Miqui Puig: “En los noventa las chicas no eran como ahora. El miedo que me ha asaltado luego es si yo he llegado a ser muy invasivo”
Su carrera ha orbitado siempre alrededor de la moda y en sus memorias (“Yo no quería ser Miqui Puig”) deja claro que nada en su vida se puede entender sin su amor por la belleza


Cuando el cantante, compositor, disc jockey e icono pop Miqui Puig (L’Ametllá del Mar, 57 años), se dispuso a escribir sus memorias (“Yo no quería ser Miqui Puig”, Magazzini Salani) lo primero que le importaba era “no cagarla”. Perfeccionista, obsesivo, inconformista y siempre creativo, su peor pesadilla hubiese sido aburrir. El día antes de la entrevista le entró un DJ que las había leído y le confesó: “Yo también he hecho sesiones para marcas comerciales y me he sentido como un prostituto”. “Mola mucho que la gente se reconozca en cosas que te han pasado”, explica Puig, quien mediante un collage de relatos, fragmentos de sus propios diarios y recuerdos recreados en presente ha logrado transmitir el viaje que ha sido su vida. Aunque lo que de verdad le parece un logro es haber sido capaz de hablar con sinceridad de las cosas que le han hecho sufrir: desde aceptar el fin de Los Sencillos, la banda que le hizo famoso a lo grande cuando aún era un adolescente, hasta esa permanente sensación de soledad que va pegada a su hiperactiva personalidad, pasando por los días en Factor X o su incombustible amor por la moda.
Pregunta. Hoy en día el triunfo está absolutamente asociado al dinero. Pero cualquiera que lea su biografía se dará cuenta de que a usted nunca le ha importado. ¿Por qué?
Respuesta. Cuando alguien empieza a decir: esto lo petará, me forraré, pienso: “Hay algo impostado en eso”. Vengo de una familia muy humilde. Mi madre y mi padre siempre han tenido el trauma de no haber tenido una casa y es el mío también. Yo vivo de alquiler y siempre digo que en otras circunstancias, con lo que he currado, podría tener una casa. Y tener una casa para mí sería tener unas paredes divertidas y no preocuparme de cuando me levanto de cómo mantener un estudio, porque es un doble esfuerzo. Yo creo que la gente a la que ayudan sus padres a salir adelante deberían ser honestos y decirlo. Pero bueno, mi padre un día dijo algo brillante cuando nos enteramos de que alguien cercano se había hecho un casoplón: “Sí, pero no tienen libros, ni son felices”. Y eso a mí, pues ya me conmovió. Para mí una casa es tu equipo de música, tu comida, que tu mesa sea abierta para tus amigos. Y claro que me gustaría tener más dinero, pero siempre sueño con lo mismo.
P. Pero si se pudiera comprar una casa, ¿sería la que tiene?
R. Estuve a punto de comprarme una fábrica que estaba justo frente al sitio en el que me crié, pero llegó un listo, subió el precio a 100.000 € y ya fue inviable. Era muy guay porque íbamos a hacer la vivienda con despacho, para que me saliera a cuenta. Mi referente era Childish Gambino. Él dinero en vez de en Teslas se lo gasta en una granja de creación donde hace de mecenas a la antigua.
P. Su madre ha sido una persona fundamental para construir su personaje, ¿no?
R. Mi madre perdió una hija, María, al nacer y justo después se quedó embarazada de mí y siempre me ha sobreprotegido, en el sentido de sufrir por mí. Cuando le dije que iba dejar los estudios para dedicarme a Los Sencillos se echó a llorar diciendo “no quiero que termine en bares”, lo que refleja una preocupación muy antigua pero muy guay y muy racional al final. Como no teníamos dinero y en nuestra época no había Ben Sherman, ni moda rápida, pues ella me ayudó a crear mi estilo. Íbamos con su amiga, la Pepita Marqués, que era la mejor pantalonera, con una foto de referencia y me hacía exactamente como quería. La gran revolución fue cuando me hizo una falda. Mi amiga Montse Massague, que es diseñadora de moda, también me ayudó mucho.
P. ¿Y su padre?
R. Mi padre era el noveno de nueve hermanos. Estaba más cercano por edad y mentalidad a sus sobrinos, dos de los cuales eran gays y él les hizo de confesor. Mi padre era socialista, católico, pero muy abierto.

