Y dale
Sospecho que en la segunda entrega de ‘Lo de Évole’ con Miguel Bosé todo va a ser incendiario, reivindicando su negación de una plaga tan evidente como siniestra

Inspiraba miedo y estupor la expresividad gestual y oral, el tono y la voz, la mirada de Miguel Bosé en los vídeos que grabó durante el confinamiento negando con gesto de iluminado fanático la existencia de ese bicho universal que nos ha jodido la vida a casi todos. Daba la impresión de que este señor iba muy puesto o padecía un trastorno irreversible en el cerebro. Me provocaba una mezcla de ira y de piedad.
Pero este Adonis crepuscular exhibe en Lo de Évole elocuencia, genético toque de clase, su ancestral capacidad de seducción, sinceridad volcánica, doloroso ejercicio de la memoria narrando traumas infantiles y adolescentes, confesión de sus múltiples y largos enganches, esquizofrenia militante entre una personalidad que se llama Miguel y otra que recibe el nombre de Bosé, o sea, la autodestrucción y la supervivencia, el caos y la fortaleza. Sospecho que en la segunda entrega todo va a ser incendiario, que va a aparecer el lado tenebroso y zumbado, reivindicando su negación de una plaga tan evidente como siniestra. Pero tengo curiosidad y cierto morbo por escuchar sus argumentos.
Y me informan, despertándome la mala leche y la capacidad para escandalizarme que aún poseo, de que los ejércitos de delincuentes que han despreciado lo que dicta la ley para protegernos del monstruo, no han pagado las multas que les habían impuesto, lo único que podría ser disuasorio para estos arrogantes descerebrados. Supongo que si los políticos no les obligan a soltar la pasta es porque temen que los infractores les nieguen su voto. Tal para cual. Que tengan la decencia los presuntos gestores de la cosa pública de no seguir asegurando el castigo para los pecadores. A estos su cielo les sale gratis.
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