De vuelta a casa: la segunda vida de un aguará guazú, el gran zorro sudamericano
En la provincia argentina de Santa Fe, donde es considerado monumento natural, se adelanta un programa para reintroducir a individuos rescatados. El animal fue liberado con un collar satelital para seguir sus pasos

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“Esto puede demorar dos segundos, dos minutos o dos horas. Les pedimos paciencia y silencio”. Las palabras las dice Paulina Imoberdorf, veterinaria con experiencia en este tipo de situaciones. Sabe que el animal que está dentro de la caja de madera y que pronto será reintroducido en su hábitat natural, está asustado y nervioso. Por eso insiste en el respeto por el joven y hermoso ejemplar de aguará guazú, una especie de zorro grande nativo del sur de Sudamérica. Después de haber sido rescatado en un galpón de la ciudad de Coronda —localidad ribereña santafesina ubicada a unos 350 kilómetros al norte de Buenos Aires—, así como de recibir una evaluación sanitaria, volverá al lugar del cual nunca debió haberse ido: el ecosistema del Espinal santafesino, en el centro de Argentina. Es un espacio vasto y llano de suelos áridos y polvorientos recubiertos de manojos de pastos duros, o espartillos, con parches de vegetación achaparrada de árboles bajos como algarrobos, talas y espinillos. En el Espinal, cada rama pincha, corta o irrita.
La espera, a la final, es muy corta. Después de pocos segundos y ya con la tapa de la caja levantada, el zorro sale veloz de lo que fue su jaula de traslado. Durante casi 200 kilómetros viajó allí, desde el centro estatal de recuperación de fauna silvestre La Esmeralda, en Santa Fe y capital de la provincia, hasta San Cristóbal, pequeña ciudad a la que se accede tras tres horas de ruta desde la capital.
El zorro es un macho de dos años de edad en buen estado: sus patas son largas y flacas, su cadera caída, la cola prominente y su pelaje se destaca por el manto naranja que cubre el lomo y los dorsos, con extremidades que terminan en manchones negros y blancos.

Después de correr unos metros, el joven aguará se detiene: levanta la cabeza y, mientras olfatea el aire del monte, registra la presencia humana cercana, la caja de madera que lo mantuvo cautivo y la camioneta que lo transportó en pleno invierno austral. Enseguida sigue su camino por el monte nativo que lo vio nacer. El grupo humano que observó su regreso a casa, también se mueve. “Llevo varias liberaciones de animales y no deja de conmoverme ver que vuelven a la naturaleza. Son unos segundos, pero es lo que le da sentido al trabajo que hacemos todos los días. Es un momento hermoso”, dice Mauro Pergazere, veterinario y funcionario del ministerio de Ambiente y Cambio Climático de Santa Fe. La provincia argentina tiene un plan de acción para la conservación del aguará guazú que es pionero a nivel nacional y que incluye la reinserción de ejemplares que han sido rescatados en centros urbanos, víctimas de accidentes viales o cazadores furtivos.
Una especie vulnerable
Aguará guazú significa zorro grande en guaraní. Este gran caminador de hábitos nocturnos que no ataca al humano ni a otros animales grandes, es el cánido más grande de Sudamérica y tiene una dieta omnívora. Caza desde pequeños mamíferos como cuises, armadillos, mulitas y peludos, hasta reptiles como lagartos y serpientes. Pero también come ranas, aves, peces, frutos nativos y raíces.
Están presentes en el sur de Brasil, Paraguay y zonas de Bolivia y Perú. En Argentina habitan algunas provincias del centro norte y este del país como Santa Fe, Chaco, Formosa, Santiago del Estero, Corrientes y Misiones, con poblaciones cuyo número no está estimado con certeza. Para los descendientes de algunos pueblos originarios como los qom y los mocovíes, que habitaron las llanuras del Gran Chaco argentino, es un animal sagrado envuelto de espiritualidad. Para otros habitantes de zonas rurales, en cambio, es una amenaza para el ganado o, peor aún, un bicho malo asociado a la leyenda del lobizón, en la que se cuenta que, durante las noches de luna llena, el séptimo hijo varón de una familia se convierte en un perro salvaje que merodea pueblos rurales.
Si bien no es un animal en peligro de extinción, sí es una especie categorizada a nivel nacional en estado vulnerable, sobre todo por la acelerada pérdida de su hábitat natural como consecuencia de la expansión de la frontera agropecuaria. La caza indiscriminada, así como los atropellamientos en rutas y caminos rurales, son los otros factores que explican su estado.

El ejemplar liberado, rotulado bajo el número 1.408, servirá para mejorar los conocimientos sobre la especie, ya que los técnicos de La Esmeralda le colocaron un collar que emite señales satelitales de forma diaria. Así podrán rastrear con máxima precisión sus largas caminatas y su área geográfica de movimiento. “Son animales que requieren mucha atención, ya que sufren de varias amenazas antrópicas”, detalla Pablo Siroski, también veterinario y responsable del área de manejo de fauna la provincia.
Monumento natural
En el año 2003, a partir de una ley provincial, el aguará guazú fue declarado monumento natural de Santa Fe. A partir de allí, la provincia desarrolló diferentes acciones de conservación que incluyen desde módulos de educación ambiental para productores ganaderos y habitantes de zonas rurales, hasta un este programa de reintroducción a su hábitat natural.
“Hasta hace poco tiempo, si hablabas con los niños, no identificaban a las especies nativas, te hablaban más de la megafauna africana que de los animales santafesinos”, cuenta Pergazere. “Estamos trabajando para que esto cambie, ya que si nadie va a defender ni a proteger lo que no conoce, mucho menos lo va a amar. El primer paso es conocer mejor nuestra fauna, que es sumamente rica”, agrega el funcionario, resaltando que la presencia del aguará en su ambiente natural “es una muestra de la buena salud del sistema”, ya que mantiene el equilibrio entre las especies.

En un momento en el cual el Gobierno de Argentina ha abandonado por completo la agenda de cuidado de la naturaleza, este tipo de planes a nivel sub nacional de conservación de fauna nativa son oxígeno en estado puro. “La recuperación y liberación de este aguará guazú refleja el camino que estamos transitando. Construir un modelo de conservación activa, con ciencia, compromiso ambiental y respeto por la biodiversidad”, dice Enrique Estévez, ministro de Ambiente santafesino. Actualmente, La Esmeralda trabaja en articulación con universidades, gobiernos locales y otras instituciones en estrategias de conservación a largo plazo.
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