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El nuevo auge de la moda tirolesa

Al viajar a Salzburgo y aledaños, se puede comprobar que multitud de mujeres de todas las edades visten el ‘Dirndl’

Tracht y Dirndl son palabras difíciles de pronunciar en castellano. Proceden de la variante austriaca del alemán y se refieren a sus trajes tradicionales, especialmente los de la zona del Tirol y regiones cercanas. Por extraños que nos resulten estos vocablos, su versión textil, en cambio, nos resulta de lo más familiar: la hemos visto miles de veces en fiestas populares, en cervecerías típicas y, sobre todo, en una película muy querida por muchos: Sonrisas y lágrimas, que este año celebra su sesenta aniversario.

Por si queda alguien que aún no la haya visto, la película cuenta, en clave de musical, la historia real de la novicia María (Julie Andrews), que sale del convento para trabajar como institutriz de los siete hijos de un viudo de Salzburgo, el capitán Von Trapp (Christopher Plummer). Esta fábula doméstica, con su correspondiente trasfondo político –la familia ha de huir de Austria debido al advenimiento del nazismo– ha quedado en nuestra memoria por sus pegadizas canciones y por su cuidadísima puesta en escena. La primera escena en la que María canta pletórica entre montañas con su vestido negro y su delantal, los trajecitos de los niños elaborados con cortinas en desuso y esas coreografías encantadoramente soldadescas no se van a borrar de nuestros cerebros en mucho tiempo.

La sorpresa es que esos vestidos con delantalito y corpiño abotonado que visten a menudo las niñas y María en la película, y esas bermudas de cuero con peto que visten los hombres –los célebres Lederhose–, no son meras reliquias de una época. Al revés, son prendas muy vivas y absolutamente transversales. Si tenemos la fortuna de viajar a Salzburgo y aledaños, veremos a multitud de mujeres de todas las edades que visten el Dirndl (así se llama el conjunto) en bodas, bautizos y tardes de ópera. Veremos también la gran cantidad de tiendas de ropa exclusivamente dedicada a la indumentaria tirolesa, y más aún las muchas diseñadoras que centran su trabajo en elaborar estas prendas de toda la vida. Llevar puesto un Dindrl no es comparable a ir vestida de fallera mayor el 19 de marzo: el Dirndl es el conjunto con el que nunca vas a estar fuera de lugar. “Ante la duda, ponte un Dirndl” podría ser un buen eslogan para animar a acercar este atuendo a las nuevas generaciones, aunque ya parecen de lo más adeptas a él.

El término Dirndl deriva del término Diernen. Este era el nombre que se daba en el siglo XIX a las mujeres que trabajaban en las granjas de Baviera y Austria. Sobre la camisa llevaban lo que hoy es el vestido que conocemos, con un delantal atado, normalmente confeccionado con restos de telas. A diferencia de hoy en día, el Dirndl no se llevaba para celebrar, sino para trabajar en los establos y en el campo.

Alrededor de 1930, las mujeres de la ciudad que viajaban a las montañas para descansar se encandilaron con la indumentaria de las criadas y decidieron adaptarla a su estatus. De pronto, el traje tradicional, ese que durante años solo se veía en museos etnográficos o fiestas patronales empezó a protagonizar los escaparates de las tiendas más modernas. En verano, su versión ligera permitía imaginar una vida idílicamente campestre; en invierno, en cambio, los tejidos gruesos de franela, en tonos verde bosque o azul oscuro, te hacían sentir en una casa con la estufa encendida. Cada región, cada valle incluso, le añadió su propio toque: un bordado, un tipo de lazo, un modo de anudar el delantal. Con el tiempo, esas pequeñas variaciones fueron convirtiéndose en señales de identidad.

“Si llevas el lazo del delantal detrás muestras que eres viuda. En el lado derecho lo llevan las mujeres casadas, y a la izquierda las solteras, o las que tienen ganas de conocer a alguien”, nos cuenta Carolin Sinemus, que desde 2020 es la propietaria y diseñadora de la firma MADL, centrada en moda austriaca tradicional y trajes de alta costura. Su tienda, situada en el primer piso de un edificio de tres plantas, en la misma calle que la casa natal de Mozart –Getreidegasse– es además su taller de confección y su vivienda. Al entrar en la zona de exposición desmontamos un prejuicio: los diseños de los Dindrl y sus complementos no solamente vienen en tonos propios para salir de caza, sino en cualquier gama del círculo cromático: “Si te compras tu primer Dindrl ya de adulta, escoges algo clásico con esos colores supuestamente austriacos, pero aquí las chicas jóvenes llevan también otros de tonos vivos como rosa o amarillo, sobre todo en verano”, afirma Carolin.

