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Seis de cada 10 llamadas de adultos pidiendo asesoramiento para menores son por violencia: “A mi hija la amenazan con darle una paliza”

La fundación Anar ha atendido cerca de 60.000 casos en los últimos seis años, la mayoría graves. El 69% de los menores no recibe atención psicológica

Llamadas de adultos pidiendo asesoramiento para menores son por casos de violencia
María Sosa Troya

“He visto mensajes de su WhatsApp que son aterradores, que le van a dar una paliza, a matar”, decía angustiada la madre de una adolescente. “Mi hijo me ha contado que le pegan en el aula, gimnasio y pasillos del centro donde estudia. Que le insultan, le mandan audios y fotos con su cara en un sticker”, alertaba la madre de un chico. “Mi hija me ha escrito un mensaje diciéndome que no quiere vivir. He avisado a su padre para que hablara con ella”, se lamentaba la madre de una niña. Esta es la realidad a la que se enfrentan los psicólogos que atienden el teléfono y chat de Anar para familias y centros escolares, a los que los adultos pueden recurrir para asesorarse sobre menores en riesgo. Entre 2019 y 2024 han atendido 59.616 casos: seis de cada diez relacionados con violencia, desde maltrato (25%) a agresiones sexuales (9%) o abandono (8%). Uno de cada 10 casos alertaba de violencia machista.

Son testimonios anonimizados, para que no puedan identificarse, porque las llamadas al 900 20 20 10, que se atienden las 24 horas los 365 días del año, son confidenciales. Pero permiten esbozar una realidad que suele estar oculta. Un par de datos del estudio presentado este martes ayudan a hacerlo.

En seis de cada diez ocasiones, los problemas por los que los adultos piden ayuda a Anar tienen una frecuencia diaria y se presentan desde hace más de un año. En el 67%, la gravedad es alta. En más de la mitad, también lo es la urgencia con la que se debe actuar. De hecho, en las ocasiones más complicadas se realizaron 16.885 intervenciones de urgencia, por ejemplo con la policía o los servicios sociales y de protección a la infancia (un mismo caso puede estar contabilizado dos veces, porque se tuviera que contactar con las fuerzas de seguridad y con servicios sociales).

“Si sumamos no solo la línea de adultos, sino también en las que atendemos a niños, estamos en una media de 20 intervenciones de urgencia al día”, cuenta Diana Díaz, directora de las líneas de ayuda de esta organización que para el informe se ha centrado en los menores y en quienes llaman, pero no en perpetradores de la violencia. De 2019 a 2024 se hicieron, solo atendiendo a la línea para adultos, 209.290 derivaciones a recursos de infancia en todo el país.

“Estamos encontrándonos con casos de una gravedad altísima”, prosigue Díaz. Ella destaca que el papel de los adultos es fundamental. Por ese motivo, la fundación analiza ahora por primera vez y de forma exclusiva los datos de esta línea, sin juntarlos con los de menores. “Sin los adultos, sería imposible sacar a la luz muchas de las situaciones de riesgo, o ayudar a un menor en las primeras etapas de la vida. ¿A qué edad pueden empezar a llamar los niños? A partir de los 10 años. Antes lo tiene que hacer necesariamente un adulto”, afirma.

Por ello, la fundación pone especialmente el foco en los menores de 10 años, franja de edad en la que se dan las mayores “situaciones de riesgo y vulnerabilidad”, según Díaz. En los últimos seis años, se atendieron 20.320 casos. La mayoría, de varones, con una edad media de seis años, que crecen en familias monoparentales (la mitad), principalmente con la madre.

Siete de cada 10 casos consultados eran por violencia contra el niño, con especial presencia del maltrato, el abandono, las agresiones sexuales y la violencia de género. “Es importante reforzar la detección temprana, la respuesta multidisciplinar y el acceso a recursos terapéuticos y jurídicos”, apunta Benjamín Ballesteros, director técnico de la fundación, según se recoge en una nota de prensa.

Esto es algo que se destaca en el estudio: pese a la gravedad del problema, tres cuartas partes de los niños menores de 10 años no están recibiendo atención psicológica. Si se analiza a todos los menores, hasta los 18 años, el 69,1% no recibe ni ha recibido tratamiento psicológico.

La directora de las líneas de ayuda de Anar destaca que apenas el 20% de los adultos consulta por salud mental. “Esto quiere decir que se normaliza mucho que haya un problema emocional en un niño. En cambio, es el principal motivo de consulta cuando quien llama es el propio menor”, apunta. Entre los problemas que detecta el entorno de los menores están la ansiedad (10,8%), el miedo (9,6%) y la tristeza (9%).

“Mi sobrina no tiene amigas y se la ve muy deprimida”, contaba la tía materna de una adolescente. Aunque también llaman profesionales que trabajan en contacto con menores, el 83,2% de quienes recurren a estas líneas de ayuda son familiares. Y el 78,2% son mujeres. Las madres representan el 57% de los casos.

“¿Qué consulta una mujer, sobre todo la madre? Por el bienestar del menor, sobre todo lo que más consultan son situaciones de violencia intrafamiliar, el maltrato físico, el psicológico, las agresiones sexuales… y, aunque menos, la salud mental. Y, dentro de esto último, especialmente, problemas de conducta, en los casos en los que el menor presenta comportamientos violentos, se enfrenta a las normas y límites en casa”, añade Díaz. “Secundariamente, también llaman por conducta suicida y demás”.

Los hombres representan el 21,8% de los casos que fueron atendidos. “De esos, el padre es el 15,4%. El hombre pone más la mirada en otros problemas que tienen que ver con consultas jurídicas, de separación, custodia, régimen de visitas y desaparición de menores de edad, sobre todo fugas y sustracción parental”, prosigue. “La madre está más preocupada por el bienestar del niño y lo sufre directamente. El padre es más reactivo en la búsqueda, más visceral, está más enfadado y cuando busca la ayuda es porque el problema se ha elevado un poquito más de nivel”, dice Díaz.

El padre de un preadolescente contaba: “Creo que mis hijos están en peligro. Su madre ejerce la prostitución. No he podido ingresarles dinero en la cuenta, porque no existe. Estoy mal, medicándome, porque no sé si mis hijos están bien”.

El informe, además de cuantitativo, también tiene una parte cualitativa tras estudiar más de 300 casos. “En más de la mitad de los analizados existen problemáticas de salud mental en el entorno”, destaca Díaz. “Lo más importante, la ansiedad, el miedo, la tristeza y también adicciones”.

Respecto al perfil de los niños en riesgo por los que llaman los adultos, un 55% son chicas y un 44,9%, chicos. La inmensa mayoría vive con algún familiar, principalmente con los dos progenitores. “Las familias somos el primer modelo de referencia, lo que cura en la vida es un vínculo sano, el cuidado, el amor, el respeto... Un clima fuera de toda violencia”, sostiene Díaz. “Si existen problemas, que se pueden dar en todos los entornos familiares, tenemos que ponernos en manos de profesionales cuanto antes”.

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Sobre la firma

María Sosa Troya
Redactora de la sección de Sociedad de EL PAÍS. Cubre asuntos relacionados con servicios sociales, dependencia, infancia… Anteriormente trabajó en Internacional y en Última Hora. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y cursó el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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