Altair 8800, cuando el ordenador personal se hizo masivo
Hace 50 años, el Altair 8800 se reveló como el primer ordenador personal que se vendió masivamente. La máquina inspiró a Bill Gates y Paul Allen, así como a Steve Wozniak y Steve Jobs para crear Microsoft y Apple

Para agosto de 1975 se habían vendido unas 5.000 unidades del Altair 8800. Hacía algo más de medio año que este equipo había salido a la venta como un producto de nicho. Pero pronto se popularizó entre los aficionados a la informática, hasta entonces contenida en grandes armarios metálicos. Llegaba el primer ordenador personal a un precio competitivo. Y su éxito creó el caldo de cultivo perfecto para el nacimiento de las empresas que meterían la informática en los hogares.
El Altair 8800 nació en un momento de explosión de la microelectrónica. La era de la computación había comenzado en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. A partir de ese momento se ensamblaron máquinas que ocupaban salas enteras. Para los años 70, estos ordenadores habían evolucionado, pero aún eran voluminosos, caros y difíciles de manejar. Estaban reservados a grandes compañías que veían un beneficio económico en su potencia de cálculo o su capacidad para procesar elementos contables.
Y en 1971 llegó un procesador que anunciaba vientos de cambio. Era el Intel 4004, que se convertiría en el primer microprocesador del mercado. Su proeza tecnológica consistía en contener una CPU completa en un solo circuito integrado, un solo chip. Hasta el momento este componente, considerado como el cerebro de un computador, se componía de decenas de circuitos integrados. El avance abría la puerta a la miniaturización de los componentes básicos de una computadora. Pero el chip estaba pensado solo para calculadoras electrónicas.
Tres años después tuvo lugar otro salto adelante con la introducción del chip Intel 8008. Se hizo con una arquitectura nueva, tenía mucha más memoria, más velocidad y estaba diseñado ya con el ordenador personal en mente. Poco tardaron en aprovecharlo los aficionados a la electrónica del momento.
El más rápido de todos y el que lanzó el producto más contundente de la época fue Henry Edward Roberts, que dirigía una empresa llamada MITS. Ninguno de estos dos nombres es conocido a día de hoy fuera de los círculos nostálgicos de la informática. Pero en aquel momento Roberts había creado una empresa con decenas de empleados que vendía todas las calculadoras electrónicas que lograba ensamblar. Los ingresos llovieron hasta que las grandes empresas se dieron cuenta de la oportunidad de mercado, produjeron a bajo coste y, entonces, las deudas arreciaron.
Cuando apareció el Intel 8008, Roberts decidió crear un ordenador personal como solución a los problemas financieros de su empresa y como respuesta a un viejo sueño adolescente. Este pionero, de treinta y pocos años, había empezado a hurgar en aparatos electrónicos desde pequeño, cuando fisgaba en la mercancía que traía su padre, que reparaba instrumental médico.
En apenas nueve meses, el MITS (que responde al nada sexy nombre de Micro Instrumentation and Telemetry Systems) construyó el Altair 8800. En enero de 1975, el rutilante ordenador personal fue portada de la revista Popular Electronics y, a partir de ahí, empezó la fiebre. El equipo creado por Roberts y su gente montaba el flamante microprocesador de Intel con capacidad de 8 bits y frecuencia de 2 MHz, tenía una tarjeta de memoria RAM de 256 bytes, ampliable a 64 Kb. Y también tenía un precio muy inferior al de otras propuestas de ordenador personal.
El Altair 8800 se vendía por 439 dólares, desmontado y a la espera de que el comprador ensamblara las piezas, o por 621 dólares, totalmente montado. Lo más habitual era que se despachara como kit, con todos sus componentes desconectados. Un puzle que solo podían ensamblar los más avezados. Una vez hecho el trabajo, el resultado era una caja con un panel frontal repleto de diodos luminosos y clavijas. Con ellas el usuario le daba instrucciones a la máquina y leía la respuesta en las luces. No sería hasta un tiempo después cuando surgieran periféricos, como un monitor y un teclado, que facilitarían su uso.
