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De Obama a Trump: los antagonistas que precipitaron el fin del “privilegio cubano” en Estados Unidos

En casi seis décadas desde el triunfo de la Revolución, nunca hubo, como hay ahora, unos 550.000 cubanos imposibilitados de ajustar su estatus en un país que siempre les abrió las puertas

Cuban exiles at a demonstration in Miami, in 2021
Carla Gloria Colomé

Algunos dicen que se acerca, a pasos agigantados, el fin del llamado “privilegio cubano” en Estados Unidos, un beneficio heredado de los días de Guerra Fría, que les ha despejado por casi seis décadas el camino migratorio hacia la Green Card —la tarjeta de residencia— y la posterior naturalización a los inmigrantes de la isla caribeña. Desde el triunfo de la Revolución, nunca hubo, como hay ahora, unos 550.000 cubanos imposibilitados de ajustar su estatus en un país que siempre les abrió las puertas. “Esta situación, anteriormente excepcional, parece acercarse cada vez más a la de otras comunidades migrantes”, asegura Jorge Duany, director del Instituto de Investigaciones Cubanas y profesor de Antropología en el Departamento de Estudios Globales y Socioculturales de la Universidad de Florida. “Por primera vez en la historia del éxodo cubano, una gran cantidad de inmigrantes podría ser deportada o verse forzada a vivir en Estados Unidos de manera clandestina”.

Las historias son muchas: la cubana detenida durante una cita rutinaria con el Servicio de Inmigración y Control de Aduana (ICE) y enviada al centro de migrantes de Broward (Florida); el joven con un parole que se autodeportó de Colorado a Villa Clara; el matrimonio angustiado porque a él se lo llevaron esposado al Centro de Detención de Krome (también en Florida), y ella no sabe si lo devolverán a La Habana; la joven con I-220A (una Orden de Libertad Bajo Palabra) que llegó endeudada, y no tiene para pagarle miles de dólares a un abogado; el anciano detenido por la migra, que arribó durante el éxodo del Mariel...

El saldo de la actual política migratoria ya va acumulando cifras y desvelos en la comunidad: miles con orden de deportación, paroles humanitarios a punto de expirar, asilos políticos no concedidos y muchos sin saber cómo regularizarse. Una situación que se ha vuelto particularmente inestable con la llegada de los republicanos al poder, pero que, según los expertos, no arranca con la era Trump, sino cuando Barack Obama puso fin a la política de pies secos, pies mojados.

Desde inicios de la Revolución de 1959, los cubanos fueron aceptados en el país con programas que los amparaban como refugiados, pero fue en 1966, con la implementación de la Ley de Ajuste Cubano firmada por el presidente Lyndon B. Johnson, cuando comenzó el trato excepcional que ha permitido que generaciones enteras no vivan de manera ilegal en Estados Unidos. En un primer momento, la ley exigía una estancia de al menos dos años para obtener el estatus de residente permanente. Una modificación redujo ese margen a un año y un día, el tiempo en el que podían aplicar a su tarjeta verde. No se les exigía una entrada legal, ni pruebas de vínculos familiares o empleo, ni eran considerados una carga pública, como el resto de los migrantes. Más bien gozaron, por años, del beneficio que implicaba llegar y tener una tarjeta de Food Stamps (cupones de comida), seguro médico, cierta ayuda monetaria y la posibilidad de empleo.

No obstante, Michael Bustamante, profesor de la Universidad de Miami y autor del libro Cuban Memory Wars, apunta que, paralelo a este “privilegio”, siempre han existido, de algún modo, formas de incertidumbre en la comunidad. “Los cubanos que entraron en los tempranos años sesenta gozaban de un parole, un estatus legal pero revocable, sin camino a la permanencia. Después de la aprobación de la Ley de Ajuste, los sucesos del Mariel mostraron que el Gobierno federal todavía tenía la potestad de declarar a más de 3.000 cubanos excluibles y detenerlos durante años, o soltarlos para esperar su deportación. El grueso de los cubanos de ese éxodo tampoco pudieron acceder a la Ley de Ajuste hasta mediados de los 80, producto de la ambigüedad del estatus que se inventó para ellos: el Cuban/Haitian Entrant”, asegura Bustamante.

24 migrantes cubanos en una balsa en aguas al sur de Cayo Hueso, Florida, en 2015.

Fue en 1996, con Bill Clinton en el poder, que llegó la política de pies secos, pies mojados, la primera limitación a la Ley de Ajuste, que amparaba a los cubanos que lograban tocar suelo estadounidense, pero que exigía la repatriación de los interceptados en el mar. En 2017, como parte del restablecimiento de relaciones con el entonces gobernante Raúl Castro, Obama desmanteló la política que, según sus cálculos, no tenía sentido en un contexto de acercamiento entre Washington y La Habana, algo que al menor de los Castro le pareció “un importante paso en el avance de las relaciones bilaterales”. Es a partir de entonces que “los inmigrantes cubanos han estado sujetos a las mismas prácticas de deportación que otros grupos de inmigrantes, si intentan ingresar a Estados Unidos sin autorización”, insiste Duany.

