Bandejas de entrada llenas: qué dicen de nosotros esos 487 correos electrónicos sin leer y cómo hemos llegado hasta aquí
Las bandejas de entrada llenas de mensajes que no se han abierto nos estresan y contribuyen a despistes. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Cuando el personaje de Meg Ryan recibía la notificación que da título a la película Tienes un e-mail (Nora Ephron, 1998), sabía antes de abrirla que el correo electrónico en cuestión sería, muy probablemente, del desconocido con el que había empezado a intercambiarse mensajes, interpretado por Tom Hanks. No había peligro de que ese correo se traspapelase entre otras decenas de mails. Sería muy raro que Meg Ryan borrase ese correo por accidente antes de leerlo un día en el que decidiese por fin limpiar su bandeja de entrada. O que ese mensaje permaneciese cerrado y olvidado durante años junto con otros 648 correos sin abrir.
Si la película transcurriese en 2025 y los protagonistas eligiesen este medio ya algo retro para comunicarse, tendrían que rescatar los nuevos correos de la otra persona de entre la avalancha diaria de mails de promociones, boletines a los que están suscritos y mensajes no deseados que reciben. Quizá uno de ellos fuese de los de mantener su bandeja de entrada siempre limpia (lo que se ha pasado a llamar inbox-zero); quizá el choque entre dos modos de gestión de correos electrónicos formase parte del conflicto.
Las estadísticas son muy variadas, pero coinciden en la extendidísima presencia de los correos sin leer. AllAboutCookies, por ejemplo, dice que en Estados Unidos la media está en los 1000 mails no abiertos; desde Hubspot, apuntan a que el 40% de los consumidores tiene al menos 50 correos esperando su turno en su bandeja de entrada. ¿Qué dice esta situación de nosotros como sociedad y como personas?
“La cantidad de correo que nos llega hace casi imposible su gestión diaria”, señala Elisenda Ardèvol, catedrática de Estudios de Artes y Humanidades de la UOC. “Recibimos tal cantidad de mensajes personalizados que no nos conciernen o que son para confirmar lo que ya sabemos, que ya ni los abrimos. O nos hemos suscrito a listas de distribución que un día pensamos que nos interesarían, pero nos abruman”.
Ante tanta información “redundante, no solicitada o promocional”, mucha gente opta por dejarlo para más adelante… y ahí se quedan los correos. “Todos estos correos sin leer indican que vivimos en una sociedad hiperconectada, de abundancia comunicativa, superconsumista y sin consciencia del gasto energético que supone todo este envío digital”, asegura.
El psicólogo José Antonio Tamayo, miembro del Colegio Oficial de Psicología de Madrid, coincide en que es algo relacionado con la sobrecarga informativa de la vida moderna. Gestionar esa avalancha es, además, una tarea que requiere bastante energía, aunque no nos demos cuenta. “Nos enfrentamos a tal cantidad de mensajes diarios que abrir cada uno implica un esfuerzo de selección y decisión constante. Para muchas personas, evitar revisar o eliminar los correos es una manera de ahorrar energía mental y posponer decisiones ante informaciones que perciben como no urgentes”, señala. Se trata de un comportamiento que puede estar relacionado con “la procrastinación, la evasión ante posibles tareas o incluso la ansiedad frente a demandas externas”.
En las últimas dos décadas, sobre todo, conforme la penetración del correo electrónico fue aumentando en la sociedad, el número de estudios sobre nuestra forma de enfrentarnos (o no) a su gestión se ha ido multiplicando también. Normalmente, se refieren al ámbito laboral. Así, por ejemplo, según un estudio publicado en la revista Human-Computer Interaction en 2021, tendemos a priorizar los mensajes urgentes sobre los importantes a la hora de responder; posponemos contestar a los correos no urgentes y, cuando por fin llega el momento de hacerlo, damos respuesta antes a los “fáciles”, esos que requieren poco de nosotros (contestar a una pregunta, por ejemplo), que a los más importantes y complejos.
Otro estudio, este de 2025, mostraba una posible consecuencia de la acumulación digital (no solo de emails): está relacionada con “fallos cognitivos”, pequeños lapsus o deslices en tareas que normalmente se llevan a cabo sin problemas. En los estudiantes que formaron la muestra del estudio, la acumulación digital predecía de forma positiva esos fallos, una relación mediada por la fatiga.
Este resultado no es del todo sorprendente: recibir muchos emails diarios está relacionado con niveles altos de estrés. “La acumulación de mensajes no atendidos puede generar sensaciones de culpa, sobrecarga y ansiedad, convirtiéndose en recordatorios visuales de tareas pendientes y compromisos sin cerrar. El hecho de estar siempre conectados por medio del correo electrónico dificulta la desconexión y agrava el nivel de estrés digital”, señala Tamayo. Y existe, de hecho, cierto paralelismo entre el desorden digital y el físico: “Ambos están influenciados por procesos psicológicos compartidos, como la procrastinación, la dificultad para tomar decisiones, la sobrecarga informativa y ciertos rasgos de la personalidad”, añade.
