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Si las fantasías sexuales dentro de la pareja son diferentes: ¿es posible explorar sin traicionar la lealtad?

Desde la posibilidad de explorar fantasías ‘kink’ (no convencionales) fuera de la pareja hasta si es factible hacerlo sin que afecte a la monogamia ante la ausencia de contacto genital, son algunas de las cuestiones que emergen dentro de las parejas

Fantasías sexuales pareja

Aunque el mito de que los opuestos se atraen está integrado en los discursos relacionales de una forma tan abrumadora que incluso puede en ocasiones parecer que se cimenta sobre una base científica, ¿qué ocurre cuando la mitad de la pareja no quiere ir más allá de la postura del misionero mientras que la otra mitad ansía explorar prácticas BDSM, siglas de bondage, dominación-disciplina, sumisión-sadismo, masoquismo? Pese a ser habitual que las parejas tengan intereses sexuales distintos, ¿es posible tener una relación saludable cuando las apetencias sexuales de una de las partes no son satisfechas?

Una lectora de The New York Times pregunta al medio al respecto. Explica que su marido solo quiere practicar el denominado “sexo vainilla”, un término originado dentro de la comunidad BDSM que se refiere a la forma de sexo más suave, esa que muchos consideran “el sexo normal”. Los deseos sexuales de la lectora quieren explorar prácticas bondage y por ello, plantea la siguiente cuestión. “¿Es ético que intente revisar los límites de la relación y buscar una relación consensuada y no monógama donde pueda explorar mis fantasías kink (no convencionales)?”.

Conversaciones y nuevos términos

Eva Moreno, sexóloga, terapeuta de pareja y fundadora de Tapersex, explica que revisar los acuerdos de una relación es siempre una idea positiva ya que las relaciones, lejos de ser contratos vitalicios que no evolucionan, están vivas y van cambiando. “Es perfecto reconocer que hay algo que no funciona, que la pareja quiere explorar nuevas iniciativas, que tiene nuevos intereses y que hay un aburrimiento sexual. En el caso de que se desee abrir la relación, es un proceso en el que ir entrando poco a poco y para ir chequeando qué siente cada parte e ir renegociando límites”, comenta a S Moda.

El filósofo Kwame Anthony Appiah comenta en The New York Times que lo que no funcionará en el caso que expone la lectora es reclasificar el tipo de fetiche que tiene en mente como algo separado del sexo, pues considera que entonces, estaría buscando encuentros eróticos que impliquen excitación, vulnerabilidad e intimidad. “Pretender lo contrario sería una evasiva semántica, no una solución ética. Estaría reescribiendo las reglas de la relación por su cuenta. Es poco probable que su relación mejore, por supuesto, si su frustración sexual se transforma en resentimiento, un refugio en un semicelibato amargo. Si eso es lo que se avecina, hay buenas razones para hablar con franqueza sobre lo que quiere y lo que su pareja puede o no dar, y ver si ambos pueden acordar nuevos términos y límites”, comenta.

Anastasiia Fedorova, autora de Second Skin: Inside the Worlds of Fetish, Kink and Deviant Desire (Granta Books, 2025), explica a Stylist que en el mundo del kink y el fetiche prima una cultura de comunicación abierta y honesta. “En la sexualidad más normativa, a veces seguimos un guion sin cuestionarlo demasiado, pero en el kink no es posible hacerlo. Todo gira en torno a expectativas y límites, y es fundamental hablar de ello”, asegura. “En la práctica, estar interesado en el fetiche y el kink significa que probablemente sientas más curiosidad por la sexualidad en general. La respuesta, realmente, es hablar de ello”, añade.

Cecilia Bizzotto, sexóloga, socióloga y portavoz de JOYClub, indica que una de las razones que llevan a la gente a explorar las no-monogamias puede ser el deseo de explorar la sexualidad más allá. Señala además que uno de los principales mitos del amor romántico es la idea de que las parejas se deben satisfacer entre sí completamente en todas las áreas de la vida, incluida la sexual. “No es extraño que la gente piense que si tiene fantasías sexuales con prácticas kink o fuera de la normatividad, su pareja debería cumplirlas por lo que en el caso de que no lo haga, las opciones habituales son tres. La persona con fantasías kink es infiel, la persona sin fantasías kink accede a realizar prácticas que no desea para complacer a la pareja o la persona con fantasías kink vive una sexualidad limitada y frustrante y, en ocasiones, puede incluso perder su deseo sexual al tener una erótica que no la representa”, comenta.

