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Crítica literaria
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Buenas noches, lechuza’, de Jordi Ibáñez Fanés: una novela sobre cómo enfrentarse a la vejez con sabiduría

El autor catalán escribe un carnaval gozoso de géneros, registros discursivos e ideas en movimiento en un libro valiente sobre el resto de años que sobreviene cuando nuestra ‘historia’ ya ha quedado atrás

La lechuza, ave que acompaña a Minerva (Atenea en la mitología griega), diosa de la sabiduría, ha sido utilizada en la cultura occidental como símbolo de la sabiduría y la filosofía.

La lechuza (de Minerva), símbolo de la sabiduría, emprende su vuelo en el ocaso, decía Hegel al final del prefacio de sus Fundamentos de Filosofía del Derecho, es decir, cuando la vida ya es pasado: en el crepúsculo de la vejez. Esa es la imagen que Jordi Ibáñez dota de una poderosa significación en esta novela valiente sobre el resto de años que sobreviene cuando nuestra historia ya ha quedado atrás. El asunto no puede ser más acuciante en un momento en que la vida humana se ha prolongado hasta edades avanzadas sin que esa longevidad haya sido adecuadamente prevista y auxiliada social y moralmente: ¿qué hacer con los miles de ancianos, dependientes o no, librados muchos a una soledad indeseada? Ibáñez no aborda de frente el problema (lo hizo en el ensayo Morir o no morir, 2020) sino que lo instala en el epicentro de una novela intelectual que es un carnaval gozoso de géneros, registros discursivos e ideas en movimiento. Esta virtud, la de la incitación a pensar de cierto modo y a recorrer una red de referencias culturales que saltan del cine al teatro, de la filosofía a la política y la historia, de la novela a la música, proporciona al lector una telaraña fascinante en la que hará bien en dejarse atrapar.

El protagonista, un viejo profesor de filosofía, Sebastián, que reside en un geriátrico cooperativo junto a otros ancianos cultos, vive en su constelación de intereses, como le explica a su querida sobrina nieta Alba, unos intereses que se abrazan entre sí no siempre de manera obvia (Puccini, las monjas, Alfred Döblin y Fassbinder, los submarinos o los actores provectos). Así se lo explica a su querida sobrina nieta Alba. Esa maraña está tejida por el afán de conocimiento, por el placer inigualable de enfocar la inteligencia en una exploración del mundo que produce estados lúcidos y palpitantes de conciencia. Y ese es el mismo mecanismo desde el que Jordi Ibáñez construye sus libros, con un derroche de referencias culturales y cavilaciones entrelazadas de mucho calado; unos libros tan afortunadamente raros y revoltosos en el panorama actual de nuestra literatura, como recordarán los lectores de Infierno, Purgatorio, Paraíso (2021). Como en esa novela, que fue premio de la Crítica, también aquí nos encontramos que cada uno de los cinco capítulos que la constituyen responde a un formato y tono diferentes, desde el soliloquio cómico de un inspector de policía verborreico que acude al asilo para investigar lo que parece una masacre a la plática llena de sobrentendidos de dos antiguos espías soviéticos, desde un ensayo sobre el arte interpretativo (o del simulacro) a una farsa judicial o, en fin, un coloquio emocionante entre Sebastián y Alba que renueva el topos medieval del viejo y la niña.

Sin embargo, estos cambios de técnica y, en apariencia, de asunto no debilitan los factores de cohesión semántica y de continuidad argumental de la novela. Más bien al contrario, la frialdad del exespía Sebastián y su oscura ejecutoria al servicio de la fe ciega en la causa comunista (el tiempo de la acción y la historia) va dejando paso a unos inopinados sentimientos de ternura y amparo hacia la joven Alba (ya desde su poshistoria) en una lograda transición. Que Alba sea también la “lechuza”, como la llama su tío tomando el apelativo de Un drama de caza de Chéjov, enriquece el símbolo hegeliano en una dirección que solo revela el desenlace.

Valiéndose del vago esquema de un relato de espionaje, Ibáñez indaga en la naturaleza de la vejez actual, en su carácter dramático (en su doble sentido), en la peliaguda cuestión de la lealtad incondicional a una doctrina, en la revolución política y la violencia, en la opción y condiciones de la existencia en aislamiento, en la locura colectiva y hasta en el derecho —¿ultima ratio?— al juego y la subversión. Mi consejo: no se pierdan el vuelo de esta lechuza, porque en ella reside la contemporaneidad de lo intemporal.

Portada de ‘Buenas noches, lechuza’, de Jordi Ibáñez Fanés.

Buenas noches, lechuza

Jordi Ibáñez Fanés
Tusquets, 2025
248 páginas. 19 euros


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