P. Es fascinante cómo creó un mundo propio a partir de reflejos de otros…
R. Eso es algo que me ha dicho Kiko Amat alguna vez: que le fascinaba como alguien, desde un pueblo tan pequeño como L’Ametlla se creó ese mundo. Es un pueblo campesino que a partir de los 60 se convierte en un sitio de veraneo. O sea, pasábamos de 6.000 habitantes en invierno, a 24.000 en verano. Y gracias a esto yo escuché mucha música, que traían los pijos. Esas son las sensaciones bonitas, que también quería que en el libro salieran, pero sin afectación.
P. Amat le reprocha en el prólogo que se regocija en una postura de perdedor…
R. Es verdad que perder engancha. Es una mierda. Pero sí que es verdad que a veces ha sido mi escudo.
P. ¿Por qué hay esa obsesión por encontrar el amor, una pareja en todo el libro?
R. Si te fijas en las fechas, del 92 al 2015, es el mismo lamento. Esa sensación de soledad. Pero te diré que luego soy tan burro que seguro que podía haber estado con chicas maravillosas, teniendo una vida maravillosa, pero que no me llenaban. También es verdad que en los noventa las chicas no eran como ahora, eran mucho más pasivas y el miedo que me ha asaltado luego, y creo que eso lo dejo claro, es si yo he agredido a gente, en el sentido de haber sido muy invasivo.
P. De hecho pide disculpas por una de esas situaciones. ¿Han sido aceptadas?
R. Hace mucho que no sé nada de esa persona pero una de las cosas que me dejé, y ahora me da rabia, es la cantidad de veces que me han dicho que mi personaje imponía. Yo no era consciente en absoluto. Y luego hay gente que ha querido ver cosas en ese personaje que no son. Cuando mi mujer y yo llevábamos solo tres meses, un tío, un cantautor malo no, lo siguiente, le dijo: “Ah, que estás con Miqui Puig. Ese tío es gay. Anda por todos los cuartos oscuros de Madrid. Dile que no te utilice de tapadera”. Tuve que ponerme serio.
P. ¿Le ha causado conflicto cómo expresar este tipo de quejas sin sonar homófobo?
R. Yo soy gay friendly pero no porque mole. Es que en la vida nos pueden atraer muchas cosas y cada uno que haga con su vida lo que quiera. Hay gente que tiene fetiches con los pies. A mí me gustan las señoras.
P. De todas maneras el indie y las tribus han sido increíblemente heteropatriarcales. Y usted siempre ha tenido una relación muy especial con la moda, que se consideraba un asunto tan femenino…
R. Sí, sí. Mis primeros trajes eran de mis tíos, que los entallábamos. Hacíamos todo tipo de trucos. Yo tengo una foto con un polo Marithé François Girbaud, que conseguí en un mercadillo, y un pantalón de talle alto de Príncipe de Gales, que me hice a medida. Y todo esto lo veía en revistas. Cuando tenía dinero me compraba algún Vogue pero en el ochenta y pico no era tan fácil y muchas veces me compraba el Dunia. Recientemente, he estado viendo los documentales de mis diseñadores coetáneos, Alexander McQueen, Galliano, todos estos tipos. Y sufrían también muchísimo, porque ellos eran creadores en un mundo todavía más hijo de puta, en el que tenías un mecenas que te daba absolutamente todo lo que quisieras, mientras les generases beneficios.
P. Eso lo cuenta usted en el libro, el gran choque que fue comprender que la industria musical te dejaba en la estacada si dejabas de ser rentable
R. Yo la hostia me la di cuando en el noventa y pico, en un sitio de Arturo Soria donde nos metimos una comilona para celebrar un nuevo disco y de pronto pregunté. ¿Y esto quién lo paga?
P. ¿Cree que en otro país se le reconocería de otra forma?
R. Esa es la gran pregunta, pero es que yo he nacido aquí. Es verdad que el rockismo me ha hecho a mí mucho daño. Yo no me ajusto a los cánones del rock y en realidad si me analizas ves que soy un compositor de canciones como pueden ser Leiva o Iván Ferreiro. También es verdad que al no vivir en una ciudad con Madrid, y no abrazarme con todos, que es una cosa que odié desde el principio... Llevamos ya muchos años que hay como un pacto: tú hablas bien de mi libro o de mi disco y yo hablo bien de tu libro o de tu disco, todos somos guays y nadie nos critica. Eso no ayuda a crear culturalmente. Yo soy un tipo que deliberadamente nunca ha jugado a esto y sé que a veces me ha jugado en contra, pero al menos soy auténtico.
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