‘Idiocracia’: Maya Rudolph en el papel de su vida
Una prostituta se despierta en el futuro y descubre que queda muy poca vida inteligente en la Tierra. La actriz dice que esta película de culto es una de las favoritas de su carrera


Mike Judge, creador de Beavis and Butt-Head, firmó en 2006 Idiocracia (Prime Vídeo), una comedia absurda y loca que acabó, contra todo pronóstico, en película de culto. Protagonizada por Luke Wilson, se trata de una sátira distópica sobre Estados Unidos que, vista hoy, sorprende por sus dotes adivinatorias sobre el rumbo de la sociedad estadounidense en la era del trumpismo.
Wilson interpreta a un hombre corriente, un chico sin demasiadas luces, que se presta a un experimento militar junto a otra voluntaria: una prostituta, a la que da vida Maya Rudolph, que huye de su proxeneta. Ambos viajan al futuro, y, por error, despiertan cinco siglos después en un país devastado por la estupidez, enterrado en basura, con una panda de idiotas en la Casa Blanca a los que dominan las corporaciones sin escrúpulos y en el que ya no hay rastro de inteligencia, educación o cultura. La población tiene un coeficiente límite y Wilson y Rudolph descubren con sorpresa que, en ese erial dominado por la vida-basura, son los más inteligentes y preparados del planeta.

La prostituta a la que da vida Rudolph recuerda a Irma la dulce, el personaje interpretado por Shirley MacLaine en el clásico de Billy Wilder. En Idiocracia, Joe (Wilson) cree que Rita (Rudolph) es artista, y ella le sigue el juego. Tan graciosa como acostumbra, la actriz de La boda de mi mejor amiga despliega su enorme talento cómico. La desternillante Kamala Harris de Saturday Night Live, esposa de Paul Thomas Anderson, madre de cuatro hijos e hija de la gran Minnie Ripperton —la cantante del famoso Loving you, fallecida de cáncer a los 31 años, cuando Maya era una niña— ha dicho que Idiocracia está entre las películas favoritas de su carrera y que fue duro asumir que acabara echada en el olvido.
El filme, que se llamaba originalmente 3001, salió de tapadillo: en su día no tuvo estreno oficial ni campaña de publicidad. Su burla de la sociedad estadounidense resultó incómoda y su incorrección política, ofensiva. El tiempo ha remado a su favor. Y casi 20 años después reluce en otro género de aquel al que parecía destinada: el del más agudo cine político.
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