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En colaboración conCAF

La ciencia comunitaria desafía a una hidroeléctrica en Brasil

“Nuestros ancianos nos lo advirtieron”, aseguran indígenas locales que monitorean el impacto de la enorme central hidroeléctrica de Belo Monte en el río del que dependen

Hidroeléctrica en Brasil

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Una comunidad indígena brasileña se enfrenta a la empresa responsable de una de las centrales hidroeléctricas más grandes del mundo por su impacto en el medio ambiente y los medios de vida. En un estudio en el que participaron académicos y locales, encontraron que la central de Belo Monte, inaugurada en 2016, es responsable de la alteración de los ríos, peces y de quienes dependen de ellos. Sus represas, destinadas a prevenir las inundaciones, están destruyendo los ecosistemas locales. Pero la compañía responsable, Norte Energía, defiende con firmeza su trayectoria.

Las dos represas de Belo Monte han causado décadas de controversia debido a su instalación en un ecosistema selvático sensible en el estado amazónico de Pará, en el norte de Brasil. Desvían gran parte del agua natural del río Xingu hacia un embalse fuera del cauce que alimenta la central eléctrica principal. Esto incluye la reducción del caudal de un tramo de 130 kilómetros conocido como Volta Grande do Xingu (VGX o “Gran Curva”).

El pueblo juruna/yudjá es una población indígena que habita desde hace siglos las islas y penínsulas del curso medio y bajo del este río, y que utiliza canoas para desplazarse y cazar. A causa del proyecto Belo Monte, se han unido con otras comunidades pesqueras de pequeña escala y a un grupo de investigadores especializados en el monitoreo de los ciclos de inundación, para hacerle seguimiento a la situación.

A finales de mayo, los resultados de este programa se publicaron en Conservation Biology, una revista científica revisada por pares. El artículo, escrito por un equipo de 32 personas, concluyó que los desvíos de agua causados por las represas han provocado condiciones permanentes de sequía, que han devastado el desove de los peces y, en consecuencia, las capturas de los pescadores locales. Además, documentaron cambios drásticos en los estilos de vida tradicionales y las prácticas pesqueras.

“Como vivimos aquí, nacimos aquí y crecimos aquí, conocemos muy bien la región”, afirma Josiel Jacinto Pereira Juruna, autor principal del informe. “Por eso, si algo cambia, lo notamos muy rápidamente”. Él también es el vicejefe de Miratu, una aldea de unos 90 habitantes situada en la orilla occidental del Xingu. “Nuestros ancianos nos advirtieron que con el tiempo esto sucedería. Y una vez que se abrió la represa, así fue”.

Desconfiados de las evaluaciones de impacto oficiales realizadas por los operadores de las represas, los miembros de las comunidades llevan desde 2013 realizando investigaciones independientes. Como parte de estos esfuerzos, los juruna crearon en 2022 una organización llamada el Monitoreo Ambiental Territorial Independiente de la VGX (MATI-VGX).

Norte Energía, el consorcio privado que construyó y opera las represas, refuta muchas de las afirmaciones del estudio. Argumenta que las represas “no favorecen la sequía en el Xingu” e insiste en que los cambios documentado ya se habían previsto cuando se planteó la construcción y, por ende, se están abordando.

El consorcio declaró a Dialogue Earth que “el seguimiento realizado por MATI-VGX, a pesar de presentar importantes deficiencias metodológicas, ha puesto de manifiesto cambios que ya estaban previstos en la licencia ambiental y para los que Norte Energía está desarrollando medidas de mitigación y compensación”. La empresa, sin embargo, dio más detalles sobre estas deficiencias metodológicas.

Central hidroeléctrica de Belo Monte, en el estado de Pará, Brasil.

A la espera de las crecidas

El programa de monitoreo comunitario instaló medidores del nivel de agua en nueve sitios de piracema. Se trata de hábitats que se inundan estacionalmente y que son cruciales para la reproducción, alimentación y refugio de los peces. Estas estaciones de monitoreo siguieron los protocolos utilizados por la Agencia Nacional de Aguas (ANA) de Brasil, como parte de una iniciativa para combinar el rigor científico con el conocimiento ecológico local.

“El monitoreo se realiza a diario o semanalmente por personas de la zona, que son indígenas y ribereños que viven en la región afectada”, explica Camila Cherem Ribas, experta Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (INPA) en Manaos y coautora del artículo.

