Abra, de Elche a París: “Prefiero tener un margen de beneficio menor y llegar a otro tipo de gente”
Tras diseñar para otros los zapatos más virales de la década, Abraham Ortuño no quiere ser viral. Ahora él busca vestir, con su marca Abra, a ese cliente que cree que la moda es más emoción que lujo


Abraham Ortuño nació en una pedanía cercana a Elche de muy pocos habitantes, “tan pocos que soy la única persona que nació allí en 1987”. Ahora desfila en París, el lugar donde reside desde hace una década y responde al teléfono horas después del último desfile de Jacquemus, para el que, como ya es habitual, ha diseñado los zapatos de su nueva colección. “La verdad es que mi día a día es bastante normal, pero cuando recapitulo, me doy cuenta de que he conseguido algunas cosas”, dice.

Ortuño comenzó creando bolsos en Barcelona casi por casualidad, como asistente de una diseñadora de accesorios freelance. “Así que cuando llegué a París me matriculé en diseño de accesorios, porque era lo que sabía hacer”, rememora. Pertenece a una región, Alicante, famosa por la producción de calzado. “Mi tío me decía: ‘Vente a la fábrica’, pero era lo que menos me apetecía en el mundo. Ahora, sin embargo, me encanta”, analiza. Con los años, Ortuño ha llegado a tener un pie en distintos ámbitos del sector: trabaja diseñando accesorios muy conceptuales para Jacquemus, Coperni o J.W. Anderson, entre otros; tiene su marca propia Abra, de bolsos, zapatos y, desde 2019, colección de prêt-à-porter y, dados sus orígenes, conoce al dedillo el proceso de fabricación. “Voy a casa a trabajar con los proveedores unas dos veces al mes, así que tengo la suerte de seguir haciendo cosas mientras veo crecer a mis sobrinos”, cuenta.

Dio el salto al diseño de ropa en 2019. Pero mientras otros vieron sus expectativas truncadas por la pandemia, él, confinado en París, se puso manos a la obra “con las redes y con los contactos. La colección ya estaba confeccionada y nadie podía desfilar, todo pasaba en la pantalla. Muchas tiendas (digitales) buscaban marcas jóvenes para renovar sus contenidos”, recuerda. Hoy vende, entre otras, en los dos grandes templos de la moda independiente: la web canadiense Ssense y Dover Street Market: “Además, estoy en todos los Dover (Tokio, París, Londres, Nueva York...). Vender allí era mi meta desde que empecé”, asegura. Actualmente, su clientela principal está en Francia, España y China.

Si los accesorios se producen en Alicante, las prendas de Abra están confeccionadas en Portugal, “allí trabajan el punto la mayoría de las marcas, también de lujo, y al ser una firma pequeña es la opción más sensata para tener una tirada reducida y cercana”, explica. Al contrario de lo que ocurre con muchas marcas jóvenes (e independientes), los precios son relativamente accesibles, entre 100 y 300 euros. “Prefiero tener un margen de beneficio menor y llegar a otro tipo de gente, la que se compra algo mío porque realmente le gusta y se da un capricho”, dice, “el lujo al final no es para nosotros, es para gente que puede pagar 1.000 euros por una camiseta sin pestañear”. Reconoce que buena parte de su clientela trabaja en la moda y/o conoce bastante el sector. “En realidad, somos todos pobres”, bromea, “y buscamos algo que podamos pagar, aunque sea ahorrando, y que tenga poca gente. Por eso vamos al vintage y a las marcas pequeñas”, argumenta.

También ha encontrado otro nicho de mercado “en ciertos círculos de fans del manga. Gente que sabe que si yo lleno una prenda de lazos o pongo una Hello Kitty lo hago porque yo también soy fan”, confiesa. De hecho, la mayor inspiración de Ortuño es su propia infancia y adolescencia: “Es que, claro, en mi pueblo no había nada. Me pasaba la vida viendo revistas, o Disney Channel, yendo a la playa...”. De ahí que en sus colecciones haya referencias a la estética surf de los primeros 2000, a Hannah Montana, a los cómics y, sobre todo, a su hermana: “Que de pequeña jugaba al fútbol, llevaba el pelo corto y no quería usar falda y, de repente, se ponía esos tops dorados con la espalda al aire que se llevaban hace 20 años, unos tacones de colores... me fascinaba todo lo que se ponía porque me lo quería poner yo”, recuerda. En cierto modo, la nostalgia es su motor creativo: “Yo en aquel momento tenía ideas que en mi entorno no se entendían. Me encantaba, por ejemplo, buscar ropa de Kokon To Zai, porque eran los únicos que conocía que hacían ropa rosa de chico. Cosas así. Por eso me gusta pensar que hago ropa para gente como yo, que ha ido descubriendo el mundo con los libros, las revistas, la tele...”.

El vínculo emocional que establece con su propio proceso creativo se extiende al producto una vez terminado, porque ha establecido una especie de comunidad entre clientes y colaboradores: “París es duro y hay que ayudarse”. Confiesa que las celebridades que se han puesto sus diseños (de Charlie xcx a Rosalía), “no ayudan demasiado en ventas, ayudan en visibilidad, pero también relativamente” y lo que le funciona de verdad es el desfile: “Es durísimo y cuesta mucho esfuerzo y mucho dinero, pero hay que hacer que eso no se note. Tengo el privilegio de pertenecer al calendario oficial de París y estaría loco si lo desaprovechara”, afirma. Otra cosa, sin embargo, es ponerse metas demasiado altas. Ortuño tiene muy claro que Abra, aunque el panorama sea duro, va a seguir siendo independiente, “y tomaré mis propias decisiones. Que si me corto haciendo algo sea solo por una cuestión de presupuesto. Y si llega el momento de que esto crece, pero se convierte en una responsabilidad muy grande que me haga sufrir, decidiré si seguir”.

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