No era fácil de usar y tampoco se podía decir que fuera low cost. La equivalencia hoy en día serían 2.500 y 3.500 dólares. Pero era mucho más económico y manejable que los monstruosos ordenadores que se habían producido hasta el momento. Estas cualidades permitieron que un ordenador personal llegara a las manos de mucha gente por primera vez.
No era para todos, pero sí para los muy cafeteros de la época. Aquellos que trasteaban con calculadoras electrónicas, disfrutaban abriendo las tripas a estos precursores del ordenador y soñaban con inventar sus propias máquinas. En aquel entonces ya eran muchos los entusiastas de la informática primitiva. Así que a la empresa de Roberts le llegaban cientos de órdenes de compra, una avalancha de pedidos.
En Boston, dos amigos vieron rápido las oportunidades que brindaba el Altair. Bill Gates, que estudiaba en Harvard, y Paul Allen, programador en una corporación, pensaron que el equipo podía beneficiarse de un software sencillo, para alcanzar a un público más amplio. Y ellos también podrían beneficiarse —económicamente— al subirse a la cresta de una ola a punto de romper.
Gates y Allen contactaron con Roberts y le aseguraron que podían desarrollar un intérprete para el Altair. Se trataba de un programa que traduce al equipo las instrucciones escritas en un lenguaje de programación que hasta entonces no podía leer. Así, el ordenador podría programarse con mayor facilidad. El dueño de MITS aceptó y los dos jóvenes trabajaron a la velocidad del rayo para pergeñar lo prometido.
Cuando tuvo lugar la demostración, Roberts aceptó distribuir el software con su Altair 8800. Había nacido el Altair BASIC, que permitía al equipo recibir instrucciones en BASIC, un lenguaje desarrollado en los años 60 y que tendría una expansión radical desde ese momento. Nació también Microsoft con este producto. Gates dejó los estudios y Allen el trabajo para centrarse en lo que después sería el mayor gigante de la industria del ordenador personal (desde el lado del software, eso sí).
La nueva máquina también captó el interés de otra pareja clave para la entrada de la informática en los hogares. Steve Wozniak cuenta que cuando llegó a sus manos el primer kit del Altair 8800 tuvo la idea de crear el Apple I. Fue durante una reunión de un grupo de entusiastas de la electrónica y la computación. Wozniak compartía sus avances en las reuniones periódicas que tenía el grupo y también compartió su idea con un amigo suyo, Steve Jobs.
Entre los dos se dieron cuenta de la utilidad que podría tener un ordenador personal más fácil de usar que el Altair 8800. Poco a poco mejoraron su embrión de computadora y en 1976 el Apple I salió a la venta con éxito. Jobs consiguió que los proveedores les financiaran la compra de componentes para aumentar la producción y empezaron a ganar dinero. No le dieron vueltas al nombre de la empresa: se llamó Apple. Tampoco se estrujaron el cerebro con su siguiente ordenador, al que bautizaron como Apple II y que ya venía con teclado, pantalla a color y altavoz.
El frenesí continuó. Lanzaron ordenadores personales Commodore, IMSAI, Atari o la británica Arcon. El gigante tecnológico del momento, IBM, se vio arrastrado a meterse en un sector cada vez más boyante. Habían nacido el PC, personal computer, un concepto que no existía unos años antes.
En cuanto al Altair 8800, tuvo su etapa de gloria en aquel año de 1975. Poco más tarde, Roberts, cansado de sus responsabilidades de gestión en MITS, vendió su empresa y se compró una granja en el estado de Georgia. En un golpe de timón a su vida, cursó medicina y se convirtió en médico rural hasta el final de sus días. Murió de una neumonía prolongada en 2010. Durante su hospitalización, las enfermeras y médicos debieron quedarse pasmados cuando un día vieron aparecer al hombre más rico del mundo, Bill Gates, que acudía a visitar al paciente.
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