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Katarzyna Basinska, investigadora: “Será normal que a mucha gente le apetezca chatear con sus seres queridos muertos”

Esta profesora en la Universidad de Cambridge estudia cómo nos afectarán las consecuencias de la inmortalidad digital, que ya hace posible crear avatares de nuestros antepasados para conversar como si estuvieran vivos

Katarzyna Nowaczyk-Basińska, investigadora del Centro Leverhulme para el Futuro de la Inteligencia (Reino Unido) y especializada en el estudio de la inmortalidad digital.
Jordi Pérez Colomé

La investigadora Katarzyna Nowaczyk-Basinska analiza desde hace casi una década cómo será la muerte y el duelo en un mundo digital. Ya hay empresas, sobre todo en EE UU y en China, que ofrecen servicios para convertir a nuestros antepasados en avatares con los que chatear. Ya hay fallecidos que han hablado en funerales o en los juicios de sus homicidas. Cada cultura tiene su relación con el más allá y cada familia vive a su modo la pérdida de sus antepasados, pero la IA permitirá crear una nueva relación con algunos fallecidos que dependerá de nuevas decisiones empresariales, éticas y legales. Es un asunto —como en la mayoría de las innovaciones— que primero llega y luego la sociedad y los gobiernos reflexionan.

Nowaczyk-Basinska (36 años, Koscian, Polonia) lleva ya tiempo viendo qué puede ocurrir desde su puesto en el Centro Leverhulme para el Futuro de la Inteligencia, dependiente de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), donde dirige desde 2024 el proyecto de investigación Imaginarios de inmortalidad en la era de la IA. Su última investigación es sobre los distintos chatbots que crea la “industria del más allá digital” con la IA generativa.

Pregunta. ¿Aún iremos al cementerio en 2030?

Respuesta. Va a cambiar. Al cementerio vamos poco. Pero si además tienes a tus seres queridos muertos en el móvil y puedes chatear a cualquier hora, eso cambiará cómo nos relacionamos con ellos, cómo pasamos tiempo juntos y hará que esas relaciones sean más intensas. Serán accesibles y las charlas podrán ser envolventes, engancharte. Estas tecnologías están pensadas para eso, para atraparnos como usuarios. Es normal que a mucha gente vaya a apetecerle usarlas. Lo de ir al cementerio se verá como algo de otra época, porque no será interactivo, no te atrapará. No será como tener a tu ser querido en una videollamada o en una app, con quien puedes hablar cuando quieras.

P. ¿La tecnología que es más probable que usemos será un chatbot de IA generado con los mensajes de nuestro familiar fallecido?

R. Sí, esos bots de duelo o avatares póstumos es la aplicación más probable y también más controvertida: es una tecnología creada a partir de nuestras huellas digitales, que nos representa a nosotros o a nuestros seres queridos después de morir. Pueden cambiar de manera profunda la forma en que nos relacionamos con nuestros seres queridos fallecidos y también las normas y prácticas culturales alrededor de la muerte.

P. ¿Esto ya se puede contratar en nuestros países?

R. Ahora mismo hay una barrera lingüística porque la mayoría de empresas son estadounidenses y chinas. Salvo eso, lo único que debes hacer es buscar una empresa, darle acceso a tus datos personales o a los del ser querido que haya fallecido, y ellos te montan la versión virtual de esa persona. Normalmente, lo hacen con distintos formatos de pago —tipo suscripción— y ya tienes el avatar disponible.

P. ¿Ya se sabe qué consecuencias tiene usar este tipo de avatares?

R. Aún no. Es un fenómeno tan nuevo que todavía no tenemos investigaciones ni resultados claros. Sí que hay equipos en distintas partes del mundo intentando montar estudios para ver de cerca cómo la gente lo usa y qué efecto tiene en su bienestar o en su duelo. Pero, de momento, no hay pruebas ni datos sólidos sobre qué implicaciones reales tiene usar estas tecnologías.

P. ¿Pero realmente usaremos estas tecnologías?

R. Serán bastante populares. No sé si serán mayoritarias, pero llegará el momento en que serán tan accesibles que mucha gente valorará seriamente usarlas. De hecho, ya ha cambiado la forma en que hablamos de esto. Hace cinco años, cuando lo comentaba con gente o leían artículos en los medios, la expresión que más me decían era “qué mal rollo”. Ahora ya no se percibe tanto así. No es que no se vea turbio, pero ha cambiado: ahora más bien la gente dice que es algo éticamente complicado o que plantea dilemas, pero ya no se quedan solo en el “da yuyu“.

