Las dos caras de la Argentina de Milei: se disparan los vuelos al exterior, pero muchos no llegan a fin de mes
La reactivación de la economía se concentra en los sectores más acomodados de la sociedad, mientras las capas medias y bajas ajustan gastos y sufren el aumento del desempleo

Decenas de miles de hinchas de Boca Juniors y de River Plate viajaron este junio a Estados Unidos para apoyar a sus equipos en el Mundial de Clubes. Meses antes, en el verano austral, los argentinos llenaron las playas de Brasil y los centros comerciales de Chile. La venta de automóviles nuevos se ha disparado un 84% en los primeros meses de este 2025 y la de inmuebles un 66%. El festival de consumo que reflejan esas estadísticas oculta una desigualdad creciente en la Argentina presidida por Javier Milei. Una minoría privilegiada revive el boom de viajes y compras al exterior de los años noventa gracias a un peso fuerte —y su contracara, el dólar barato—; las capas medias y bajas de la sociedad, en cambio, recortan cada vez más gastos para llegar a fin de mes.
El gran objetivo del plan de Milei fue y es controlar la inflación. Cumplido su primer año y medio de mandato, sus resultados son su principal fortaleza. El índice de precios pasó del 12,8% mensual en noviembre de 2023, antes de su asunción, al 1,5% en mayo pasado. Durante gran parte de 2024, el ajuste fiscal y monetario y la desregulación económica aplicados generaron una profunda recesión. Pero en 2025 el escenario es otro. Los datos oficiales señalan que el producto interno bruto (PIB) del país encadena tres trimestres en crecimiento, aunque desacelerando: la tasa de expansión intertrimestral fue del 3,9% en el tercer trimestre del año pasado y del 0,8% en el primero de 2025.
Mientras el Gobierno ultra celebra la reactivación de la economía y la estabilización financiera obtenida tras un nuevo rescate multimillonario del FMI, analistas y referentes de distintos sectores políticos, económicos y sociales alertan sobre una preocupante contracara, donde confluyen el aumento de la desigualdad, el desempleo y el déficit externo, entre otros problemas.
“La Argentina de hoy es una sociedad dual, con un consumo dual”, resume el consultor Guillermo Oliveto. Este especialista en tendencias sociales y de consumo destaca que el reverso del gran aumento de ventas en bienes durables como automóviles, viviendas y electrodomésticos es una caída interanual de las compras en bebidas, alimentos y medicamentos. El descenso del consumo en los supermercados agrava el desplome ya sufrido en 2024.
Oliveto, autor del libro Clase media: mito, realidad o nostalgia, advierte que las dos puntas de la pirámide social están cada vez más lejanas. “Lo que estamos viendo hoy es que hay alrededor de un 30% de la población que aprovecha las bondades de este modelo económico o que ha podido acomodarse a él. En la clase media baja informal y la clase baja no pobre, la que no recibe planes del Estado, encontrás una cultura del ‘no’: no hay plata, no hay primeras marcas, no hay gustos, no hay premios, no hay salidas. El mes termina el día 20”.
Un informe de la consultora Moiguer muestra esa división. El documento, titulado La Argentina pesificada versus la Argentina dolarizada, señala que la fuerte recuperación económica tras meses de recesión “no llega a todos y profundiza las desigualdades del presente”. Según el informe, el 50% de las personas tiene ingresos que no le alcanzan para llegar a fin de mes y el 30% debe postergar o cancelar gastos para pagar los servicios. A la vez, un 23% compra dólares —desde el levantamiento parcial del llamado cepo cambiario, en abril— y el 11% realiza compras en plataformas del exterior. Un ejemplo claro es el gasto en gasolina: ha crecido un 18% la demanda de combustible premium, pero ha descendido un 1% la del combustible más económico.
El director del área de investigación de la consultora Moiguer, Martín Eandi, subraya que Milei ha puesto en marcha un cambio de modelo que trae aparejados ganadores y perdedores. Pero incluso entre estos últimos, con dificultades para afrontar los gastos cotidianos, las expectativas de mejora futura son más altas que en 2023, cuando la inflación volaba a más del 200% anual. “La expectativa positiva pasó de un 29-30% a finales de 2023 a un 50%”, señala Eandi.
El contraste social aflora en otros datos claves de la economía. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) determinó que el desempleo en Argentina trepó en el primer trimestre del año al 7,9%, su mayor nivel desde mediados de 2021, cuando todavía sufría el impacto de la pandemia. La tasa de desocupación subió 1,5 puntos respecto del trimestre anterior, mientras que, en simultáneo, avanzó un marcado proceso de precarización laboral: cayó la cantidad de trabajadores contratados formales (son el 64% de los asalariados) e informales (son el 36%) y creció el empleo por cuenta propia.
La brecha es también geográfica y se puede ver tanto entre las distintas provincias del país como dentro de una misma ciudad: el norte de la ciudad de Buenos Aires, la zona más rica de la capital argentina, experimenta una fiebre constructora alentada por la reaparición del crédito hipotecario y la apertura de nuevos locales. En los barrios pobres del sur de la ciudad, abundan las persianas bajas y los negocios que pelean por sobrevivir, en especial de pequeñas empresas que compiten contra bienes importados. La tasa de desempleo en barrios como Villa Soldati y Villa Lugano es más del doble que la de barrios acomodados como Palermo.
En el mismo país de la precarización laboral, 6,7 millones de argentinos viajaron al exterior por turismo en los primeros cinco meses de este año, una cifra récord para la última década. Gracias a la apreciación del peso —lo que muchos economistas consideran un insostenible atraso cambiario—, se incrementó un 66% en la cantidad de turistas que cruzaron las fronteras en comparación con el mismo período de 2024. Como contraparte, visitaron Argentina un 20% menos de turistas desalentados por los precios, que se han encarecido en dólares. Comer en este país sudamericano es igual o más caro que en muchos países europeos.
La sangría de divisas por turismo, junto a los pagos por intereses de deuda y otras erogaciones, derivó en un déficit externo de 5.191 millones de dólares en la balanza de pagos del trimestre inicial del año. El desequilibrio es casi el doble al esperado por el Fondo Monetario Internacional.
La combinación de dólar barato y desguace del Estado con endeudamiento, desempleo y desigualdad crecientes, entre otras similitudes, alimenta los temores de quienes recuerdan las políticas neoliberales de los noventa bajo la Presidencia de Carlos Menem. El Gobierno de Milei insiste en que, esta vez, será diferente.
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