Durante su primer mandato, Donald Trump no solo mantuvo deshabilitada la ley de pies secos, pies mojados, sino que imposibilitó aún más las vías legales de migración que tenían los cubanos, con el cierre de los servicios consulares en la embajada de La Habana. Joe Biden, con su llegada a la Casa Blanca, extendió otras formas de migración legal, como el llamado parole humanitario, del que ya gozaban haitianos, nicaragüenses y venezolanos. Biden trataba de controlar la crisis en la frontera sur, al mismo tiempo que miles de cubanos abandonaban la isla a través de Nicaragua, protagonizando así el mayor éxodo de la historia reciente del país. Aunque de esta última estampida data la mayor cantidad de cubanos indocumentados, algunos aún mantienen cierto privilegio respecto a otras nacionalidades. Quienes, de alguna manera u otra, han podido entrar a Estados Unidos de manera legal, o fueron beneficiados con loterías de visas o programas de reunificación familiar, han ajustado su estatus bajo la protección que aún les confiere la Ley de Ajuste.

¿Por qué el trato diferenciado hacia los cubanos?

El “privilegio” cubano desde hace tiempo ha puesto sobre la mesa no pocos cuestionamientos. El libro El privilegio cubano: la formación de la desigualdad migratoria en EE UU, de la socióloga estadounidense Susan Eckstein, no solo avivó la controversia hace unos años, sino que levantó todo tipo de resquemores en el Sur de Florida, ante una diáspora que se sintió atacada. Pero Eckstein insistió en que no se trata de que a los cubanos “les quiten esos derechos, sino extenderlos a otros”, según dijo en una entrevista con BBC Mundo. “Es difícil sostener que los cubanos merezcan más que los haitianos”, acotó.

Las preguntas son las mismas que hasta hoy se hacen otras comunidades en Estados Unidos: ¿Son todos los cubanos refugiados políticos? ¿En una región donde florecen los regímenes totalitarios, por qué no se extiende esta protección al resto de los migrantes? ¿En qué se sostiene hoy el trato diferenciado hacia los cubanos?

Muchos consideran que no se trata de “privilegio”, sino de protección a los que huyen de un país que viola sus libertades. Al historiador y ensayista Rafael Rojas le parece que tenía “poco sentido hablar de privilegio en el origen histórico de la política de refugio y asilo de Estados Unidos para los cubanos”, con una Ley de Ajuste que “favorecía el proceso de residencia en el entendido de que los cubanos huían de una dictadura comunista”. No obstante, cree que en las condiciones actuales, de desplazamientos masivos de latinoamericanos, “sí cobra sentido hablar de privilegio”. “Los migrantes cubanos, especialmente los de bajos de ingresos, responden a un perfil sociológico cada vez más parecido al de los centroamericanos y mexicanos. Las familias financian el viaje de los migrantes y la meta de buena parte de ellos es convertirse en agentes de remesas y, eventualmente, regresar intermitentemente a la isla”, dice.

Cuba inmigrants

Por otro lado, la idea de Cuba como única dictadura de la región es cada vez más relativa, dice Rojas. “Lo era también en la Guerra Fría, pero las dictaduras del Cono Sur no producían migraciones masivas como las de ahora. Actualmente vivimos en un proceso de autocratización cada vez más generalizado en América Latina, especialmente en Centroamérica y el Caribe. En ese horizonte autoritario extendido, el ‘privilegio’ cubano se hace más visible”.

Otra pregunta que surge en este contexto es qué efecto puede tener esta situación ante una comunidad que votó mayoritariamente por los republicanos. Guillermo Grenier, sociólogo de la Universidad Internacional de Florida al frente de la encuesta que toma el peso de los votantes cubanos, cree que es complicado discernir si tendrá algún efecto en las próximas elecciones legislativas de 2026.

“El partido en el poder suele perder un apoyo significativo durante las elecciones de mitad de mandato, pero en el caso de los cubanoamericanos son en primer lugar republicanos y en segundo lugar cubanoamericanos”, dice Grenier. “Perder el voto cubanoamericano implica que los votantes retengan su voto o que voten a los aspirantes demócratas. Para que esto último ocurra, los demócratas tienen que presentar algunos candidatos viables. No veo ningún candidato de este tipo en los distritos actualmente representados por congresistas cubanoamericanos, pero quizás aparezca alguno”.

A pesar de que no pocos cubanos tienen hoy el miedo que provoca la irregularidad, Bustamante piensa que “no van a ser la prioridad en la lista de los deportables. Y en estas terribles circunstancias, eso también podría representar cierto ‘privilegio’, aunque muy disminuido, claro está”. Mientras exista la Ley de Ajuste Cubano, existirá también la excepcionalidad. La sospecha está en si esa ley podría situarse también en la mira de Trump, tan enfrascado en limpiar al país de millones de indocumentados.

“El Congreso puede anular la Ley de Ajuste Cubano. Todo lo que necesita es el ok de Trump”, dice Grenier. “Y como, en el gran esquema de las cosas, Cuba solo es importante como una cuestión de inmigración, no una cuestión de política exterior, la Ley de Ajuste Cubano podría ser el siguiente zapato a caer”, añade. Incluso, de mantenerse, el presidente podría hacer que cada vez menos personas accedan al beneficio del ajuste, impidiendo la entrada legal de cubanos. “La ley podría mantenerse, pero quedar sin el mismo impacto que antes. Ya no lo tiene, de hecho”, afirma Bustamante.

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Sobre la firma

Carla Gloria Colomé
Periodista cubana en Nueva York. En EL PAÍS cubre Cuba y comunidades hispanas en EE UU. Fundadora de la revista 'El Estornudo' y ganadora del Premio Mario Vargas Llosa de Periodismo Joven. Estudió en la Universidad de La Habana, con maestrías en Comunicación en la UNAM y en Periodismo Bilingüe en la Craig Newmark Graduate School of Journalism.
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