P. Ha habido un salto reciente.

R. Eso esperan las empresas del sector, y también lo que he ido observando en los últimos años. Cuando empecé a seguirlo, en 2015 o 2016, los directivos y las startups hablaban de esta tecnología como algo que iba a revolucionar todo el ecosistema, pero en aquel momento era más vender humo, prometer que “ya llegará”. Ahora la cosa ha cambiado: gracias al desarrollo de la tecnología, y sobre todo de los modelos de lenguaje como ChatGPT, esas promesas son reales. Hay productos en el mercado que ofrecen esto de verdad. Ya no es promesa, es un mercado en crecimiento. Por eso hablo de una “industria del más allá digital”, que ya funciona como un sector propio, dedicado a cómo gestionamos la muerte y todo lo que gira alrededor.

P. Eso cambiará lo que significa morir.

R. Por supuesto. Cambiará por completo la manera en que entendemos y vivimos el duelo, la muerte y el hecho de morir. Porque lo que intentan estas tecnologías es ofrecernos una experiencia distinta, donde la despedida ya no es definitiva. Es más bien un hasta luego. Es como un cambio de estado: ya no estás en carne y hueso, pero puedes volver y hasta hacerte inmortal. Ojo, hablo de cómo nos lo venden estas empresas, de lo que intentan convencernos.

P. Volverás del funeral de tu marido y le preguntarás: “¿Qué te ha parecido, te gustó la música y lo que dijo tu cuñado?"

R. Exacto, ya pasa. Una persona creó un avatar de su abuelo y justo después del funeral le preguntó: “¿Qué tal?“. Es muy provocador.

P. ¿Cuál es la principal preocupación?

R. Tengo una lista larga. La primera es que toda esta industria es de empresas privadas y la forma que toma depende de lo que decidan, casi de manera arbitraria, sus fundadores y la gente que las dirige. Esto debería cambiar: habría que abrir la puerta a más actores y dar espacio a profesionales que realmente tengan experiencia en temas relacionados con la muerte. Eso sería un primer paso: profesionalizar la industria del “más allá digital”. Otra preocupación es la falta de regulación legal. Hoy no existen leyes que marquen cómo gestionar esta industria. Se pueden aplicar normativas de otros ámbitos, pero no hay un marco legal específico que nos diga cómo organizar esto. Y también está todo lo ético. Por ejemplo, el consentimiento: ¿quién decide si se pueden usar tus datos personales? ¿Quién tiene la última palabra para crear un avatar póstumo de alguien?

P. Podemos acabar viendo a hijos preguntando a los avatares de sus padres sobre el testamento o sobre a quién querían más.

R. Por eso, en mi último artículo, propongo lo que llamamos el principio del consentimiento mutuo. Cuando pensamos en la inmortalidad digital normalmente solo tenemos en cuenta a la persona que quiere crear su propia representación digital, lo que llamamos el donante de datos. Pero claro, en el caso de una familia: puede que un hermano esté encantado con la idea, pero para otro sea una carga emocional enorme. Y los dos tienen derecho a que se respete su postura.

P. En ese artículo habláis de la figura del embalsamador digital.

R. Es un nombre rimbombante para alguien que trabaja con los restos digitales. Es un concepto muy nuevo. Encontré esta especie de profesión en EE UU y están empezando a experimentar con ello. Pero alrededor de esto hay un debate enorme: ¿deberíamos curar o modificar el pasado, ajustar esa información a nuestras expectativas o a cómo queremos recordar a esa persona? ¿Vale retocar el pasado? Son preguntas éticas muy complicadas.

P. Todo esto también tendría alguna consecuencia positiva.

R. Es una oportunidad para crear nuevas formas de comunicación entre generaciones. Podríamos tratarlo como un archivo interactivo. Para mí eso genera menos dilemas éticos que usarlo durante el duelo, porque ahí sí que estamos en terreno totalmente desconocido y no sabemos cómo estas tecnologías afectarán el duelo. Por eso estoy tan preocupada y soy tan cauta con las posibles consecuencias.

P. También puede hacer que seamos más conscientes de nuestra vida digital porque, según lo que digamos, así podremos ser para nuestros bisnietos.

R. Puede que cambie la manera en que contamos las historias de nuestra vida. También muestra lo limitado que será todo esto, porque vamos a ser curadores de la información para que quede un buen producto, algo que queramos mostrar a las futuras generaciones, aunque a veces puede ser algo muy alejado de quién realmente fuimos.

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.
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