“Hay parejas monógamas que acuerdan que es válido tontear con desconocidos de fiesta, cuando para otros es impensable. Hay parejas que consideran que masturbarse es una infidelidad, cuando para otras la autoerótica puede ser algo totalmente normal y cotidiano en la relación. Si las fronteras son diferentes para cada persona, ¿por qué no va a poder una pareja acordar de forma explícita y libre que pueden explorar sus kinks fuera de la relación, pero sin involucrar prácticas sexuales o sentimientos románticos? Por supuesto que se puede acordar”, asegura. Señala que lo oportuno es que cada pareja acuerde qué es para ellos el sexo, qué puede ser compartido con terceros y qué no para que estas decisiones se tomen consensuando explícitamente y reflexionando más allá de los estándares socialmente impuestos, reflexionando así sobre lo que realmente quieren y desean.

La película Babygirl comienza con Nicole Kidman alcanzando el orgasmo junto a su marido en lo que pudiera parecer un clímax sincronizado made in Hollywood. Pero enseguida ella va a otra habitación y se masturba viendo un vídeo BDSM, algo que como señala en Los Angeles Times Laura Ramadei, viene a indicar que no está satisfecha con las relaciones “vainilla” que priman en su matrimonio, unos deseos que como relata la película, al no ser deseos dentro de la pareja, son los que la llevan a ser infiel.

Exploración y monogamia

La lectora que enviaba sus dudas sexuales a The New York Times añade a su consulta otra duda. “¿Existe una manera ética de enmarcar la exploración de esas prácticas kink como algo no sexual y, por lo tanto, sin afectar a la monogamia?”, pregunta antes de aclarar que en algunos de los actos que le gustaría explorar habría contacto físico sin que existiera ni contacto ni exposición genital mientras que en otros casos, habría exposición genital, pero sin contacto.

Eva Moreno, colaboradora de Gleeden, subraya la idea de que una sesión de azotes, de shibari, de inmovilización o de roles de dominación y sumisión pueden ser prácticas sumamente eróticas en las que no tiene por qué haber contacto genital, pero son ejemplos que demuestran que es un error reducir la sexualidad a visiones tan limitadas. “La sexualidad también incluye roles de poder, fantasías, miradas, emociones… Tanto una práctica como la otra romperían los acuerdos de monogamia como de no monogamia si no están pactados”, dice. ¿Es entonces posible explorar sin romper la monogamia? Considera que es posible hacerlo si ambas partes aceptan la relación, deciden explorar y ponen límites con acuerdos explícitos. “En el caso de que sea para la exploración individual, es fundamental aclarar a qué se limitan los actos, si a fantasías, a talleres teóricos o incluso como en el caso de Kidman en Babygirl al comienzo de la película, a ver contenido kink en internet”, explica la sexóloga.

Lo curioso es que la Dra. Margie Nichols considera que las parejas que practican sexo kink tienen el mejor sexo de todas las parejas a las que atiende, por lo que en más de una ocasión, “enseña” sus principios a heterosexuales convencionales. “Esas parejas planean el sexo con antelación y lo mantienen a fuego lento durante días. Priorizan la calidad del encuentro sobre la frecuencia. Practican la variedad y la exploración. No juzgan los deseos de la pareja. Hablan y negocian los actos sexuales, y marcan una clara diferencia entre la zona de pareja ‘normal’ y la ‘zona sexual’, lo que les permite sumergirse por completo en un espacio erótico”, comenta a The New York Times.

Al final, concluye Moreno, la ética sexual y relacional no se trata tanto de encontrar atajos, sino de tener conversaciones difíciles y honestas.

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Sobre la firma

Marita Alonso
Redactora especializada en cultura pop y estilo de vida. Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid. 
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