‘Morriña’, de Colin Barrett: un genio del gótico sureño en las afueras de Irlanda
Los relatos del escritor trazan un retrato realista de pueblos desalmados donde se ha perdido toda esperanza


He aquí lo que pasa con Colin Barrett (Fort McMurray, Canadá, 41 años). Que es capaz de cualquier cosa. Es capaz de crear una detective de policía —Jackie Noonan— que transformaría para siempre el noir irlandés de campiña autodestructiva —a la manera en que lo hizo la serie que protagoniza Sarah Lancashire, Happy Valley— si no estuviese encerrada en un relato tan imposiblemente perfecto como el que abre su segunda colección de cuentos. Y ‘Tiroteo en Rathreedene’ —que así se llama tan adictivo y nervudo artefacto: no le sobra una sola coma, cada palabra es en sí misma un mecanismo activador— no es más que el principio. Puede que Barrett sea lo mejor que le ha pasado a la literatura irlandesa desde Sally Rooney, y, a la vez, lo mejor que le ha pasado nunca, en lo que respecta a aquello que se tiene por realismo retorcidamente sucio —piensen en Donald Ray Pollock, pero también en Bonnie Jo Campbell—, desplazado de su base —el gótico sureño norteamericano, esto es, desalmados pueblos donde toda esperanza se perdió hace mucho tiempo— e instalado en las afueras de las afueras, Irlanda.
Dice Barrett —el tipo que creció en el aparentemente idílico condado de Mayo, como buena parte de sus vencidos y, por eso, invencibles, personajes; personajes que, puesto que todo lo han perdido, no tienen nada que perder— que lo que hace es tomar una pequeña situación y ensancharla. Dar con alguien —como el poeta maldito Bobby Tallis, larguirucho, pobretón, empedernidamente perdido, que protagoniza ‘Anhedonia, ahí voy’— y seguirlo. Y lo hace, cada vez, con la intensidad con la que John Fante era capaz de iluminar cada página que escribía. Su maestría —de la que ya dio muestras en Glanbeigh, aunque aquí es capaz aun de superarse— radica en lo que hace con ese trozo de vida interceptado —cada relato contiene una secuencia: la detective Noonan de camino al lugar en el que se produce el tiroteo, y en ese mismo lugar, y de vuelta; Eileen sujetando a su mejor amigo, Murt, el hundido, que no puede evitar brillar tocando, pese a todo, porque todos lo hacemos en algún momento, también pese a todo, en ‘Quienquiera que seas, adelante’—: transformarlo en casi una pieza pictórica en movimiento.
Si hubo un tiempo en el que la literatura irlandesa huía de la realidad de todas las formas posibles, ahora no hace más que encararla
Su secreto tiene tanto que ver con su admirado Denis Johnson —el Johnson de, sobre todo, Ángeles derrotados, pero también de El nombre del mundo— como con el respeto: el respeto por los personajes —en cuanto encarnaciones lucidísimas, tan vívidamente reales que reinventan el arquetipo, un arquetipo ya de por sí real, lo trascienden, lo actualizan— y por la historia, ese trozo de vida que no es tratado como la pieza de un engranaje —la propia colección—, sino como, en cada caso, obra única y mayor. Podría decirse que Barrett, como Johnson, como Raymond Carver, como Bonnie Jo Campbell, como Joy Williams, se deja la piel en cada relato, lo que, en el caso de un escritor, equivale a decir que construye con lo sentido y lo vivido un reflejo poderosamente honesto —el más insuperablemente honesto— de aquello que podría haber sido, y que, sin duda, es en el universo cerrado de ese cuento.
Universos cerrados en los que nada sale según lo previsto —ni siquiera los suicidas se salen con la suya, demasiado torpes, demasiado ajenos al mundo para que el mundo les dé lo que esperan— y en los que todo es tan afortunadamente misterioso como aquello que llevó a Lydia Healy —la disfuncional ama de casa que cae fulminada en un supermercado y cuyo entierro reúne a desconocidas que fingen conocerla en el impresionante ‘El Silver Coast’— a registrar la recepción de un hotel cuando nadie miraba. Si hubo un tiempo en el que la literatura irlandesa huía de la realidad de todas las formas posibles —tan centrada como estaba, Ulises mediante, en destruir o transformar el artefacto contenedor de historias—, ahora no hace más que encararla, y cómo.

Morriña
Traducción de Ana Crespo
Sajalín, 2023
229 páginas. 20 euros
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