Caso Madeleine: 18 años de misterio y muchas pistas pendientes
Las recientes búsquedas en el Algarve tratan de encontrar pruebas contra el alemán Christian Brückner, imputado desde 2022 por la desaparición, pero la investigación ha ignorado líneas que apuntan hacia otras direcciones


La desaparición de Madeleine McCann fue el primer trauma global antes de que las redes sociales fabricasen traumas a diario. Nadie ha logrado explicar aún, 18 años después, qué ocurrió en aquel cuarto de una urbanización turística en Praia da Luz, en el Algarve portugués, donde la niña de tres años dormía junto a sus hermanos mellizos de 18 meses la noche del 3 de mayo de 2007, mientras sus padres, los médicos británicos Kate y Gerry McCann, cenaban junto a siete amigos en un restaurante del complejo como cada noche.
A lo largo de esta semana se han realizado nuevas búsquedas en la zona de Lagos, donde se han rastreado casas en ruinas, para tratar de encontrar pruebas para incriminar a Christian Brückner, considerado por la Fiscalía alemana el principal sospechoso de la muerte de la pequeña desde 2020 e imputado por la Policía Judicial portuguesa dos años después. Para los investigadores, liderados por el fiscal Hans Christian Wolters, puede ser la última oportunidad de acusar formalmente a Bruckner antes de que salga en libertad este otoño, después de cumplir una condena por violar en 2005 a una mujer de 72 años en el Algarve, donde el alemán residió varios años.
En Portugal, la operación ha suscitado escepticismo. “No tengo muchas expectativas sobre los indicios que se puedan recoger. Ha pasado mucho tiempo desde el crimen y ha pasado mucha gente por aquellos escenarios, lo que habrá dañado las posibles pistas”, señala Hugo Franco, periodista de tribunales del semanario Expresso. Tanto la Policía Judicial portuguesa, que participó en el rastreo, como los McCann han declinado comentar las recientes indagaciones a EL PAÍS.

En 2007, la desaparición de Madeleine se convirtió en una caldera mediática, policial y política que contribuyó a cometer errores durante la investigación, a perseguir falsos culpables y a vender muchos tabloides en Londres. Praia da Luz, un paraíso para jubilados y turistas británicos con hambre de sol donde Paul McCartney había pasado unas vacaciones familiares en 1968, se convirtió en el corazón de una tragedia que conmovió al mundo. La pequeña Maddie comenzó a ser vista por todas partes sin que ninguna pista ayudase a resolver un misterio, que perturbaba por igual en las pescaderías portuguesas y en Downing Street, 10.
Por recapitular: solo la BBC envió 18 periodistas al Algarve, los padres hicieron una gira internacional que incluyó una audiencia con el Papa, algunos millonarios —como la escritora J. K. Rowling y el empresario Richard Branson— ofrecieron recompensas astronómicas y el primer ministro británico Gordon Brown, que había perdido a su primera hija cinco años antes de la desaparición de Madeleine, se volcó en arropar a la familia. Tanto el embajador en Lisboa como altos funcionarios del Gobierno británico se desplazaron hasta Praia da Luz.
Sin embargo, la investigación no fue un ejemplo de cooperación bilateral. La vieja alianza política entre los dos países, con seis siglos de historia, no sirvió para ir de la mano. La prensa británica atacó el trabajo de los investigadores locales, sobre todo cuando dirigieron sus sospechas hacia los padres de Madeleine, aunque luego no se librarían de las furias sensacionalistas de Londres que llegarían a los tribunales (varios medios indemnizaron por sus calumnias a la pareja). Gerry y Kate McCann acabarían siendo imputados en Portugal durante varios meses, al igual que un residente británico de Praia da Luz, Robert Murat, aunque finalmente los tres fueron eximidos de sospechas. El caso se archivó provisionalmente en Portugal en 2008 por falta de pruebas y se reabrió cinco años después.
El alemán Christian Brückner, de 48 años, es el cuarto imputado por la Policía Judicial portuguesa, aunque esta decisión fue motivada para evitar la prescripción del caso en 2022, a los 15 años de los hechos. Las pesquisas sobre Brückner están en manos de la Oficina Federal de Investigación Criminal de Alemania (Bundeskriminalamt, BKA). Contra él existen testimonios de antiguos colegas, la detección de su móvil en el área de Praia da Luz la noche de la desaparición y un historial de pedofilia y violencia sexual. El pasado octubre un tribunal de Braunschweig le absolvió por insuficiencia de pruebas de cinco delitos (tres de violación y dos de abuso sexual) cometidos entre 2000 y 2017, también en el Algarve.