Para no pasar frío, el Dindrl se complementa con chaquetas o abrigos invernales de lana, a menudo tipo Loden. Si bien por estos lares ibéricos esta palabra tiene connotaciones que nos llevan a pensar en universos pijos o tradicionalistas, allí en los Alpes el Loden remite nada más que a un tejido de gran calidad elaborado a base de lana hervida cuya misión es proteger del frío invernal. Y punto.

Carolin me muestra una chaqueta confeccionada con una pieza de lino de hace 150 años, adquirida por la antigua propietaria de la firma, que fundó MADL antes de que la propia Carolin tomara las riendas. Aquella mujer comprendía el valor de esas telas y las coleccionaba cuando nadie más las apreciaba, pues encontraban el lino demasiado rígido. Hoy Carolin ha logrado resucitar este legado textil: “Las chaquetas las hacemos con estos rollos de lino antiguos, que son estrechos porque las máquinas de la época tenían muchas limitaciones. En una sola chaqueta gastas un rollo entero. Los fabricaba la gente del campo, las esposas de los granjeros…”

Por suerte, para el futuro del Dirndl, MADL no es la única firma que se ocupa de esta tradición textil más viva que nunca. Junto a la Plaza de la Residencia, en cuya fuente barroca se salpica Julie Andrews nada más llegar a la ciudad desde el convento, se encuentra el Salzburger Heimatwerk, una institución fundada en 1946 donde, además de indumentaria, venden productos elaborados tradicionalmente por artesanos de todo el país. Allí nos recibe Gundi Schirlbauer, directora ejecutiva de la organización. Durante la visita me enseña tantos botones forrados, tantas flores bordadas a mano y tantas telas de estampados multicolores que la grabación de la entrevista está llena de ooohs y guaaaaus.

Si bien en Austria no están locos por Sonrisas y lágrimas, en este taller artesanal de moda decidieron celebrar su aniversario: “En la película, Julie Andrews no vestía propiamente un Dirndl sino otro tipo de vestido negro con un delantal. Aquí fabricamos un Dirndl genuino, con su correspondiente escote más pronunciado. Lo hemos llamado The Hills are alive.

Le pregunto si también hacen ropa de caballero. Sí, chaquetas y camisas, pero no Lederhosen, esos pantalones cortos de cuero con peto que asociamos con el Oktoberfest. “No tenemos las máquinas adecuadas”, aclara, para añadir, con orgullo zoológico, que los austriacos reconocen su propio cuero por los diminutos puntitos que dejan las picaduras de una mosca local sobre la piel del ciervo. “¿Y Lederhosen para mujeres?”, me atrevo a preguntar. Ella me lanza una mirada que no necesita traducción: “¡cómo se te ocurre!”

Dado que el Heimatwerk se fundó en 1946, las clientas de toda la vida vienen con sus Dirndls de hace treinta años a arreglarlos o adaptarlos a su nueva fisonomía. “Es como un instrumento musical. Si compras buena calidad, siempre puedes renovarlo”, cuenta orgullosa Gundi.

Por último, otro detalle útil sobre el Dirndl nos lo cuenta Tanja Pflaum, diseñadora de la firma Ploom, que cuenta con una línea infantil de Lederhositos y pequeños Dirndl adaptados a las nuevas generaciones. Tanja destaca las virtudes crecederas del vestido tradicional tirolés: “También es cómodo para embarazadas, ya que la blusa es corta y no presiona la tripa. A todas las mujeres les queda bien”, asegura. Pflaum diseña además trajes de boda, en blanco o en un verde muy pálido, tonos claros y luminosos de lo más solicitado. Los delantales siguen su propio protocolo: algodón durante el día y seda por la noche. En la ópera, precisa la diseñadora, el Dirndl debe ser largo y acompañarse de un delantal de seda.

Quizá el secreto del Dirndl resida en ese equilibrio tan poco contemporáneo entre permanencia y utilidad, de ahí que no podamos evitar mirarlo con cierta envidia, pues conserva algo que el resto de nuestra ropa ha perdido hace décadas: una relación impecable con el paso del tiempo y con el cuerpo que lo luce.

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