Bolivia entierra en las urnas 20 años de hegemonía indígena del partido de Morales
La segunda vuelta por la presidencia se dirime entre dos candidatos de derecha

El Movimiento al Socialismo (MAS) que en 2005 llevó a la presidencia de Bolivia al aimara Evo Morales ha desaparecido. Luego de dominar la política boliviana sin rivales durante dos décadas, este domingo no tendrá candidato propio en la papeleta para la segunda vuelta presidencial. Se puede decir que el MAS murió de éxito. Cuando Morales asumió el cargo, la pobreza alcanzaba al 60% de los bolivianos. Hoy, a menos del 37%. Muchos de aquellos indígenas pobres y segregados que fueron el combustible político de Morales son hoy, gracias al MAS, sujetos de clase media y alta que ya no se sienten interpelados por el discurso revolucionario. El poder aglutinador de la identidad indígena dio paso a otro más complejo, vinculado a la idea de ascenso económico. Las peleas intestinas en el partido, la obstinación de Morales por bloquear nuevos liderazgos y la crisis económica terminaron por sepultar el que fue el proyecto de la izquierda sudamericana más original y potente del inicio de siglo.
Álvaro García Linera fue vicepresidente de Morales desde el día uno de su mandato, el 22 de enero de 2006, hasta el golpe de Estado que en 2019 mandó a ambos a un corto exilio. “Estamos en el crepúsculo de un proyecto político”, dice en su casa de La Paz, “porque el proyecto del MAS y su liderazgo indígena no tienen propuestas para afrontar la nueva realidad que, en parte, ha sido producida por ellos mismos. Es una paradoja de todo el continente: el progresismo es víctima de su propia obra porque no la ha entendido”. Carlos Macusaya, intelectual indianista, resume la paradoja: “El MAS no pudo crear una retórica que interpele a los jóvenes que solo desayunaban un pedazo de pan y un café y ahora lo hacen con mantequilla y leche”.
El resultado de este autismo político fue devastador en las urnas. En la primera vuelta por la presidencia, celebrada en agosto pasado, la derecha y el centroderecha sumaron entre tres candidatos el 78% de los votos. El MAS, ya bajo la hegemonía del presidente, Luis Arce, obtuvo poco más del 3% y se quedó sin representación en el Congreso. Morales, peleado sin retorno con Arce, prefirió llamar al voto nulo tras retirar su apoyo a Andrónico Rodríguez, la opción indigenista que él mismo había promovido en el pasado. Con estos números, la segunda vuelta quedó en manos del expresidente derechista Jorge Tuto Quiroga, que va por su cuarto intento, y Rodrigo Paz, un candidato del centroderecha que los sondeos no habían registrado y dio la sorpresa.
Quya Reyna es escritora y comunicadora aimara. Cuando Evo Morales llegó al Palacio Quemado tenía 10 años y vivía en El Alto, la ciudad que en la periferia de La Paz alojó a la migración indígena expulsada del campo. 20 años después, Reyna es universitaria. “¿Qué dejó el MAS?”, se pregunta. “Al indio con capital. Gente que puede disfrutar de la distribución de una riqueza que antes solo era para las élites. Hablo por ejemplo de indios importadores que gracias al dólar barato viajan a China como si fuesen a una provincia más de Bolivia. Esos indígenas ya no se adscriben a una lucha de izquierda”, responde Reyna. García Linera habla de un “popular empoderado” que “consiguió luz eléctrica, pavimento y escuelas y ahora tiene otras expectativas, como el trabajo y el crédito”. Es justamente eso lo que el MAS ya no puede darles, mientras su dirigencia le habla a un “indio pobre y rural” que no es mayoría. En este contexto, “lo indígena ha perdido relevancia como autoidentificación política”, dice Macusaya, “porque cuando asciendes económicamente, tu color de piel ya no es un problema y no apelas a lo étnico para posicionarte”, advierte.

Este nuevo mapa explica que haya habido voto indígena, por ejemplo, para Tuto Quiroga, representante de los sectores históricamente más racistas de la sociedad boliviana. “El indio es ahora el indio albañil, el universitario, el ingeniero, el de clase alta. Hay una gran diversidad que se dispersa según sus necesidades sociales”, explica Reyna. El divorcio definitivo entre el MAS y su base electoral se produjo con la crisis económica.
Agotadas las reservas de gas —producto de la falta de nuevas exploraciones, corrupción e ineficiencia administrativa—, el Estado masista se quedó sin recursos para repartir. Sin dólares en el banco central, el peso boliviano se devaluó, la inflación escaló hasta el 25% y las importaciones se desplomaron. Bolivia no puede pagar en el exterior ni siquiera la gasolina suficiente para abastecer sus coches y camiones. En las grandes ciudades son parte del paisaje las filas para cargar combustible. El cóctel de subida de precios, escasez de divisas y desabastecimiento fue devastador. El mal humor social terminó por sepultar al MAS, que fracasó en lo único que le quedaba por ofrecer a esa nueva burguesía indígena: estabilidad económica.
Cuando en las elecciones de 2019, Evo Morales —impedido como candidato por la Constitución—, apostó por Luis Arce, era consciente de los desafíos que enfrentaba el partido. Arce había sido ministro de Economía durante los mejores años de MAS y el 55% del electorado marcó su nombre en la papeleta confiado en un regreso a los buenos tiempos. “La economía era lo único que le quedaba al MAS”, dice Reyna, “y fue todo un desastre”. “En estas elecciones, la gente estaba buscando rostros nuevos y Evo no los representaba”, explica. Para García Linera, la crisis aceleró “una lucha interna destructiva”, dentro del partido. “No hemos encontrado el algoritmo para el tránsito del líder carismático al líder rutinario”, dice, a modo de autocrítica. “Desde el inicio, Arce no tuvo la capacidad de entender dónde estaba y cómo revertir estos problemas. Dijo ‘yo voy a hacerlo mejor que ustedes, ahora van a ver cómo se hacen las cosas’. Y lo hizo peor”.

Bolivia no es aquella que recibió el MAS, de eso no hay duda. El desafío es ahora entender lo que vendrá. Sabemos que el próximo presidente no será ni de izquierdas ni de origen indígena, sino todo lo contrario. ¿Se perdió la identidad indígena, ahora que el principio ordenador tiene más que ver con la clase social que con el origen? “No se pierde, está ahí”, responde Reyna. “Hay indios que dicen ‘soy mestizo’, pero ves que este sujeto no renuncia a su condición, toma referentes indígenas”, dice. Macusaya celebra que “hay jóvenes indígenas aimaras que asumen su identidad sin complejo, y eso no pasaba hace 20 años”.
Son jóvenes nacidos ya en ciudades como El Alto, de familias de origen rural que se han adaptado a un mundo que migra hacia las redes sociales. Si bien quieren que se siga desarrollando lo público, consideran que el Estado no debe poner obstáculos para su renovado ascenso. Son cuentapropistas, comerciantes, profesionales y también poderosos empresarios que lo han hecho todo a pulmón. Todos ellos se han convertido en un factor de poder que ni Tuto Quiroga ni Rodrigo Paz podrán pasar por alto. Bolivia ha cambiado.
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