Helge Büsching y Manfred Seyferth, dos compinches de correrías ilegales de Christian Bruckner que residieron un tiempo en Órgiva, en la Alpujarra granadina, han declarado a la policía que Bruckner les confesó que sabía lo que había ocurrido. Lo cierto es que, cinco años después de ser presentado como sospechoso, la investigación alemana no ha informado de la obtención de pruebas concluyentes contra él ni en sus propiedades en Alemania, donde se descubrió material pornográfico, bañadores infantiles y juguetes, ni en las búsquedas en Portugal. En 2023 se rastreó sin éxito el embalse de Arade, a 50 kilómetros de Praia da Luz, para buscar el cuerpo de Madeleine McCann. El 80% de la zona peinada esta semana, en los alrededores de Lagos, ya había sido examinada por la policía portuguesa en el pasado.
Para Gonçalo Amaral, el inspector de la Policía Judicial que dirigió la investigación los primeros meses, hasta que fue apartado, las nuevas búsquedas no aportarán nada. “Este alemán es un chivo expiatorio, han querido inventar una historia, pero hasta ahora no hay nada en el sumario que apunte hacia él, todo se basa en unos testigos que dicen que escucharon decir algo”, afirma. En 2021, Amaral publicó el libro Maddie: Basta de mentiras!, donde expone fallos de la investigación alemana contra Brückner.

El ex inspector fue denunciado por los McCann por su primera obra, Maddie: la verdad de la mentira, ante la justicia lusitana y el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, que avalaron su derecho a publicarlo. Amaral critica que la policía portuguesa no avance en todas las líneas de investigación que están pendientes y que haya lagunas sin aclarar como el historial médico de Madeleine, el análisis de sus cabellos para determinar si había ingerido algún medicamento inductor del sueño, el historial de los británicos que cenaban con los McCann o la propia reconstrucción de los hechos. “Han pasado 18 años y todavía no sabemos nada del perfil de la víctima. Por ejemplo, la marca que tenía en el ojo puede ser señal de una dolencia cardiaca”, sostiene. “Los británicos hicieron una seudoreconstrucción con actores, pero no con los protagonistas reales y eso habría sido muy útil para ver elementos contradictorios. Hay una protección de los padres y sus amigos. De hecho, la policía británica abandona el Algarve cuando se van los McCann”, añade.
Una de las grandes incógnitas que sigue sin respuesta rodea las pistas abiertas por el trabajo de perros adiestrados enviados desde Londres. Los animales detectaron sangre y olor a cadáver en el apartamento y el coche alquilado por la familia. “En un primer momento, se dice que los fluidos corporales son de un descendiente de los McCann y una semana después deja de decirse. Ese cambio se produce después de una visita del padre al laboratorio”, critica el ex inspector.
Los papeles de Wikileaks, en 2010, constataron algo que las autoridades británicas no reconocían en público. El embajador de Reino Unido en Lisboa, Alexander W. Ellis, reconocía a su colega estadounidense, Alfred Hoffman, que las pruebas que convirtieron a los padres en sospechosos procedían del trabajo de la propia policía británica.
Pasados 18 años, lo ocurrido con Madeleine McCann parece condenado al cajón de los enigmas sin resolver.
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