Pudiendo recordar el naufragio: la depresión de Álvaro Morata
El futbolista narra su larga y amarga experiencia con lucidez y credibilidad, sin ninguna muestra de impostura, con terror revivido


Lo que cuentan en un documental de Movistar+, que a mí me resulta conmovedor, titulado Morata: No saben quién soy, le ocurre a bastante gente anónima. Algunos pueden superarlo, solos o con ayuda de otros. O aprenden a sobrevivir con ello, medicados o a pelo. Y también hay quien no quiere o no puede seguir en ese infierno interminable y deciden tirarse por la ventana o tragarse un frasco de pastillas. Se llama depresión profunda, ataques de pánico, soledad torturada y sin treguas, vulnerabilidad extrema, no saber quién eres.
El futbolista Álvaro Morata lo ha sufrido y tiene el coraje de hacerlo público, de narrarlo delante de una cámara. Ojalá que la superación de la rabiosa enfermedad no sea temporal, que el monstruo le deje en paz definitivamente, que pueda disfrutar de las muchas cosas buenas que le ha otorgado la vida: su familia, su mujer, sus niños, una economía previsiblemente opulenta, el respeto, la comprensión y el cariño de sus compañeros de profesión, la admiración del público que ha seguido su carrera en un montón de equipos... Y que sólo le afecten lo justo los gritos y los insultos de unas cuantas hienas con disfraz de aficionados al fútbol.
Morata narra su larga y amarga experiencia con lucidez y credibilidad, sin ninguna muestra de impostura, con terror revivido, con agradecimiento a los que le echaron una mano protectora.
Aparecen los testimonios de sus padres y de su también afligida esposa, de sus compañeros y entrenadores, de la psiquiatra que le entendió y medicó. También son estremecedoras las palabras de Iniesta, ese jugador genial que se hundió en el mismo pozo negro: “El que no lo ha experimentado no puede entenderlo”.
Morata cuenta que lo único que deseaba era la llegada de la noche, tomar pastillas. Y que sentía miedo de todo, bloqueaba su cabeza, el pecho y la garganta cerradas, sentir que no te entra el aire, estar en una habitación negra rodeado de gente que te mira, que te duela todo, no ser capaz de mirar a los ojos a tus hijos. Eso le pasó a un señor que desprende legalidad, sinceridad, nobleza. Que le dure mucho su reincorporación a la vida, que se largue definitivamente la autodestrucción, que siga disfrutando de su trabajo y de los suyos.
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