Milei acelera su agenda de reformas tras el triunfo electoral
El presidente argentino posterga la renovación de su gabinete y anuncia que avanzará en cambios de los regímenes impositivo y laboral


“Lo peor ya pasó”, sentenció Javier Milei este lunes, después del amplio triunfo que obtuvo en las elecciones de medio término. Con el respaldo del 40% de los votos cosechados el domingo, el presidente ultra de Argentina postergó el recambio de ministros que preveía definir esta semana para relanzar su Gobierno y anunció su decisión de avanzar en un renovado Congreso con reformas estructurales de los regímenes impositivo y laboral. “Es una consagración histórica de nuestra visión”, celebró un resultado electoral que, admitió, lo sorprendió. Incluso se ilusionó con una posible reelección en 2027: “Tendré dos o seis años más”, dijo.
El Gobierno ultraderechista había llegado a los tumbos a las elecciones legislativas nacionales: políticamente debilitado, asediado por denuncias de corrupción y con su plan económico necesitado de un multimillonario rescate de Estados Unidos. El rotundo voto de confianza que le concedieron las urnas cambió el escenario, literalmente, de un día para el otro.
El triunfo de Milei ratificó también su alianza incondicional con Donald Trump, quien había supeditado su ayuda al resultado electoral. El presidente de EE UU felicitó a su par “por su aplastante victoria” y lo elogió: “¡Está haciendo un trabajo excelente! El pueblo argentino justificó nuestra confianza en él”. Milei le agradeció el apoyo y lo definió como “un gran amigo de la República Argentina”. El respaldo del republicano –encarnado en 40.000 millones de dólares provenientes de un intercambio de monedas y un eventual crédito del sector privado– fue crucial para que el Gobierno ultra enfrentara la volatilidad financiera de las últimas semanas. Este lunes, los mercados acompañaron el cambio de aires. El peso se apreció frente al dólar y subieron marcadamente los bonos y las acciones del país.
El día después de los comicios legislativos, Milei se mostró exultante y convencido de profundizar sus objetivos de desregular la economía. A la vez, insistió en presentarse más moderado y dialoguista que hasta hace algunos meses, cuando tachaba a sus adversarios y también a sus aliados de “ratas” o “mandriles”. Excluyendo al peronismo kirchnerista y a la izquierda, reiteró su convocatoria a gobernadores provinciales y legisladores de la oposición para buscar acuerdos, una iniciativa reclamada por el Gobierno de Trump para darle sostenibilidad al programa ultraderechista.
“Ayer mismo [por el domingo] abrimos el diálogo. Estoy dispuesto a sentarme con los gobernadores”, remarcó el presidente este lunes, en diálogo con el canal A24. “Necesito ahora una contraparte política para avanzar con las reformas. Ya cumplimos el 98% de las promesas de campaña. Con este resultado tengo que ir a buscar las reformas que me faltan”.
En particular, Milei se refirió a lo que llamó “reformas de segunda generación”, una modificación de los regímenes impositivo y del mercado de trabajo. “En lo tributario, planeamos bajar impuestos y también iremos hacia una modernización laboral que no implica una pérdida de derechos”, planteó. Y envió un mensaje a las centrales sindicales: “Los sindicatos saben que esto no funciona, que si lo piensan como negocio están liquidados”. Sin dar precisiones sobre sus proyectos, sugirió que con ellos ganarán “todos porque habrá más trabajadores registrados”. Hoy el empleo informal supera al 40% en Argentina.
Así como el espaldarazo electoral llevó a Milei a reflotar sus propuestas, también le puso un freno a la renovación que había anunciado para su Ejecutivo. Fue una consecuencia directa de lo inesperados, aún para el Gobierno, que fueron los resultados. “¿Quién pensaba que podíamos ganar la provincia de Buenos Aires? Lo vamos a tener en cuenta para los cambios”, dijo.
La mayor sorpresa de los comicios, el fundamento del triunfo nacional de Milei, se registró en la provincia más grande y poblada de Argentina, donde reside casi el 38% de la nómina de votantes del país. Allí, hace 50 días, La Libertad Avanza había perdido por casi 14 puntos ante el peronismo, en los comicios locales. Este domingo, la ultraderecha revirtió la derrota en Buenos Aires y se impuso con el 42,45% de los votos frente al 40,91% de Fuerza Patria, la lista peronista.
“Esto reconfigura la estructura política que debo armar para negociar y aprobar las leyes que prometí a los argentinos”, dijo Milei. “El gabinete se diseña de acuerdo con las alianzas que tenga que ir a buscar. Se va a construir a la luz del nuevo Congreso”, señaló. Lo que no se va a modificar, aseguró, es lo que él llama “el triángulo de hierro”, la estructura que concentra el poder de decisión a su alrededor y que conforman su hermana, Karina Milei, y su asesor Santiago Caputo. Los enfrentamientos y las tensiones entre los sectores que ambos representan han marcado el devenir del Gobierno en sus casi dos años de gestión.
Algunas bajas en el Ejecutivo ya están confirmadas. La semana pasada renunció el ministro de Relaciones Exteriores, Gerardo Werthein, cuestionado internamente por fallos en la negociación con Trump. Ya fue reemplazado por Pablo Quirno, exsecretario de Finanzas. También había anunciado su dimisión desde este lunes el titular de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, pero aún no formalizó su salida. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y su par de Defensa, Luis Petri, así como el portavoz presidencial, Manuel Adorni, fueron electos legisladores y dejarán sus cargos cuando asuman sus bancas, el 10 de diciembre.
Con su 40% de votos a nivel nacional, La Libertad Avanza alcanzará, sumando aliados, 107 bancas de la Cámara de Diputados, sobre un total de 257. Ese número le permitirá sostener los decretos y los vetos presidenciales, y la dejará cerca de conseguir aprobar leyes por mayoría simple. En el Senado, tendrá 24 escaños, un tercio del cuerpo compuesto por 72 legisladores.
Por su parte, con el 31% de los sufragios que recibió en estas elecciones, el peronismo retendrá 98 bancas en Diputados y un tercio del Senado. Verá menguado su poder de fuego en el Congreso, pero seguirá siendo la principal oposición. Al resto de las bancadas –provinciales, de izquierda y de centro– les tocará el rol de árbitros en un Parlamento polarizado.
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