un estudio. Parte de una imagen que tomé con el propósito de, más tarde, reimaginar el momento haciendo uso de una cámara de gran formato, y transformarlo en una escena teatral —contraria al recuerdo que tenemos del fuego que destruye los bosques—. Representa una experiencia de diálogo sostenible entre el ser humano y el mundo natural, de sincronía y simbiosis. La fotografía como un acto de imaginación no extractiva".
Desde el inicio de su trayectoria, el medio fotográfico ha sido una constante en la obra de esta artista polifacética, que se dio a conocer a finales de los ochenta en la escena británica, nominada al Premio Turner en 1993. Su trabajo ofrecía una percepción distinta de la realidad a través de una fotografía construida, de fuerte carga emocional y sensorial, cuyo gran formato remitía a la pintura de museo. Una obra que se centra en las complejas relaciones —físicas y psíquicas— que establece el individuo con su entorno; en la interpretación visual de experiencias intangibles; y en la interrelación entre la memoria y el paisaje. “Siempre me ha obsesionado el concepto del tiempo”, advierte Collins “Me atrae las distintas formas en las que está implícito en todos los procesos del medio fotográfico. Aun así, en mi obra, la fotografía se conjuga con otras disciplinas y se entreteje con la acción de mi cuerpo”. Sus desplazamientos por distintos lugares le han permitido conectar con comunidades locales para, a través de sus saberes, profundizar en la comprensión del entorno natural.
El fuego se entrelaza con la memoria, el cuerpo, el paisaje y la materia; lo terrenal con lo espiritual. Su fuerza regeneradora se presenta como un denominador común
En Soy Fuego, la artista traza un itinerario íntimo y simbólico a través de la fotografía, el dibujo, la escultura y la fabricación de velas artesanales. En este recorrido, el fuego se entrelaza con la memoria, el cuerpo, el paisaje y la materia; lo terrenal con lo espiritual. Su fuerza regeneradora se presenta como un denominador común.
La necesidad de la artista de comprender la tierra más allá de uno mismo la hizo considerar los volcanes como formaciones que transforman la forma en la que habitamos el paisaje. Así centró su mirada en el volcán Paracutín, ese coloso de fuego que emergió como una grieta, humeante, ante los ojos de un granjero en 1943, en el estado mexicano de Michoacán. Su erupción duró nueve años, once días y diez horas, y es famoso por ser el único cuya formación fue observada y documentada desde su nacimiento. Collins se sirve de imágenes, que aún circulan a pesar de pertenecer a un tiempo remoto, para dirigir la mirada hacia las profundidades del subsuelo.
Las formaciones geológicas de cuarzo, en una mina abandonada en Almería, sirven a la artista para abordar la trasformación del paisaje
De igual forma, las formaciones geológicas de cuarzo, en una mina abandonada en Almería, sirven a la artista para abordar la trasformación del paisaje. En el desierto de Atacama, en Chile, fija su mirada en la amplitud del firmamento, en busca de una visión ampliada del cosmos y sus misterios que dará forma a composiciones abstractas, mientras los frutos que encuentra en el suelo de la selva en México se convertirán en esculturas de cristal y bronce; en objetos estáticos que se oponen al movimiento que llevan implícitas las fotografías.
Una suma de distintas culturas y tiempos que ofrece una poética interpretación del mundo alejada de la violencia. Un territorio de resonancias cruzadas, donde el gesto artístico se convierte en un acto ritual, y la imagen en una forma de conocimiento sensible. La obra de Collins no documenta ni representa: convoca. A través del fuego, la artista propone una manera distinta de estar en el mundo. Al entrelazar disciplinas, geografías y memorias, restituye al arte su poder ancestral: el de imaginar sin poseer, de habitar sin conquistar.
Soy Fuego. Hannah Collins. Galería Prats Nogueras Blanchard. Madrid. Hasta el 26 de julio
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