Así, el estado de nuestra herramienta de correo electrónico puede ser un espejo de cómo somos o estamos. “Las personas con tendencia a la ansiedad, inseguridad o miedo a perder información relevante suelen acumular mensajes sin leer por temor a equivocarse al eliminar algo importante. Por otro lado, aquellas que valoran el orden, el control y tienen rasgos perfeccionistas o una organización estructurada buscan la bandeja de entrada vacía (inbox zero), ya que este estado les proporciona sensación de tranquilidad y dominio sobre sus asuntos digitales”, elabora.
Almacenar documentos importantes en la bandeja de entrada
Más allá de por qué tenemos la bandeja de entrada llena de correos no leídos y lo que eso puede significar para nuestros niveles de estrés, hay otro tipo de consecuencias de tipo más práctico: entre ese caos se esconden documentos importantes. “Son documentos que se necesitan para lidiar con la vida diaria y que, hace 30 años, estaban en papel. Facturas, recibos que es necesario guardar, garantías, manuales de electrodomésticos, informes médicos, documentos de seguros…”, enumera Matt Balogh, investigador que, a los 58 años, se apuntó para hacer el doctorado en la University of New England (Australia) e investigar cómo gestionamos normalmente ese tipo de documentos personales electrónicos (con el objetivo de desarrollar un software que ayude a hacerlo).
Los resultados de uno de sus estudios, publicado en la revista Information Research en 2024, mostraban que el método de dejar esos archivos en el correo electrónico es mayoritario: lo hacía el 69% de las personas participantes, frente a un 29% que los descargaba y guardaba en el disco duro del ordenador, un 20% que los guardaba en la nube y un 8% que lo hacía en un smartphone o tableta.
Como sabrá cualquiera que tenga el escritorio de su ordenador lleno de iconos de archivos de lo más variado, una cosa es descargarse algo y otra organizarlo. Por esta razón, Balogh y su equipo también preguntaron si organizaban los documentos en carpetas, tanto en el correo electrónico (la mitad de los que no se descargaban nada sí lo repartían en carpetas) como en local (el 77% organizaba en carpetas).
“Al contrario de lo que pasaba en la época de los documentos en papel, ahora podemos buscar los archivos electrónicos en el teléfono u ordenador, lo que puede dar la sensación de que sí estamos gestionándolo todo de forma efectiva”, explica Balogh sobre quien opta por no hacer nada. Sin embargo, aunque desde ese punto de vista lo digital sí permite no tener que organizar y categorizar en carpetas, esto, a su vez, “da pie a errores y gastos innecesarios”.
Con esto, el investigador se refiere a otro de sus resultados. “Los participantes en la investigación que lo dejaban todo en la bandeja de entrada sin categorizar estaban por lo general bastante satisfechos con la situación. Sin embargo, cuando se les preguntaba si había surgido algún problema por habérseles pasado tareas al no gestionar sus documentos, la investigación mostraba una correlación fuerte entre despistes y la no gestión”, señala.
Si quien lee es del equipo “todo en la bandeja de entrada porque para eso está su buscador” pero también recuerda algún susto relacionado con este método, no tiene más que dedicarle un poco de tiempo a organizar algo ese caos. Según explica Balogh, en su estudio vieron de forma clara que quien utiliza carpetas o etiquetas en el correo electrónico, en el ordenador o en la nube para darle un poco de orden a eso que no quiere perder experimentaba menos de esos descuidos que quien optaba por la acumulación y la confianza en herramientas de búsqueda.
Otro de los consejos básicos que proporciona el investigador es no olvidar los correos que, en vez adjuntar los archivos, contienen un enlace desde el que descargarlos: debemos hacer clic para guardarlos y organizarlos. Además de no detectar a tiempo errores (si llega una factura o un extracto que no está bien y ni lo descargamos), el no tener descargado y organizado ese documento puede hacer también que lo perdamos todo al cambiar de banco. Eso sin contar con que, con el tiempo, muchos de los enlaces dejarán de funcionar.
Por último, Balogh recomienda borrar los correos que no queramos guardar para reducir así el desorden y convertir la bandeja de entrada en una especie de lista de tareas. “Cuando la gente hace esas tres cosas, descubre que se reduce el número de problemas como tener de pronto una póliza de seguro caducada o costes extra por pagar fuera de plazo impuestos o facturas. Y les es más fácil reunir los documentos que necesitan para las declaraciones de impuestos o para solicitar un préstamo”, explica.
El problema de las bandejas de entrada sobrecargadas no es nuevo. El concepto inbox-zero —como oposición a los buzones llenos— lo acuñó ya en 2006 el escritor americano Merlin Mann. Veinte años después, conseguirlo sigue estando en la lista de propósitos de año nuevo de mucha gente, mostrando la relevancia que todavía tiene el correo electrónico. “Hablamos mucho de las redes sociales, parece que el email sea algo del pasado o no le damos importancia. Ha quedado invisibilizado, como toda tecnología que pasa a formar parte de nuestras vidas cotidianas. Sin embargo, la mayor parte de transacciones pasan por el correo digital. Es una pieza clave de nuestro sistema mundo”, concluye Elisenda Ardèvol. En efecto, todos los expertos de este reportaje enviaron sus respuestas y reflexiones por correo electrónico.
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