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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El calor mata: ¿necesitamos más aire acondicionado?

La ciencia dice que funciona: reduce la mortalidad, mejora nuestro humor y ayuda a los niños con los deberes. Pero en España sigue habiendo una brecha de renta: hay muchos más aparatos en hogares ricos que en pobres

Una persona se protege del sol con un paraguas este jueves en Atenas
Kiko Llaneras

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¿Por qué el mismo calor mata más personas en Barcelona que en Los Ángeles? ¿Por qué son peores las olas sofocantes en Madrid, Frankfurt o Londres comparado con Reno, Boston o Portland? John Burn-Murdoch ha mostrado un patrón inquietante: al comparar ciudades europeas y estadounidenses con temperatura similar, la mortalidad por calor es mayor en las primeras. Su conclusión es que Europa necesita más aire acondicionado. Y creo que tiene razón.

Primero, un hecho: el calor mata en España. Según el Instituto de Salud Carlos III, podemos atribuirle unas 2.000 muertes en el verano pasado y otras 3.000 el anterior. En su mayoría son ancianos, pero hay también niños y gente de cualquier edad. Según otro estudio, el calor es responsable del 1% de las muertes en España. Como muestra el gráfico, en una lista de 13 países éramos el segundo peor.

El calor excesivo tiene más efectos negativos. Los recopilamos aquí: dormimos peor, sube la violencia, nos impacientamos, los adultos perdemos efectividad en el trabajo y los niños dejan de aprender. Un estudio en Nueva York calculó que el calor hizo que 90.000 estudiantes suspendieran un examen y se quedaran sin título de bachillerato entre 1998 y 2011.

¿Qué explica las diferencias de mortalidad por calor entre EEUU y Europa? Hay múltiples factores, pero la evidencia científica señala al aire acondicionado. No son solo una cuestión de confort: salvan vidas.

Un estudio publicado en The Lancet estimó que el aire acondicionado evita 200.000 muertes anuales en el mundo, un 30% de reducción. Otro análisis de 300 ciudades estimó que explicaba un 16-20% de la reducción de mortalidad por calor observada entre 1972 y 2009. En España, una investigación de ISGlobal eleva esa reducción al 29%, y otros estudios dicen que es mayor. Hay casos reveladores: en las cárceles de Texas sin refrigeración mueren unas 14 personas al año por calor; en las que tienen, ninguna.

Pero, ¿falta aire acondicionado en España?

Creo que sí. Es lo sugiere la comparación entre ciudades de Burn-Murdoch. La idea de desliza también en las recomendaciones del Ministerio de Sanidad para protegernos en olas del calor: “Permanece el mayor tiempo posible en lugares frescos, a la sombra o climatizados”, dicen.

Además he encontrado una estadística interesante. El aire acondicionado sigue siendo más común entre rentas altas. Según el INE, tienen aire acondicionado el 81% de los hogares de rentas altas de Madrid, pero solo el 49% de aquellos con ingresos por debajo de los 1.000 euros. Lo mismo pasa en Barcelona (76% contra 41%) y en Málaga (86% a 57%).

Este patrón de renta se repite en todas las ciudades. En Getafe tienen aire acondicionado el 88% de los hogares ricos, en Almería el 91% y en Murcia el 93%, pero solo el 57%, 68% y 69% de las familias de bajos ingresos. La brecha solo desaparece en ciudades del norte.

Estos datos plantean una pregunta incómoda: ¿es el aire acondicionado un lujo extravagante o una necesidad desatendida? Los hogares de mayor renta lo tienen; los de menor renta, donde quizás vivan muchos ancianos vulnerables, no. Creo sinceramente que es lo segundo: una brecha con consecuencias.

Existen objeciones legítimas. El aire acondicionado enfría los interiores pero calienta las calles. Consume el 7% de la electricidad mundial y genera el 3% de las emisiones de efecto invernadero. Pero hay matices: los aparatos son cada vez más eficientes y España ya produce más del 75% de su electricidad sin emisiones. El daño se reduce.

También es cierto que no basta con estos aparatos. Necesitamos ciudades con más árboles y menos asfalto, edificios mejor diseñados y normas para proteger a quienes trabajan al sol. Las regiones con calor histórico lo saben: han resistido con arquitectura ingeniosa y costumbres adaptadas. Pero, citando a Hannah Ritchie, “aunque esto puede reducir la demanda de aire acondicionado, no es un sustituto”.

El calor es un problema que empeorará: en España ya se atribuyen al cambio climático un tercio de las muertes por calor. Las temperaturas subirán y el riesgo llegará a lugares menos preparados. Y eso sin entrar en escenarios extremos. La novela El Ministerio del Futuro de Kim Stanley Robinson arranca con una escena aterradora: una ola de calor golpea India, se alcanzan temperaturas de bulbo húmedo —el límite de supervivencia humana— y cuando necesitan la refrigeración, la red eléctrica colapsa. Sin aire acondicionado, mueren millones en una semana. Por desgracia, no es una absoluta fantasía. El aire acondicionado puede convertirse en supervivencia.

Sin llegar a ese escenario apocalíptico, todos deberíamos poder vivir cómodos cuando aprieta el calor. Los niños tienen derecho a concentrarse mientras hacen los deberes. Y eso no debería depender de cuánto ganan sus padres.

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Sobre la firma

Kiko Llaneras
Es periodista de datos en EL PAÍS y doctor en ingeniería. Antes de llegar al periódico en 2016 era profesor en la Universitat de Girona y en la Politécnica de Valencia. Escribe una newsletter semanal, con explicaciones y gráficos del día a día, y acaba de publicar el libro ‘Piensa claro: Ocho reglas para descifrar el mundo’.
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