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Columna
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El monopolio final

Los hermanos Jack, Harry, Sam y Albert Warner estarán removiéndose en su tumba

Jimina Sabadú

El dinero, cuanto más repartido esté, mejor. Cuanta más gente pueda tener poder para decidir, cuanto más espacio haya para el crecimiento personal (el verdadero, no el que ofrecen los vendehúmos), cuanta más seguridad en el suelo que pisamos, mejor será para todos. El dinero poco repartido solo crea desigualdad, servidumbre, abusos. Hasta el mercado, ese que dicen que se regula solo, necesita de leyes antimonopolio para que no nos salgan más Nerones.

Netflix ha comprado Warner —y con ella, HBO—, creando un clima de gran incertidumbre en el sector. Ted Sarandos dice que Netflix seguirá apostando por el cine en salas. Al mismo tiempo, un grupo de productores en el anonimato ha enviado al Congreso de EE UU un escrito para expresar su preocupación por esta compra, ya que podría atentar contra las leyes antimonopolio. Algunos economistas han mirado por la parte que concierne a HBO diciendo que esto sólo incrementará los precios, dándole menos opciones al consumidor. Imagino que tienen razón, y que ahora mismo en las oficinas de HBO Max están tiritando, igual que en las de Warner. Los hermanos Jack, Harry, Sam y Albert Warner estarán removiéndose en su tumba, aunque se han removido tanto en los últimos quince años que tal vez ya ni se enteren.

Estos días hablo en clase sobre David O. Selznick para explicar la figura del productor clásico de Hollywood, ese que se metía en los guiones, el reparto, el vestuario, el montaje y la distribución. Eso que se metía en todo y casi siempre para mejorar la película. Ya no quedan productores como Selznick, porque nadie tiene tanto poder, y porque desde hace años es posible aparecer como productor de una película que no solo has hecho, sino que ni siquiera has visto. Puede que Larry Fink (CEO de Blackrock) sea el hombre más poderoso de Hollywood, ya que Blackrock está entre los tres mayores accionistas de Comcast, Amazon, Disney, Google, Sony, y tantas otras. Blackrock, como fondo de inversiones, está sujeto a los intereses de sus accionistas, y estos tienen como principal interés el dinero, que para eso lo invierten. Y todo en este mundo está al servicio del capital, y eso en si es un monopolio que, si bien no ha cambiado demasiado a lo largo de la historia, sí que ha llegado a un punto peligrosísimo en el que el mundo entero podría acabar en manos de dos o tres empresas

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Sobre la firma

Jimina Sabadú
Columnista en la sección de Televisión. Ha colaborado en 'El Mundo', 'Letras Libres', 'El Confidencial', en programas radiofónicos y ha sido guionista de ficción y entretenimiento. Licenciada en Comunicación Audiovisual, ha ganado los premios Lengua de Trapo y Ateneo de Novela Joven de Sevilla. Su último libro es 'La conquista de Tinder'.
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