En condiciones naturales, el sistema monzónico sudamericano provoca inundaciones fluviales que comienzan en noviembre. Un mes después, muchos peces empiezan a desovar, cuando los niveles de agua alcanzan umbrales críticos en diciembre. El artículo de Conservation Biology, sin embargo, establece que los desvíos de agua de las represas retrasan estas inundaciones entre uno y cuatro meses.

Según la investigación, en una piracema cerca de la isla de Zé Maria, los peces necesitan un nivel de agua de al menos 103 centímetros para entrar en las zonas de desove, criterio que no se alcanzó hasta febrero de 2022 y abril de 2023, mucho después de que hubiera comenzado la temporada natural de desove. Estos retrasos, sostiene, impiden por completo la puesta de huevos o provocan su muerte, así como la de las larvas de los peces debido a la insuficiencia de las inundaciones, la disponibilidad de alimentos y la falta de refugio.

“Está prohibido inundar las tierras indígenas, pero el secado de las tierras indígenas no está contemplado en la ley”, añade Ribas. “Estos entornos tienen características únicas y dependen del ciclo de inundaciones. Cuando faltan, se empieza a matar el medioambiente. Los indígenas lo han notado claramente”.

La declaración de Norte Energía, en cambio, afirma que a través de sus propios estudios, también con pescadores locales, han identificado otras 140 zonas de piracema en la Volta Grande do Xingu: “Tal y como se prevé en la evaluación de impacto ambiental, una gran parte de estas zonas se inundarán al comienzo de la temporada, lo que garantizará las condiciones adecuadas para la reproducción de muchas especies. Además, es importante señalar que varias especies de peces no dependen de las piracemas para reproducirse”.

Menos capturas

Pero según las investigaciones de las comunidades, la alteración de las inundaciones va más allá de los peces: afecta al ecosistema en general. La mayoría de los árboles de los bosques inundados estacionalmente suelen sincronizar su fructificación con el aumento del nivel del agua, lo que proporciona un alimento crucial para los animales acuáticos y permite que sus semillas sean dispersadas por los peces. Cuando las inundaciones se retrasan, los frutos caen antes de que llegue el agua, rompiendo esta conexión ecológica esencial y reduciendo su disponibilidad de alimento.

“[Los lugareños] no solo recopilan los datos, sino que también deciden qué hay que monitorear y cuáles deben ser las estrategias”, explica Ribas. “Cuando decidieron qué había que observar, tenían una visión mucho más ecológica que la del científico tradicional, que está muy compartimentado en la ciencia occidental”.

Las capturas pesqueras en las comunidades locales también experimentaron un descenso drástico. Los investigadores compararon los datos recopilados por Norte Energía antes de que la represa entrara en funcionamiento (2001-2008), con los datos de las comunidades tras la construcción de la represa (2020-2023). La cifra global de capturas por unidad de esfuerzo descendió de 11,1 kilogramos por pescador días antes de 2009, a 4,53 a partir de 2020.

Un líder del pueblo yudjá señala la ubicación de la central eléctrica de Belo Monte.

El tamaño promedio de las capturas también se desplomó: en corvinas de río (Plagioscion) pasaron de casi 100 kilogramos por salida de pesca a 1,66 kilogramos. Mientras, las de boquichico (Prochilodus nigricans), disminuyeron de 68 kilogramos a 5,4 kilogramos.

Igualmente, la composición de estas cambió significativamente tras la construcción de la represa. El tucunaré (Cichla), un pez grande autóctono del Amazonas, representaba anteriormente el 29% de lo pescado. Actualmente, la cifra se ha reducido a solo el 5,5%.

Los cambios obligaron a los pescadores a adaptar sus practicas. Por ejemplo, los casos de capturas con redes de enmalle entre la flota comercial de Altamira, la principal ciudad de la zona afectada por las represas, aumentaron del 22% al 47%, mientras que la pesca con anzuelo y línea disminuyó del 47% al 35%. Las redes de enmalle suelen considerarse un método de pesca menos sostenible que el anzuelo y la línea, debido a la cantidad de especies no objetivo que pueden atrapar inadvertidamente.

Ante esto, Norte Energía afirma que “la mayoría de las especies han mantenido la proporción de peces maduros durante los 13 años de estudio en la región de la Volta Grande do Xingu”. Aunque agregan que algunas especies han experimentado cambios en su patrón de reproducción - algo que estaba previsto en la evaluación de impacto ambiental-, “ninguna especie de pez se ha extinguido en las zonas de influencia del proyecto”.

