‘Opereta imaginària’: cabaré fonético, musical y teatral
Albert Arribas dirige esta obra imposible de Valère Novarina en una producción que supone la cúspide en la trayectoria de su compañía y protagonizada por un elenco de seis intérpretes en estado de gracia


Desde su desembarco en la Fundació Joan Brossa y tras sus años en el Teatre Lliure, Georgina Oliva es la prueba viviente de la importancia que tiene una buena programadora. En cuestión de meses, la institución cultural del Born dado un claro giro, relacionando (y contaminando) la programación de artes visuales con la de artes escénicas, ampliando y rejuveneciendo su público y aportando un poco de alegría a la apacible burbujita del teatro barcelonés. Tras programar a Marta Pazos, Lucia del Greco o Ferran Dordal Lalueza, ahora ha llegado el turno de Albert Arribas. Su Opereta imaginària supone la cúspide en la trayectoria de su compañía, Centaure Produccions, y está protagonizada por un elenco de seis intérpretes en absoluto estado de gracia.
Nos encontramos ante una propuesta que, como todo el teatro de Valère Novarina, es al mismo tiempo intelectual y para todos los públicos. Arribas ha adaptado este texto imposible del autor suizo mediante una traducción creativa, respiratoria e “idiota”, según sus propias palabras. La única opción que tiene un traductor ante tal festín léxico es ponerse juguetón, y los diálogos casi dadaístas de Novarina permiten todo tipo de estratagemas. La puesta en escena es minimalista, por lo que se refiere al espacio, y deslumbrante en cuanto al vestuario y la luz. Manuel Mateos viste a los seis intérpretes con alegría y fantasía, plumas de faisán y miriñaques danzarines. Marc Salicrú ilumina el espacio vacío con gran elegancia: ¿puede una iluminación tener humor? Yo digo sí. El momento “clinc-clonc” así lo demuestra.
¿Y los intérpretes? Estos merecen que les den de comer aparte. La troupe de centauros que protagoniza Opereta imaginària ha trabajado con Albert Arribas en distintas ocasiones, por lo que entiende a la perfección su mirada y casi se podrían considerar cocreadores del espectáculo. Mònica Almirall es la actriz arribista perfecta: inteligente, irónica y con mirada propia, está siempre estupenda, ya sea declamando, gritando las acotaciones tumbada en el suelo o hablando en una infinitud de idiomas. Antònia Jaume tiene nervio y gran presencia escénica, y sabe jugar con picardía tanto con el cuerpo como con la voz. Màrcia Cisteró es una actriz que nos gusta cada día más y que nos sigue sorprendiendo, montaje tras montaje: su baile del segundo acto demuestra que es una de las más grandes. Griselda Ramon es el personaje que se expresa solo cantando, y sus gorgoritos juegan a la misma liga que su mirada azul y su sonrisa picarona. (La música compuesta por Lucas Ariel Vallejos es puro circo y cabaré berlinés). Roosevelt Jiménez es la revelación de este espectáculo, sirviendo coño y haciendo de tramoyista, todo a la vez. Y para Oriol Genís cada día me faltan más las palabras: su interminable monólogo con el inicio de su novela es uno de los momentos teatrales de la temporada. Y de la década.
¿Y de qué va Opereta imaginària? ¡Qué pregunta más difícil, absurda e innecesaria! Como toda la trayectoria de Albert Arribas, la obra es a la vez celebración y parodia, cachondeo y ensayo cultural. Una gran fiesta de la palabra (con un tronchante telediario incluido), un espectáculo de variedades, un cabaré de ocurrencias que coloca un espejo ante la absurdidad del propio rito teatral: el autor, los artistas, el público, la programadora, el entreacto… Opereta imaginària es teatro en esencia, por lo que es algo que solo puede suceder en un escenario un poco polvoriento y ante una platea expectante y a oscuras. Voilà. Esto es Opereta imaginària.
Opereta imaginària. Texto: Valère Novarina. Dirección, traducción y adaptación: Albert Arribas. Fundació Joan Brossa. Barcelona. Hasta el 18 de mayo.
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