Martín Caparrós, distinguido como doctor ‘honoris causa’ de la UBA: “Argentina se ensaña con sus débiles”
La Universidad de Buenos Aires homenajea al escritor y periodista argentino, columnista de este periódico


“Martín Caparrós es nuestro Balzac. Ha hecho todo, lo ha intentado todo”, celebró el escritor Daniel Guebel, en la laudatio que precedió a la distinción del también escritor y periodista argentino como doctor honoris causa de la Universidad de Buenos Aires (UBA). El aula central de la Facultad de Filosofía y Letras estaba colmada de aplausos y admiración, de amigos, familiares y colegas de Caparrós (Buenos Aires, 68 años), de lectores, editores, estudiantes y docentes. Todos ellos lo escucharon después pronunciar un discurso tan agradecido y emocionado como dolido por el presente de Argentina bajo el Gobierno ultraderechista de Javier Milei, cuyo nombre nunca deletreó. “Soy un cobarde. Hui de mi fracaso, de nuestro fracaso. Llevo más de doce años sin vivir en mi supuesto país, Argentina, y en mi innegable ciudad, Buenos Aires”, dijo el columnista de este periódico, quien reside en España.
Una de las paredes del aula elegida para el homenaje de este martes recuerda, con imágenes de sus rostros, a universitarios asesinados o desaparecidos durante la última dictadura, muchos de ellos parte de la misma generación que Caparrós, coautor de la monumental La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina. “Caparrós es una figura emblemática del periodismo narrativo y la literatura contemporánea en español”, señaló la universidad en la convocatoria al acto. El decano de la facultad anfitriona, Ricardo Manetti, primer orador del encuentro, eligió destacar a su obra —sus crónicas, novelas y ensayos— por haber “puesto en valor el cruce entre historia y memoria”.

Daniel Guebel presentó la laudatio con humor y amistad. La comparación con el francés Honoré de Balzac, el creador de La comedia humana, la justificó “por la extensión, la calidad y la variedad temática” de la obra de Caparrós, a la que consideró “festiva, inquisitiva, crítica, política, de denuncia, metafísica, futbolística, nacional e internacional, antropológica, sentimental”.
Entre otras observaciones que condimentó con anécdotas de una juventud compartida, Guebel destacó también la labor de Caparrós como “cronista y maestro de cronistas” y lo ubicó en una personal taxonomía de escritores. “Martín, creo, es un caso particular. En toda su obra, por detrás o por debajo o a los costados de la sintaxis, en la extensión de la frase y en la elección o el rechazo de cada palabra, se escucha siempre un murmullo. El murmullo de una voz, una voz que se habla y se escucha, una voz que se enamora de sí misma y lucha contra esas pretensiones [...] Es el rodar de una voz, un desfile incesante, una apuesta por el infinito, la voz de Caparrós”.
Entre aplausos, el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, le entregó al homenajeado el diploma y la medalla que lo nombran doctor honoris causa. El escritor, que el año pasado reveló que padece esclerosis lateral amiotrófica, declaró su emoción, su alegría y su agradecimiento por la distinción otorgada “por uno de los pocos lugares a los que creo pertenecer”, dijo.

Sus palabras recorrieron entonces su estrecha y peculiar relación con la UBA, que comenzó cuando acompañaba hasta la facultad a su padre, médico y profesor, y siguió cuando cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, dependiente de la universidad. “Sin el colegio, todo me hubiera gustado menos”, dijo el autor de Ñamérica y la reciente Antes que nada.
El vínculo con la universidad estatal le permitió a Caparrós resaltar el valor que han tenido las instituciones públicas en la historia de Argentina, al menos hasta hoy, cuando arrecia sobre el Estado la amenaza de ajuste y desguace que promueve la ultraderecha.
“Argentina en estos años se volvió un país reaccionario, donde cada gobierno hace tantos desastres que el siguiente asume para reaccionar contra ellos”, lamentó. “Cada vez más conductas anormales nos parecen normales. Nos parece normal que tantos coman poco, nos parece normal que tantos vivan mal, que tantos mueran antes”, agregó y alertó sobre una creciente agresividad cotidiana.
“En medio de todo eso, hay un señor que parece que entendió ese clima social y decidió aprovecharlo. Definió que el odio, el desprecio y el maltrato eran las herramientas que le ganarían el apoyo de millones de personas que, como él, se sentían justa o injustamente relegados. Por desgracia no se equivocó”, afirmó, sin nombrar al presidente.

“Me duele volver a un país donde millones de personas eligieron a un virtual desquiciado, a un ventajero, a un seguidor de un perro muerto, a un sujeto tan desagradable y tan primario para que los representara”, advirtió. “Ahora, por decisión de las mayorías, parece ser un país que se ensaña sobre todo con quienes no pueden defenderse, un país cobarde que se ensaña con sus débiles y, por eso, se hunde en su fracaso”, dijo Caparrós. “Yo también soy un cobarde y me hago cargo de mi fracaso. Fui uno de los miles que pensamos, hace más de medio siglo, que podríamos colaborar para que nuestra sociedad fuera mejor. Y ahora es tan claramente peor que corresponde que nos hagamos cargo”. El cierre no fue, pese a todo, pesimista. “Esta vez fracasamos, pero eso no justifica que dejemos de intentarlo”.
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