Vilda es el héroe involuntario que el fútbol femenino necesitaba
Lo que me corrobora que el fútbol femenino ya mira de igual a igual al masculino es la incorporación del aficionado tóxico, el que sigue los partidos por ver a su equipo fracasar y ansía una derrota que le dé la razón

No son las audiencias millonarias, la calidad de las jugadoras ni el interés de medios deportivos en los que hasta hace poquito la única mujer era la sonrojante “chica de AS” que adornaba los garajes de España. Tampoco los estadios llenos o la Queens League de Ibai y Piqué, siempre al quite de lo monetizable. Ni siquiera que mi padre hable de Salma como de Quini. Lo que me corrobora que el fútbol femenino ya mira de igual a igual al masculino es la incorporación del aficionado tóxico, el que sigue los partidos por ver a su equipo fracasar y ansía una derrota que le dé la razón. Un mérito que ha conseguido alguien tan aparentemente inocuo como Jorge Vilda. Le aborrecen como en tiempos a Clemente; le tildan de apesebrado de Rubiales tal que a Luis Enrique y habrían gozado viéndole abandonar la concentración al estilo de Lopetegui en Krasnodar.
Al fútbol femenino en España le faltaban los que no iban a prestarle atención si no podían quejarse de nada. Un país en el que todos llevamos un seleccionador dentro pudo al fin desquitarse gracias al cisma provocado por Vilda y las 15 purgadas, ponerse el chándal y gritar “¡Mapi selección!” con la misma intensidad que ayer reclamaban a Nacho o Aspas, porque el fútbol es un eterno día de difuntos en el que siempre recordamos a los que no están.
Tuve la certeza de que las barreras entre géneros se habían difuminado cuando escuché a Vero Boquete despotricar durante la retransmisión de la derrota ante Japón, el ventajista Rubiales hizo leña de las 15 ausentes tras la victoria en semifinales y las redes se enfrentaron por la maternidad, madridista o culé, de los éxitos, espectáculos lamentables que llevamos sufriendo toda la vida en el fútbol masculino. Igualar por abajo también es igualar. De igualar salarios ya hablamos otro día.
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