Eve Bratman, profesora de estudios ambientales en el Franklin and Marshall College de Estados Unidos, que no participó en el artículo de Conservation Biology, cree que “muchos de los daños de Belo Monte se subestimaron en la evaluación formal [de impacto ambiental]”. “Los investigadores académicos y los miembros de la comunidad habían predicho completamente que la represa sería un desastre ecológico, además de una tragedia social”, añade. “Se podría haber evitado por completo si el Gobierno y sus contratistas hubieran escuchado mejor a la sociedad civil desde el principio”.

Seguimiento y mitigación

El estudio propone criterios específicos para un nuevo marco operativo para la central eléctrica y la región. Habla de ajustar los niveles de agua controlados por la represa del río a las fluctuaciones que se habrían producido de forma natural, favorecer la migración de los peces y sincronizar las inundaciones con los períodos naturales de fructificación de la vegetación ribereña.

Tanto los investigadores locales como sus colegas académicos señalan que es necesario un cambio de política. La energía hidroeléctrica se presenta como una opción ecológica, vital para reducir las emisiones de combustibles fósiles, y se estima que Belo Monte representa alrededor del 5% de la capacidad de generación de electricidad de Brasil. Pero los investigadores aseguran que tiene consecuencias que a menudo se pasan por alto.

“Al menos en la Amazonia, la energía hidroeléctrica no es una energía limpia”, afirma Ribas. “Los costos medioambientales y sociales son muy elevados. Creemos que la única opción es cambiar el reparto del agua en la Volta Grande”.

Por su parte, Norte Energía defiende con firmeza las credenciales medioambientales de su proyecto: “La cantidad de agua destinada a la Volta Grande do Xingu fue estudiada y establecida por el Gobierno brasileño como parte de la subasta de concesiones [para las represas] y forma parte del proceso de concesión de licencias ambientales”, dicen. Según explican, el modelo actual se desarrolló a partir de 11 escenarios hidrológicos diferentes y es una medida de mitigación ambiental, “con el objetivo de garantizar, entre otras cosas, la inundación de las zonas de piracema y el mantenimiento de los ciclos ecológicos del río”.

De hecho, declaran que su seguimiento cumple los criterios establecidos por el organismo regulador medioambiental de Brasil, el Instituto Brasileño de Medioambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama). Además, dicen que su investigación ha dado lugar a 36 artículos científicos en revistas nacionales e internacionales y 39 resúmenes presentados en conferencias académicas. Sobre las medidas paliativas, cuentan que han implementado varias acciones de compensacion, como mantener la producción de peces, restaurar la vegetación y mejorar los sistemas de abastecimiento de agua y alcantarillado para las comunidades, entre otras. Sus inversiones socio ambientales en la región, afirman, ascienden a 8.000 millones de reales brasileños (1.400 millones de dólares estadounidenses).

Por su parte, Ibama ha declarado a Dialogue Earth que “supervisa continuamente el cumplimiento de las condiciones medioambientales establecidas en la licencia de la central hidroeléctrica de Belo Monte” mediante “el seguimiento de los datos generados por los programas previstos en el proceso de concesión de la licencia”.

 “Hasta la fecha, el documento mencionado y los datos producidos por el Programa MATI-VGX no han sido incluidos en los registros del proceso de concesión de la licencia de la central hidroeléctrica de Belo Monte, lo que imposibilita a Ibama realizar cualquier declaración técnica”.

Conocimientos tradicionales

Pase lo que pase con los sitios de piracema de Belo Monte, los investigadores esperan que su modelo colaborativo de monitoreo se extienda. Juruna, por ejemplo, cree que sirve para demostrar que la ciencia puede incorporar los conocimientos locales de los pueblos tradicionales y para que haya solidaridad a nivel nacional: “No podemos prohibir Belo Monte, pero al menos podemos compartir el agua. La gente de las grandes ciudades que recibe esta energía tiene que entender que nosotros también vivimos aquí. Somos seres humanos, necesitamos tener una vida. No podemos destruir este bioma solo para beneficiar a una parte de la sociedad y olvidarnos de las demás. Porque esa otra parte de la sociedad está sufriendo”.

Dialogue Earth también se puso en contacto con el Ministerio de Minas y Energía de Brasil para comentar las cuestiones planteadas en este artículo, pero no recibió respuesta.

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