Lo de Shein en París, y lo que dice de nosotros
La apertura de la tienda en la capital francesa es un disparo en el corazón de la ‘grandeur’. Me pregunto qué pasará si vienen a Madrid. Y creo saber la respuesta.


Cuando en 2013 Primark anunció que abriría en la Gran Vía madrileña la tienda más grande de España de una sola marca, la alcaldesa Ana Botella lo mencionó en el debate sobre el estado de la ciudad como uno de los ejemplos de proyectos de inversión que su política estaba propiciando en la capital. La tienda se abrió y después vinieron otras, y aquí paz y después poliéster.
¿Estoy en contra de comprar en Primark? No. ¿Me generó perplejidad que la alcaldesa de mi ciudad lo citara como si fuera un centro turístico que conlleva un mejor Madrid? Por supuesto.
Doce años después, la empresa china Shein ha abierto su primera tienda física en el mundo. Y la noticia y las imágenes no irían más allá de un puñado de titulares en la prensa salmón, si no fuera por lo que implica y lo que dice un poco de nosotros.
Lo han hecho en el Bazar de l’Hôtel de Ville (BHV) de París, dentro de un centro comercial que han abandonado otras marcas para no compartir espacio ni oxígeno con el gigante asiático y en un momento muy complicado para la marca, ya que sus directivos deberán comparecer ante los diputados franceses el 18 de noviembre para responder a las preguntas sobre la venta de muñecas con pornografía infantil en su web.
Lo han hecho después y a pesar de las protestas de los sindicatos y del Ayuntamiento de París. Un saludo a los y las que dicen que todos son iguales.
El miércoles, día de la inauguración, que también fue el día en que el Gobierno francés ordenó la suspensión de su plataforma digital, delante de la tienda había enormes colas de ciudadanos deseosos de comprar en analógico lo que ya hacen online y decenas de antidisturbios. Y también había personas portando pancartas en la que denuncian las condiciones laborales de sus trabajadores, la opacidad de la compañía, el daño al medioambiente, las consecuencias del llenado compulsivo y a granel de nuestros armarios.
Lo de Shein en París es la victoria de la opacidad y del capitalismo, la de una empresa que copia y que calla. Pero es también un disparo al corazón de la grandeur, un país cuyo sector de la moda supone alrededor del 3 por ciento del PIB. Es sacar el talonario y plantarse en la capital mundial de las marcas que no podemos pagar. Es capitalismo que no quiere acatar órdenes.
Me pregunto qué pasará si vienen a Madrid. Y creo saber la respuesta.
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